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Escrito por Corina Diaz, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Argentina Corina Díaz 320

A todas nos ha pasado tener expectativas altas acerca de una relación con algo o alguien, y luego, darte cuenta de que la realidad ha sido otra totalmente distinta a lo esperado.

Incluso, Jesús aun esperando la traición, guardaba en su corazón el deseo de pasar esa copa. “Dicho esto, Jesús se angustió profundamente y declaró: Ciertamente les aseguro que uno de ustedes me va a traicionar.” (Jn 13:21) 

Aún en esta condición, Jesús sabía que no era Judas propiamente quién le causaba la herida, sino que reconoce que la reacción del otro viene de una situación externa, y este punto es muy importante para aplicarlo en nuestras vidas. “Entonces Satanás entró en Judas, llamado Iscariote, que pertenecía al número de los doce.” (Lc. 22:3) “Tan pronto como Judas tomó el pan, Satanás entró en él.” (Jn. 13:27)

Tomarse las situaciones de manera personal solamente nos genera más angustia y nos acorta el panorama general de la realidad.

El esquema de Jesús fue sencillo, solamente tres pasos:

  1. Aceptación de la situación.
  2. Oración al Padre para procesar lo que sentía.
  3. Mantener Su corazón abierto para dar amor.

Parece bastante sencillo, y te aseguro que no lo es, pero también te aseguro que, ¡Reducir las expectativas y aceptar lo que viene cultivando un corazón puro, nos hará el camino más llevadero!

Escrito por Marbella Parra, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Honduras 2023 04 Marbella

Dios nos creó como seres sociales con la necesidad de relacionarnos con otras personas. Mayormente disfrutamos de compartir momentos especiales de nuestra vida con otros. En el trayecto de nuestra vida vamos conociendo personas, y algunas se quedan con nosotras, nos brindamos amistad y somos de apoyo tanto en los momentos felices como en los difíciles. A estas personas las llamamos “amigos”.

Proverbios 17:17 dice, “El amigo ama en todo momento; en tiempos de angustia es como un hermano” (RVC). En este camino de las relaciones se pueden dar situaciones en las que somos desleales a esa persona que ha confiado en nosotros. Sí, estamos hablando de traición. Una palabra bastante fuerte, pero real. Creo que a nadie le gustaría ser llamado traicionero, pero la verdad es que en algún punto de nuestras vidas hemos fallado a nuestras relaciones personales, y también otros lo han hecho con nosotras.

La Biblia relata dos casos de traición bastante impactantes y que dejan una reflexión para nuestras propias relaciones con otros. Ellos son Judas y Pedro; dos discípulos que tuvieron la dicha de estar compartiendo con Jesús. Ellos vieron Sus milagros, caminaron con Él, comieron en la misma mesa, aprendieron de Sus enseñanzas y le acompañaron en Su ministerio. Tuvieron un lindo privilegio, el ser amigos de Jesús. Igualmente, nosotras contamos con personas que comparten con nosotras, nos conocen, comen con nosotras, salimos juntos, reímos y lloramos. Pero siempre las relaciones son puestas a prueba, y la relación de Jesús con Pedro y Judas no fue la excepción.

Hablemos de Judas. En los evangelios encontramos pocos detalles de Judas, pero se sabe que andaba con Jesús y apoyaba Su ministerio. También se sabe que tenía una debilidad con el dinero, tanto que su codicia lo llevó a traicionar a Jesús por 30 piezas de plata. Judas se enfrentó a una oportunidad muy tentadora que lo hizo caer y faltar a la confianza y amistad que le tenía Jesús. Aunque, después de caer y recapacitar en lo que había hecho, no supo manejar la situación y acabó con su vida.

Luego, está Pedro, de quien tenemos más detalles en la Biblia. Tenía una personalidad enérgica e impulsiva, y algo que se destaca en él es que reconoció al Hijo de Dios. Siempre presto a servir y trabajar al lado de Jesús. Pedro tuvo una participación fuerte en el ministerio de Jesús, pero, al igual que Judas, tuvo que pasar por una prueba de fidelidad. Un momento difícil en el que debía expresar sus creencias y mostrarse leal a su Señor, y, aunque en muchos momentos expresó su fe y su amor a Jesús, no dio la talla y lo traicionó.

Igualmente, nuestras relaciones pasan por momentos de prueba, y muchas veces podemos traicionar algunas de ellas. Tal vez, hablamos mal de nuestros amigos con otros, les damos la espalda en momentos difíciles, envidiamos sus logros, y así, muchas otras formas en las que dañado una relación de años. En otras ocasiones, nosotras somos traicionadas. Pero, este no es el final de la historia. Como humanos podemos fallar, pero la prueba final está en cómo nos comportamos después de traicionar a otros, incluyendo a Dios, y también en cómo nos comportamos cuando nosotras recibimos traición.

Tenemos 3 ejemplos de los que podemos aprender. Los dos primeros nos sirven para meditar cuando somos nosotras quienes traicionamos. Judas nos enseña que podemos tomar “el camino fácil”, él creyó que iba a resolver todo acabando con su vida, pero hubiese sido mejor arrepentirse y cambiar genuinamente. Nosotras podemos tomar el camino fácil, alejándonos de esa persona especial, no hablándole más, y si nosotras hemos fallado, mostrándole una actitud de orgullo y retirándonos sin luchar más por esa amistad. Pedro por su lado, después de cometer el gran error de negar a Jesús, se arrepintió y tuvo gran dolor en su corazón. Luego de su traición cambió su vida, pidió perdón y continuó sirviendo fielmente a su Señor hasta su muerte. Pedir perdón es el camino difícil, muchas veces nos cuesta reconocer que hemos fallado y hablar con esa persona, tal vez por vergüenza, o tal vez por orgullo, pero al final, arreglar las cosas con esa persona especial a la que hemos ofendido puede rescatar una relación importante en nuestra vida.

Y, por último, pero no menos importante, tenemos a Jesús. Un ejemplo para meditar cuando nosotras recibimos traición. Él fue un amigo fiel que estuvo siempre dispuesto a perdonar. A pesar de las fallas de Judas y Pedro estoy segura de que Él estaba dispuesto a recibirlos de nuevo y darles otra oportunidad. Pedro aprovechó esta bendición y fortaleció más sus lazos con Jesús; desafortunadamente, Judas no lo hizo. En Jesús tenemos un gran ejemplo de perdón cuando una persona especial nos traiciona. Aunque duele ser traicionada y se siente una tristeza enorme, vale la pena perdonar y rescatar esas relaciones que Dios ha puesto en nuestro camino.

Aprendamos del ejemplo de nuestro Señor Jesús quien estuvo dispuesto a perdonar la traición, y de Pedro quien estuvo dispuesto a reconocer su error y cambiar completamente por el bien de su relación con nuestro Señor.

Quiero invitarte hoy a valorar todas esas relaciones especiales que tengas o que has tenido ¿hay alguna relación que puedas recuperar hoy por medio del arrepentimiento o del perdón?

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