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Escrito por una voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en los Estados Unidos
Soltería: Calidad o estado de ser soltera, sin matrimonio.
Esto es reciente para mí. Estuve casada por muchos años con un guerrero del Señor y lo perdí por COVID hace 18 meses. Se siente tan extraño tratar de aceptar esto: estoy soltera.
Pablo considera su soltería como un regalo de Dios. En 1 Corintios 7, habla sobre el matrimonio, el sexo y la soltería en los versículos 1 y 2 (NVI), “«Es mejor no tener relaciones sexuales». Pero, en vista de tanta inmoralidad, cada hombre debe tener su propia esposa, y cada mujer su propio esposo.”
Unos versículos más adelante en los versículos 6-9 (NVI) Pablo dice,
Ahora bien, esto lo digo como una concesión y no como una orden. En realidad, preferiría que todos fueran como yo. No obstante, cada uno tiene de Dios su propio don: este posee uno; aquel, otro. A los solteros y a las viudas les digo que sería mejor que se quedaran como yo. Pero, si no pueden dominarse, que se casen, porque es preferible casarse que quemarse de pasión.
¿Por qué Pablo vería la soltería como un regalo? Lo explica en los versículos 32-34, “Yo preferiría que estuvieran libres de preocupaciones...” Ser solteras nos da la capacidad de servir al Señor en cualquier parte del mundo, sin tener que considerar si nuestro cónyuge también esté deseoso de ir a vivir donde nos sentimos llamadas. Estamos enfocadas en servir sólo a Dios.
Pero al principio, en Génesis 2:18, Dios dijo, “«No es bueno que el hombre esté solo.” Pablo piensa que la soltería es buena para que podamos enfocarnos completamente en servir a Dios. Pero Dios sabía que no era bueno para todos.
Le pedí a un buen amigo que compartiera conmigo sus pensamientos sobre la soltería. También estuvo casado durante mucho tiempo y ahora ha estado soltero más tiempo que yo. Él dijo: “Es antinatural y duele.”
Estoy de acuerdo.
Dios nos hizo hombre y mujer por una razón; no sólo para la procreación. Sí, esa es una razón muy importante para mantener a la humanidad viva y creciendo en esta tierra, pero el matrimonio es mucho más que tener hijos. Después de criar a mis hijos hasta la edad adulta y seguir teniendo el maravilloso regalo del matrimonio durante muchos años, anhelo volver a tener esa relación; tener el amor y el apoyo diarios, la camaradería, la risa, el contacto físico y simplemente el hecho de llevar las cargas de la vida cotidiana junto con un compañero.
En este momento, una gran parte de mí se siente destruida y vacía, como una vieja casa querida que ha sido incendiada y abandonada. Pero los sentimientos no son hechos. Sé que no estoy abandonada. Mi Padre siempre está aquí conmigo, cada minuto de cada día. Cuando perdí a mi esposo, mi Papá en el cielo me regaló una tribu de amigos piadosos que me dieron la bienvenida (Rom. 15:7), me amaron (Rom. 12:10) y me alentaron (Prov. 27:9). Mi tribu llevó conmigo mi debilidad (Rom. 15:1-3).
Dios también me ha consolado de maneras sorprendentes, como poner en mi corazón hacer una lista de las cargas que mi esposo ya no lleva. Leo esta lista a menudo e imagino lo feliz que él está ahora en el paraíso (Ap. 21:4).
Mi Padre me recuerda cuán fugaz es la vida en la tierra en Santiago 4:14b, “¿Qué es su vida? Ustedes son como la niebla, que aparece por un momento y luego se desvanece.” En comparación con la eternidad, nuestras vidas aquí en la tierra son realmente muy cortas. Pero no se sienten cortas, especialmente cuando estamos dolidas.
No sé por qué Dios eligió llevar a mi esposo a casa, ni cuánto tiempo me quedará en esta tierra para vivir. En este momento, la soledad de cada noche es como un agujero negro que amenaza con tragarme por completo. Se siente antinatural estar sola. Y duele. Entonces, recurro a mi “Padre misericordioso y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones…” (2 Cor. 1:3-4 NVI).
Sigo aquí. No sé por qué, pero mientras lo esté, serviré a Dios y seguiré Su Palabra lo mejor que pueda. Entonces, estudio sobre la viudez, “La mujer está ligada a su esposo mientras él vive; pero, si el esposo muere, ella queda libre para casarse con quien quiera, con tal de que sea en el Señor” (1 Cor. 7:39).
La soltería y yo no somos amigas. He comenzado a orar para que Dios me conceda un hombre piadoso al que pueda amar y que me ame, alguien a quien tomar de la mano mientras cruzamos la línea de meta de la vida juntos. Por ahora, puedo descansar en Él mientras espero, recordándome este pasaje a menudo., “Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios” (Sal. 46:10).
Mi Papá en el cielo es infinitamente mejor que cualquier padre terrenal en la selección de mis citas, porque puede ver en sus mentes y corazones y conoce sus intenciones. Confío en que Él me traerá al hombre adecuado si me muevo del asiento del conductor (lo cual, francamente, ¡es difícil para mí!), y le permito a Él tomar el liderazgo.
La soltería puede ser una gran bendición para algunas. Pero no es para todas. Lo más importante en esta vida es amar y servir a nuestro Creador con todo nuestro corazón, mente, alma y fuerza, ya sea soltera o casada. ¡Y un día podremos regocijarnos mientras conversamos estos eventos juntos en el cielo!
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Escrito por Michelle J. Goff, fundadora y directora del Ministerio Hermana Rosa de Hierro
La soltería es una palabra pesada. Evoca reacciones y lleva connotaciones que alborotan sentimientos que nos cuestan conversar. Para algunos, la soltería implica independencia y libertad. Para otros, soledad y aislamiento.
En 2019, realicé encuestas y entrevistas para indagar los pensamientos de las solteras y solteras de nuevo sobre el tema de la soltería. Como una de las poblaciones menos atendidas en nuestras congregaciones, pero más de la mitad de la población, estadísticamente hablando, sabía que era una conversación necesaria.
A finales del 2021, Una sola razón: Conversaciones con solteras se publicó. El libro asegura que primero pongamos a Dios en la cabeza de la mesa y que escuchemos atentamente a Su voz. Mi voz se representa a través de varias historias e ilustraciones. Las voces de otras mujeres se comparten por sus propias experiencias y perspectivas. Finalmente, invitamos tu voz a la conversación. ¡Búscate una silla!
Te invitamos a compartir en la oportunidad de aprender los unos de los otros y de las Escrituras. Es asombrador el número de solteros y solteros de nuevo en la Biblia. Algunas de las personas más famosas cuyas historias se narran en las Escrituras eran solteros, comenzando con Jesús. Luego tenemos a Pablo, María y Marta entre los discípulos más devotos. Miriam era soltera, Agar era madre soltera y Ana era una viuda que dedicó años sirviendo en el templo, esperando al Mesías.
Una de las maneras de celebrar la soltería es resaltar esa faceta de esos individuos íntegros en la historia de Dios en la Biblia. La soltería no es el todo de quiénes somos, pero tampoco es una característica o dinámica que se puede ignorar.
Integrando las cualidades únicas, Dios entreteje maravillosamente nuestras historias en la tapicería de Su diseño y desea que caminemos con Él durante todas las etapas y las edades de la vida. El Cuerpo no puede funcionar sin todos los miembros (1 Cor. 12); por lo tanto, nuestros miembros solteros también son vitales al Reino.
Un domingo por la mañana, poco después de la publicación del libro, un anciano de mi congregación actual me preguntó cuánto tiempo me había tomado escribir Una sola razón. Antes de que pudiera responderle, me interrumpió, “Me imagino que éste te tomó toda la vida.” Maravillada de cuán profundamente ese anciano me vio y vio mi trabajo, asentí con la cabeza lentamente, “Sí, así fue.”
A lo largo de mi vida, he escuchado cientos, quizás miles, de llantos de solteras que desean que sus historias sean escuchadas y sus vidas sean valoradas. Somos más que nuestro estado civil, pero la soltería sí trae ciertos desafíos distintos que sólo se pueden entender por una persona que lo haya vivido.
La edad media en la que se casa una mujer se ha aumentado a 28 de un promedio de 20.3 en los 1950s. La mayoría de las jóvenes solteras no tienen a alguien en sus vidas que haya vivido las mismas experiencias que ella, comenzando una carrera en vez de una familia. Un camino no es correcto mientras el otro es incorrecto, sino que son simplemente distintos.
Y nuestras diferencias pueden sentirse amenazadoras. Tememos lo que desconocemos. Cuando compartimos abiertamente nuestros corazones, luchas y experiencias, desmitificamos lo que no es familiar. Sí, hay una vulnerabilidad a ese nivel de franqueza, pero fuimos diseñados a estar en relaciones profundas y significativas. Nuestra sinceridad facilitará la conversación genuina y la unidad.
Anhelamos relación y propósito (Mt. 22:36-39; Mt. 28:18-20; Jn. 15). Al esforzarnos por lograr esas metas, escuchemos, aprendamos, y amemos a quienes son diferentes. La invitación al amor de Dios y al servicio en Su Reino no es exclusiva. Todos podemos ser vestidos de Cristo y encontrar nuestra identidad más significante en él (Gál. 3:26-27).
Hoy te invito a preguntarle a una mujer soltera o soltera de nuevo cómo puedes orar por ella. Es un primer paso para escuchar, aprender y amar.