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Escrito por Francia Oviedo, asistente creativa del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Honduras
¿Promete usted amar y respetar a este hombre y serle fiel en las alegrías y las tristezas, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, todos los días de su vida, hasta que la muerte los separe?
¿Quién no ha escuchado esta bella, romántica y tradicional frase? Las que estamos casadas posiblemente escuchamos esto el día de nuestra boda, cuando nos comprometimos con nuestro esposo y firmamos aquel contrato legal, aquel pacto con el que nos unimos delante de Dios, de nuestra familia y amigos.
Pero bueno… Empecemos por el principio. ¿Qué es un pacto? Según la Real Academia Española, un pacto es acuerdo entre dos o más personas que obliga a ambas a cumplir una serie de condiciones.
Tengo 7 años de casada, 7 años de haber hecho este pacto solemne y aunque me encanta la tradicional frase “…hasta que la muerte los separe”, me gustaría actualizarla quizá por algo como esto: Francia, prometes amar y respetar a Oscar, cuando estés contenta y cuando no (cuando tus hormonas te dañen el genio y cualquier cosa te moleste), amarlo en el orden y en el desorden (jaja), en los momentos de quietud y paz y en los momentos de afán y desespero, respetarlo cuando él tenga la razón y cuando tú crees que no la tiene, etc... Quizá tú puedas actualizar tu propia lista.
Decir que “…hasta que la muerte los separe” es fácil, firmar un pacto es fácil, decir sí acepto, es fácil; miles de personas se casan cada día, pero tristemente también miles se divorcian y rompen el pacto anteriormente hecho, y no exactamente porque la muerte los haya separado. Mantenerse fiel a una promesa requiere trabajo, esfuerzo y mucho amor. Alegría, tristeza, riqueza, pobreza, salud y enfermedad son palabras muy generales, muy grandes. Creo que es en los pequeños momentos donde decidimos amar y ser fieles al pacto, momentos incómodos, situaciones en las que debemos ceder y dejar nuestro egoísmo.
En el camino del matrimonio se aprende mucho acerca de esto, a veces muy fácil, y otras veces no tanto, pero Dios nos ha dejado Su ejemplo de fidelidad en Su pacto hecho desde el Antiguo Testamento con Israel. Allí podemos ver cómo Dios se comprometió a guiar y proteger a Su pueblo. En el Nuevo Testamento, vemos también que Dios hizo un pacto con la iglesia, a la cual compara con una novia, una novia con la que ha hecho un pacto de amor y fidelidad. Tristemente sabemos que tanto el pueblo de Israel, como la iglesia han fallado una gran cantidad de veces a su compromiso, pero Dios no. Dios ha sido fiel, entregado, amoroso, constante, misericordioso y, sobre todo, sobre todo perdonador; y nos da Su ejemplo a seguir en nuestro matrimonio.
¿Somos nosotras fieles, entregadas, amorosas, constantes, misericordiosas y sobre todo perdonadoras? Bueno, esta pregunta va primero para mí, ¿lo soy? Tengo el ejemplo de Jesús para serlo. Por supuesto no siempre es fácil, pero siempre vale la pena, y lo que me encanta de este pacto, del matrimonio, es que es allí donde Dios transforma nuestro corazón, nos hace semejantes a Jesús. Allí aprendemos a amar a nuestro esposo como a nosotras mismas, o más que a nosotras mismas. Aprendemos a ser compasivas al esforzarnos por entender su corazón, nos convertimos en una persona misericordiosa que sufre cuando él sufre y llora cuando él llora, y sobre todo perdonadoras, muy perdonadoras. Pero no voy a lavarme las manos creyendo que soy la única buena de la película, por supuesto que mi esposo también me perdona, me ama, es compasivo y misericordioso, o si no, no hubiera sido posible llegar tan lejos (7 años para nosotros, no sé cuántos para ti).
Y todo eso es posible gracias a Dios, es difícil hacer todo esto cuando no recordamos que es esto mismo lo hace Dios por nosotras cada día, gracias a Su pacto de amor y perdón por nosotras. Así que, te animo a que, en tu pacto de amor, sea Jesús tu guía y tu luz y que así mismo, tú puedas ser luz a través de tu matrimonio para otros.
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Escrito por Kat Bittner, voluntaria y miembro de la Junta Directiva del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Colorado
Hay un modismo común en inglés, “matrimonio hecho en el cielo”, que implica que un matrimonio en particular es perfecto. Sin embargo, el matrimonio nunca es perfecto porque somos seres imperfectos. El matrimonio fue diseñado por el Dios perfecto, creado porque Dios declaró, “No es bueno que el hombre esté solo: le haré ayuda idónea para él” (Gen. 2:18, RVR1995). Dios mismo reunió a dos seres humanos, hombre y mujer, para que fueran uno (Gén. 2:22,24). Es lógico que este pacto ordenado por Dios (una promesa entre dos o más personas) debe ser tratado con cuidado y respeto. Dios diseñó el matrimonio para que fuera un pacto entre un hombre y una mujer con Él a la cabeza de esa unión. En consecuencia, debemos ser conscientes de cómo hacemos el matrimonio dada la gravedad de ese pacto. Y podríamos aprender de algunos ejemplos bíblicos de parejas que “hacen matrimonio” dentro y fuera del diseño de Dios.
Abram y Saraí: Dios tenía planes especiales para Abram. Su esposa, Saraí, optó por intervenir trayendo a otra mujer a su matrimonio para que les diera el hijo que ella no podía. Que esta mujer egipcia, Agar, diera a luz al hijo de Abram resultaría angustioso para todos (Gén. 16; 21:8-18). Saraí incluso se enojó con su esposo y lo culpó por los problemas que ella causó. “¡Tú tienes la culpa de mi afrenta! Yo puse a mi esclava en tus brazos, y ahora que se ve embarazada me mira con desprecio” (Gen. 16:5, NVI). Saraí hubiera hecho bien en dejar que Dios se moviera en su matrimonio de la manera que Él ya lo había planeado porque más tarde Dios cumpliría un pacto aún mayor a través del matrimonio de Abraham y Sara.
Te haré tan fecundo que de ti saldrán reyes y naciones… Yo la bendeciré, y por medio de ella te daré un hijo. Tanto la bendeciré, que será madre de naciones, y de ella surgirán reyes de pueblos. (Gén. 17: 6,16)
José y María: Incluso antes de la ceremonia real, José percibía su pacto matrimonial con honor y respeto. Al enterarse de que su futura esposa estaba embarazada, José decidió romper su compromiso en silencio porque “era un hombre justo y no quería exponerla a vergüenza pública” (Mat. 1:19, NVI). Hizo esto a pesar de que estaba dentro de su autoridad bajo la ley condenar públicamente a María. Y María, una mujer muy favorecida por Dios, aceptó la voluntad de Dios y sus planes para ella. Supongo que María podría haber elegido otro camino que no incluyera a José, o simplemente rechazar el deseo de Dios. Sin embargo, José y María valoraron el diseño del Señor para su matrimonio y obedecieron Su voluntad (Lc. 1:18-24).
Oseas y Gomer: Una unión hecha expresamente por Dios, este matrimonio fue una imagen de Su amor y fidelidad. Fue entre un profeta y una ramera, usada por Dios de una manera única. Su matrimonio ilustró el pacto que Dios tenía con los israelitas de no amar a ningún otro dios. El matrimonio de Oseas y Gomer también tipificó la ruptura habitual de ese pacto. Gomer se alejó infielmente de su matrimonio con Oseas. Oseas repetidamente trajo a Gomer a casa sólo para que ella corriera a los brazos de otro amante, y Dios esperaría que Oseas fuera a buscar a su esposa y la trajera a casa una vez más.
Me habló una vez más el Señor, y me dijo: «Ve y ama a esa mujer adúltera, que es amante de otro. Ámala como ama el Señor a los israelitas, aunque se hayan vuelto a dioses ajenos y se deleiten con las tortas de pasas que les ofrecen» (Os. 3:1)
El matrimonio de Oseas y Gomer fue una parábola viviente que el pueblo de Dios pudo ver por sí mismo.
Aquila y Priscila: Considerados como una pareja de poder espiritual, Aquila y Priscila encarnaron el pacto matrimonial como Dios lo dispuso. Trabajaron en la expansión de la iglesia y fueron fundamentales para que Pablo y su ministerio prosperaran (Rom. 16:3-4). Eran plantadores de iglesias (1 Cor. 16:19), mentores espirituales (Hch. 18:26) y misioneros viajeros (Hch. 18:18). Todo lo que este matrimonio hizo por el Señor, lo hicieron juntos. Son un ejemplo de cómo hacer el pacto matrimonial como Dios lo diseñó perfectamente.
El matrimonio nunca será perfecto porque somos seres imperfectos. Sin embargo, debemos esforzarnos por la excelencia en el matrimonio porque tenemos la sangre de Jesús, el Perfecto, para santificarnos y hacernos santos (Heb. 13:12). ¡Jesús nos perfecciona! ¡Él nos hace justos! Lo necesitamos para perfeccionar nuestro matrimonio y hacerlo bien. Es algo honorable tener un “matrimonio hecho en el Cielo” porque el pacto del matrimonio es santo, diseñado por el Dios perfecto para estar a la cabeza de ese pacto. ¿Cómo honrarás el pacto del matrimonio?