Escrito por Alina Muraru, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Rumania
Todas sabemos que la oración, la forma más elevada de comunicación, es un diálogo privilegiado entre nosotras y Dios, nuestro Padre que nos creó. ¿Qué es la unidad? Es la congruencia entre pensamientos, sentimientos, voluntad, palabras y acciones. En los últimos dos años, cuando oré a nuestro Padre, hubo muchas ocasiones en las que ni siquiera podía pronunciar las palabras debido al dolor que sentía por dentro.
No tengo ninguna duda de que cada una de nosotras ha enfrentado diferentes luchas, tiempos que se manejaron más fácilmente o fueron más difíciles que otros. Durante esas dificultades, aprendí lo importante que es ser consciente de que Dios siempre está conmigo/nosotras. A veces, tantas veces, tendemos a olvidarlo, pero, aun así, Él sigue con nosotros, como dice Mateo 28:20 NVI:
… Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo.”; y Deuteronomio 31:8: “El Señor mismo marchará al frente de ti y estará contigo; nunca te dejará ni te abandonará. No temas ni te desanimes.”
Sí, Dios siempre está con nosotras, y cuando oramos juntas en unidad como hermanas en Cristo, experimentamos la presencia de Dios a un nivel más profundo. Como lo dice Mateo 18:20, "Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”
También sabemos por la Biblia que tenemos acceso a Su presencia al leer Efesios 3:12 (RVR1995) "en quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él", y el Salmo 133:1, “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es que habiten los hermanos juntos en armonía!"
La unidad entre Su pueblo es tan importante para Dios. Le agrada ver a Su pueblo habitando juntos en unidad. Esto también es de gran importancia cuando oramos juntas. Fue significativo cuando los apóstoles de Jesús oraron a Dios para que les mostrara quién era el que Dios deseaba para reemplazar a Judas. Podemos leer acerca de esto en el Libro de los Hechos, capítulo 1, versículo 14. “Todos estos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos.”
La unidad cristiana es el resultado de que Dios unió a personas de diferentes orígenes, etnias y clases sociales en una sola familia o cuerpo, por la fe en Cristo.
“Ahora bien, ustedes son el cuerpo de Cristo, y cada uno es miembro de ese cuerpo.” (1 Cor. 12:27)
Todos ustedes son hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús, porque todos los que han sido bautizados en Cristo se han revestido de Cristo. Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús. (Gál. 3:26-28)
La oración no sólo nos conecta con nuestro Creador, sino también entre nosotras. Cuando oramos juntas a Dios, experimentamos la comunicación más importante, significativa y profunda que puede existir, y estamos seguras de que Dios está escuchando cuando le pedimos cosas con fe, con sabiduría y en armonía con la Palabra de Dios. "Cualquier cosa que ustedes pidan en mi nombre, yo la haré; así será glorificado el Padre en el Hijo. Lo que pidan en mi nombre, yo lo haré” (Jn. 14:13-14).
Cuando estamos demasiado heridas para poder pronunciar algunas palabras que den contenido a nuestra súplica, el Espíritu Santo siempre está ahí para actuar como un intermediario para nosotras en la oración de acuerdo con la voluntad de Dios.
" Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios." (Rom. 8:26-27)
También es importante que las mujeres que oran juntas, oren con la misma mente y con el mismo propósito, animándose unas a otras y contentándose con lo que ya tienen.