Escrito por Michelle J. Goff, fundadora y directora del Ministerio Hermana Rosa de Hierro
La soltería es una palabra pesada. Evoca reacciones y lleva connotaciones que alborotan sentimientos que nos cuestan conversar. Para algunos, la soltería implica independencia y libertad. Para otros, soledad y aislamiento.
En 2019, realicé encuestas y entrevistas para indagar los pensamientos de las solteras y solteras de nuevo sobre el tema de la soltería. Como una de las poblaciones menos atendidas en nuestras congregaciones, pero más de la mitad de la población, estadísticamente hablando, sabía que era una conversación necesaria.
A finales del 2021, Una sola razón: Conversaciones con solteras se publicó. El libro asegura que primero pongamos a Dios en la cabeza de la mesa y que escuchemos atentamente a Su voz. Mi voz se representa a través de varias historias e ilustraciones. Las voces de otras mujeres se comparten por sus propias experiencias y perspectivas. Finalmente, invitamos tu voz a la conversación. ¡Búscate una silla!
Te invitamos a compartir en la oportunidad de aprender los unos de los otros y de las Escrituras. Es asombrador el número de solteros y solteros de nuevo en la Biblia. Algunas de las personas más famosas cuyas historias se narran en las Escrituras eran solteros, comenzando con Jesús. Luego tenemos a Pablo, María y Marta entre los discípulos más devotos. Miriam era soltera, Agar era madre soltera y Ana era una viuda que dedicó años sirviendo en el templo, esperando al Mesías.
Una de las maneras de celebrar la soltería es resaltar esa faceta de esos individuos íntegros en la historia de Dios en la Biblia. La soltería no es el todo de quiénes somos, pero tampoco es una característica o dinámica que se puede ignorar.
Integrando las cualidades únicas, Dios entreteje maravillosamente nuestras historias en la tapicería de Su diseño y desea que caminemos con Él durante todas las etapas y las edades de la vida. El Cuerpo no puede funcionar sin todos los miembros (1 Cor. 12); por lo tanto, nuestros miembros solteros también son vitales al Reino.
Un domingo por la mañana, poco después de la publicación del libro, un anciano de mi congregación actual me preguntó cuánto tiempo me había tomado escribir Una sola razón. Antes de que pudiera responderle, me interrumpió, “Me imagino que éste te tomó toda la vida.” Maravillada de cuán profundamente ese anciano me vio y vio mi trabajo, asentí con la cabeza lentamente, “Sí, así fue.”
A lo largo de mi vida, he escuchado cientos, quizás miles, de llantos de solteras que desean que sus historias sean escuchadas y sus vidas sean valoradas. Somos más que nuestro estado civil, pero la soltería sí trae ciertos desafíos distintos que sólo se pueden entender por una persona que lo haya vivido.
La edad media en la que se casa una mujer se ha aumentado a 28 de un promedio de 20.3 en los 1950s. La mayoría de las jóvenes solteras no tienen a alguien en sus vidas que haya vivido las mismas experiencias que ella, comenzando una carrera en vez de una familia. Un camino no es correcto mientras el otro es incorrecto, sino que son simplemente distintos.
Y nuestras diferencias pueden sentirse amenazadoras. Tememos lo que desconocemos. Cuando compartimos abiertamente nuestros corazones, luchas y experiencias, desmitificamos lo que no es familiar. Sí, hay una vulnerabilidad a ese nivel de franqueza, pero fuimos diseñados a estar en relaciones profundas y significativas. Nuestra sinceridad facilitará la conversación genuina y la unidad.
Anhelamos relación y propósito (Mt. 22:36-39; Mt. 28:18-20; Jn. 15). Al esforzarnos por lograr esas metas, escuchemos, aprendamos, y amemos a quienes son diferentes. La invitación al amor de Dios y al servicio en Su Reino no es exclusiva. Todos podemos ser vestidos de Cristo y encontrar nuestra identidad más significante en él (Gál. 3:26-27).
Hoy te invito a preguntarle a una mujer soltera o soltera de nuevo cómo puedes orar por ella. Es un primer paso para escuchar, aprender y amar.