Escrito por Nilaurys Garcia, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Canadá
Soy bendecida al decir que tengo verdaderos amigos, aunque estos no sean muchos. Amigos que puedo contarles mis alegrías, problemas y que por sobre todo me van a cobrar o pasar cuenta si en un momento me comprometí a realizar algo y no lo cumplí. Tal vez estés pensando que a ti no te gustan esas amistades, pero déjame explicarme un poco más. Me refiero a aquellas personas que están en mi círculo íntimo y que les he dado el derecho y han aceptado la obligación de ayudarme a seguir un mejor camino. Aquellos con los que puedo ser vulnerable y contar mis luchas, mayormente cuando necesito ese recordatorio de quién soy y porqué debo hacer o no hacer algo.
Una palabra que me genera sentimientos encontrados es “vulnerabilidad”. Preferiría pensar que soy fuerte y es más fácil mantener la careta de que puedo con todo lo que la vida me lance, probablemente te estés riendo conmigo en este momento al recordar todos los golpes que nos hemos dado por pensar así. Si somos sinceras, podemos admitir que no nos gusta ser vulnerables, delegar el control y mucho menos que nos cobren nuestras propias palabras. Me gusta recordar Hebreos 10:24, “Preocupémonos los unos por los otro, a fin de estimularnos al amor y las buenas obras”. (NVI)
Y una de las razones por las que no me gusta ser vulnerable es porque, si lo soy, es más fácil de que me hieran. Por eso es que no puedo serlo con todo el mundo, sino con aquellos que sé que no se aprovecharán y no me harán daño. Ahora, qué mejor que ser vulnerable con Dios y dejarle todas nuestras cargas, así como se nos invita en 1 Pedro 5:7. “Depositen en Él toda ansiedad, porque Él cuida de ustedes”.
¿Seríamos capaces de dejarle nuestras cargas, miedos y preocupaciones a un completo extraño? Yo creo que no podría, es muy riesgoso y me sentiría demasiado vulnerable al hacerlo. La buena noticia es que no tenemos por qué depender o confiar en un completo extraño. Tenemos a un Padre Celestial que sólo quiere nuestro bien, jamás nos haría daño y nos ha dado maravillosas bendiciones como regalo para nuestra vida. Además, podemos tener personas cercanas en las que confiemos y con las que nos comprometamos a ayudarnos los unos a los otros a ser mejores. Sí, es un compromiso. Tal vez no exista un anillo o un brazalete de la amistad, pero existe la voluntad y disposición de cada uno para hacer florecer esa relación.
Si queremos desarrollar nuestra relación con Dios y nuestros círculos más íntimos, necesitamos empezar por conocerlos más, por confiar en ellos y sí, acertaste, comprometernos a ser vulnerables con ellos. En mi experiencia, cuando mi relación con Dios está firme, puedo estar mejor también con mis personas cercanas y si en algo estoy fallando, estoy convencida de que ellos me ayudarán a volver al camino correcto, incluso sin que se los pida en el momento. Cada vez que mi naturaleza humana intenta hacer lo que quiere en vez de lo que fue llamada a hacer viene a mi mente la declaración de David en el Salmo 31, verso 14 “Pero yo Señor, en Ti confío y digo: “Tu eres mi Dios”.
Personalmente es un contrato o compromiso con Dios, pues es una relación que comenzó al pagar el más alto precio que se pudo haber pagado, la vida del Cristo crucificado en un madero. Me gustaría invitarte a desarrollar un compromiso con Dios basado en la vulnerabilidad, pues eso después te llevará a desarrollar un círculo íntimo que te brinde el apoyo, las alegrías, la corrección y todo lo que necesitas para acercarte más a Dios. Recuerda que no estamos solas y somos inmensamente amadas, pero… y sí hay un “pero”, debemos estar dispuestas a confiar si de verdad queremos que funcione.