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Escrito por Katie Forbess, presidente de la Junta Directiva del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas
Hay algo extremadamente especial cuando mujeres se reúnen para enfocarse en aprender y celebrar a Cristo, que permite la diversidad intergeneracional de una manera natural. Una de las cosas más hermosas de un evento del Ministerio Hermana Rosa de Hierro es la representación multigeneracional. Este aspecto de los eventos también es internacional.
Un evento bilingüe reciente fue organizado por la Iglesia de Cristo Memorial en Houston, Texas, en donde crecí yendo a la iglesia y sólo a una cuadra de donde crecí yendo a la escuela secundaria. No pude asistir a ese evento en persona, pero me encantó escuchar las historias de Dios sobre la diversidad intergeneracional e internacional, como se muestra en la imagen (crédito de la foto: @findyournitsch). Todas celebraron con todas las demás y aprendieron unas de otras.
Las relaciones a lo largo de la Biblia muestran mentorías y aprendizaje intergeneracional. David y Saúl comenzaron cuando David tranquilizó a Saúl tocando su arpa y observando su papel como rey. Luego pasó a un peligroso juego de escondite. David enseñó al rey Saúl, así como a otros, cuando se enfrentó al gigante y cuando convenció a su mejor amigo de que su padre iba a intentar matarlo. En el camino, David aprendió la importancia de guardar el Espíritu de Dios y oró por su propio pecado para que no fuera quitado como lo fue de Saúl. Natán guio a David a través de ese terrible tiempo de arrepentimiento y restauración. David aprendió y enseñó a través de las relaciones.
Jesús reunió multitudes de diversas edades, como cuando el niño trajo sus cinco panes y dos peces de entre 5.000 hombres. Cuando los niños se acercaron a Él en otros momentos, los discípulos no lo aceptaron, pero Cristo lo usó como un momento de enseñanza para enfatizar la importancia de la generación más joven. Jesús también honró a la viuda que había perdido a su hijo. Desde los viejos hasta los jóvenes, Jesús enseñó a través de todas las edades de relación.
La iglesia primitiva necesitaba un recordatorio para cuidar de la generación anterior. Eligieron a siete hombres para ayudar a asegurarse de que esto sucediera de manera uniforme entre los judíos hebraicos y helenísticos (Hechos 6). Santiago continúa con este énfasis en su libro, incluyendo la amonestación multigeneracional de cuidar de las viudas y los huérfanos (1:27). No creo que fuera solamente para el beneficio de las viudas y los huérfanos. Todos aprendieron mientras esos dos grupos estaban siendo atendidos.
Puedo testificar de la bendición de aprender de aquellos a quienes creemos que hemos sido llamados a servir o enseñar, más recientemente por una nueva vecina. Realmente puedo decir que cada vez que he estado cerca de ella he aprendido más sobre su amor por el Señor, su fidelidad y gracia, su honestidad y transparencia. Tenemos mucho en común a pesar de que ella es mayor que yo por al menos 20 años. Ambas amamos a los perros y los insectos y a nuestras familias y nos reímos.
Recuerdo que mi primera conversación con ella fue principalmente sobre nuestros perros. La segunda fue sobre las batas de casa y cómo nos gusta usar las de nuestros esposos, pero por alguna razón las mangas eran tan anchas que el agua del fregadero siempre corría por ellas. La tercera vez, supe que ella era miembro de la Iglesia de Cristo y conocí a una de sus mejores amigas que había venido de visita desde California.
Aproximadamente dos semanas antes, había perdido a su esposo y a su perro durante la misma semana, pero no sabía que había perdido a su perro antes de mi visita más reciente. Fui con un plan para hablar con ella porque no pude ir al funeral. Tomé un cachorro que estaba cuidando para una "terapia de cachorros".
Me enteré de que echa mucho de menos a su marido y a su perro. Le encantó el cachorro y preguntó por mi familia. Estaba tan feliz de que otra vecina la acompañara a la iglesia el domingo después de escuchar al predicador en el funeral, y le dije que su esposo, quien era evangelista, ¡recibió el mejor regalo en su funeral! ¡Estaba sonriendo en el cielo! Mientras hablábamos, ella me enseñó al compartir sus historias de dolor resaltadas por la fidelidad de Dios.
En las reuniones de la iglesia, a lo largo de la Biblia y con una vecina, podemos ver el impacto de la enseñanza y el aprendizaje a través de las relaciones intergeneracionales. ¿A quién puedes contactar hoy? ¿A alguien más joven? ¿A alguien mayor? ¡Comparte tus historias con nosotros!
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Escrito por Liliana Henríquez, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Colombia
Hay un dicho muy conocido: “El tiempo es oro”. En mi opinión, creo que todos los años de vida que Dios nos permite acumular, son muy valiosos tanto para nosotros mismos como para otros. El tiempo no es necesariamente sinónimo de sabiduría, pero sí es sinónimo de experiencia.
La sabiduría es don de Dios y cuando estamos carentes de ella, podemos pedírsela y Él nos garantiza que nos la dará abundantemente (Stgo. 1:5). Por otro lado, la experiencia es ese conocimiento y destreza que adquirimos con el pasar del tiempo. Ambas son importantes, necesarias y valiosas en nuestro paso por la tierra.
En nuestro diario vivir, nos tropezamos con muchos retos y situaciones que otras personas ya han vivido: un divorcio, un matrimonio, crianza de hijos, viajes, cambios de trabajo, entre otros. Y gracias a eso que llamamos relaciones intergeneracionales, es decir, amistades entre personas de diferentes edades, podemos hallar una solución oportuna y más rápida a nuestros problemas. Recordando siempre que “la sabiduría está con quienes oyen consejos” (Prov. 13:10b NVI).
La relación de Rut y Noemí es un ejemplo tangible de una relación intergeneracional maravillosa.
Rut estaba en la misma condición de Noemí, ambas eran viudas. Sin embargo, Noemí tenía un plan: volver a su tierra natal, Belén. Ese era un lugar nuevo para Rut, pero ella aceptó ser dirigida por su suegra.
Noemí tenía, por parte de su esposo, un pariente que se llamaba Booz. Era un hombre rico e influyente de la familia de Elimélec. Y sucedió que Rut la moabita le dijo a Noemí: —Permíteme ir al campo a recoger las espigas que vaya dejando alguien a quien yo le caiga bien. —Anda, hija mía —le respondió su suegra. (Rut 2:1-2 NVI)
Rut era una mujer esforzada y trabajadora que escuchaba el consejo de su suegra Noemí y buscaba su guía constante; y la buena relación que tenía con Noemí era admirable y reconocida públicamente.
—Ya me han contado —le respondió Booz— todo lo que has hecho por tu suegra desde que murió tu esposo; cómo dejaste padre y madre, y la tierra donde naciste, y viniste a vivir con un pueblo que antes no conocías. (Rut 2:11 NVI)
La sabiduría y experiencia de Noemí, le permitió a Rut ir directamente a donde podría encontrar a un hombre que la redimiera. Eso acortó el tiempo y disminuyó la posibilidad de cometer errores. Esos mismos beneficios, los podemos obtener todas nosotras hoy en día.
Hay muchas maestras del bien (Tito 2:3) dispuestas a guiarnos a las más jóvenes, y evitarnos tropiezos futuros. Pero necesitamos abrirnos a la oportunidad de cultivar esas relaciones intergeneracionales que nos permitirán crecer personal y espiritualmente. El beneficio es mutuo, las mujeres mayores le brindan sabiduría y experiencia a las más jóvenes y las más jóvenes hacen que las mayores se sientan activas cumpliendo el llamado que Dios le ha dado de enseñar a otras.
“Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca” (Mt. 7:24 NVI). Seamos mujeres que edifican su casa, su mente y su corazón sobre la roca y no sobre la arena.