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¿Alguna vez has experimentado algo de que no puedes dejar de hablar – algo que fue tan emocionante, de tanta bendición que te sentiste obligada de compartirlo con otros?
Los discípulos sí. Y no les importó como reaccionaron otros a las noticias. El poder de la resurrección nos impulsa a compartir las buenas nuevas de esperanza que sólo viene por Cristo. Pedro y Juan lo dijeron claramente cuando fueron perseguidos por haber sanado a un cojo y hablado de la resurrección.
Nosotros no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído (Hechos 4:20).
No podían callarse. Las noticias eran tan buenas y tan transformadoras para quedarse en silencio. Y no se trató de los hombres, sino del mensaje que compartieron y él con quien habían pasado su tiempo.
Por esa misma razón, me fascina un versículo anterior en Hechos 4. El versículo 13 dice, “Los gobernantes, al ver la osadía con que hablaban Pedro y Juan, y al darse cuenta de que eran gente sin estudios ni preparación, quedaron asombrados y reconocieron que habían estado con Jesús” (Hechos 4:13).
El desafío para ti hoy es el siguiente:
¿Se nota cuando has estado con Jesús?
¿Estás tan llena de la esperanza y el amor de las buenas nuevas de la resurrección que no puedes dejar de hablar sobre ella con otros?
Nota adicional por Katie Forbess:
Jesús no pide que nos quedemos frente a la tumba, contemplando la resurrección. Pide que compartamos el evangelio. Hay tantas maneras para hacerlo. Hay clases de Biblia para enseñar, cartas para escribir, cursos por correspondencia para corregir, prisiones para visitar, congregaciones pequeñas para animar, y asilos de ancianos donde podemos cantar.
Si el poder transformador de Jesús ha tocado nuestras vidas, debemos tocar las vidas de los demás con las buenas nuevas del evangelio! Pero la manera más directa para compartir el evangelio es al contar nuestra propia historia. No es un resumen de nuestro currículo: donde trabajamos y lo que hacemos para Dios, sino lo que Él continuamente hace para con nosotros. Nos salva. Nos sostiene. Se regocija sobre nosotros.
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Emociones mezcladas. Nos llenamos de ellas. Lloramos en tristeza y alegría a la vez. Lo que más nos emociona también nos hace nerviosos (pregunta a una madre nueva). Ayer, sentí alivio y tristeza al mismo tiempo. Nuestras emociones mezcladas pueden parecer ilógicas, pero son manifestaciones verdaderas de todo lo que está pasando en nuestras mentes y en nuestros corazones.
Y espiritualmente hablando, muchas de nuestras emociones y reacciones no tienen sentido desde la perspectiva del mundo. Regocijamos cuando enfrentamos las pruebas, alabamos a los humildes, y consideramos dichosos a los pobres en espíritu.
Como cristianos, hasta celebramos la muerte. ¿Sabes por qué? Porque vemos el poder de la resurrección. La resurrección cambió todo.
Después de la resurrección, el duelo de los discípulos se convirtió en alegría y su tristeza en gozo.
Y cuando las mujeres se acercan a la tumba y el ángel les dice que Jesús resucitó de entre los muertos, vemos que estaban “asustadas, pero muy alegres.”
¿Por qué tuvieron tanto miedo? ¿Se cumplió su gozo a raíz del temor? ¿Alguna vez has sentido el temor y el gozo a la vez?
El ángel dijo a las mujeres:
—No tengan miedo; sé que ustedes buscan a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, tal como dijo. Vengan a ver el lugar donde lo pusieron. Luego vayan pronto a decirles a sus discípulos: “Él se ha levantado de entre los muertos y va delante de ustedes a Galilea. Allí lo verán.” Ahora ya lo saben.
Así que las mujeres se alejaron a toda prisa del sepulcro, asustadas pero muy alegres, y corrieron a dar la noticia a los discípulos. En eso Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se le acercaron, le abrazaron los pies y lo adoraron. ~ Mateo 28:5-9
Entonces hoy, te pregunto, ¿qué temes? ¿Cómo puede la resurrección traer gozo a tus temores? ¿Y cómo transforma la resurrección a nuestras reacciones?