Hay un chiste al cual hacemos mucha referencia. Se trata de dos personas que están afuera disfrutando de una noche fresca y clara. Uno comenta al otro sobre la belleza de la creación de Dios y la música que pueden escuchar al mecerse en unas sillas para mecer. El otro responde, “Sí, es música bellísima. ¿Cómo será que lo hacen?”
“Creo que es al frotar las piernas.”
“¿Qué? ¿El coro en esa iglesia pequeña allí hace música bella al frotar las piernas?”
“No, loquito. Estaba hablando de la música que hacen los grillos.”
Es tan fácil pensar que sabemos de lo que estamos hablando. Y cuando los judíos repitieron las profecías sobre Jesús con esperanza y anticipación, esperaron un rey político que les librara de la esclavitud romana.
Pero, “…el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:28).
Este rey inesperado rompió con sus expectativas y evitó reinar como ellos hubieran diseñado.
“Pero Jesús, dándose cuenta de que querían llevárselo a la fuerza y declararlo rey, se retiró de nuevo a la montaña él solo” (Juan 6:15). Se retiró para hablar con Su Padre – buscando la voluntad de Él que reina supremamente, por siempre y para siempre.
Y en el intenso clima político que se encuentra en muchos países, me alivia recordar y declarar el tema principal del libro de Apocalipsis, “Dios reina.”
Dios reina en nuestros corazones y reina supremamente, aun cuando sentimos que otros han ganado o que nuestro mundo se nos está decayendo.
Tanto como los judíos malentendieron la venida de Cristo, un rey inesperado, que celebremos cómo reina el Rey de Reyes y Señor de Señores en el reino que nunca acabará.