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Escrito por Débora Rodrigo de Racancoj
¿Te has preguntado alguna vez cómo hubieras actuado si hubieras vivido en los alrededores de Jerusalén en la misma época en que Jesús lo hizo? Yo sí, varias veces. ¡Hay tantas cosas en los evangelios que me llaman la atención sobre Jesús y sobre las personas que se encontraron con él!
Debía haber algo fascinante en la forma en que Jesús hablaba y actuaba. No se explica de otra forma por qué multitudes le seguían recorriendo largas distancias; enfermos desesperados buscaban encontrarse con él; pecadores hacían todo lo posible por encontrar un lugar adecuado para observarle mientras simplemente pasaba caminando. Un encuentro con Jesús, aún en la distancia, tenía un gran poder. Sólo era necesario encontrarse con Jesús; tocarle, hablar con él; a veces, simplemente que alguien le hablara acerca de uno mismo; entonces, los milagros ocurrían. ¿Qué hubieras hecho tú si entre tus vecinos se comentaba que Jesús se acercaba a la ciudad?
Cuando Jesús estuvo en esta tierra, muchos tuvieron la oportunidad de acercarse a él.
Pero hace ya muchos años que los habitantes de este planeta no tenemos la dicha de poder ir a buscarlo corpóreamente.
Sin embargo, las cosas no han cambiado tanto desde aquel entonces. Aún hoy podemos encontrarlo entre nosotros fácilmente, de una forma muy similar a la narrada en los evangelios. Jesús sigue arrastrando multitudes, sigue poniendo paz en los corazones, sigue liberando del pecado y sanando de enfermedades.
¿Qué harías si supieras que Jesús pasa esta misma tarde por las calles de tu ciudad? ¿Eres de los que le seguiría durante kilómetros?, ¿buscarías un árbol para subirte a él y observarlo pasar sin que la multitud te molestase?, ¿irías corriendo a tan sólo tocar su manto sabiendo que de ese modo serías libre de tu aflicción?
Abre tu Biblia, busca en los evangelios, mira cómo Jesús camina a tan sólo unos pasos. Es el mismo Jesús de antes, con el mismo poder, las mismas características, y es tan real como lo era hace tantos años. Abre tu boca y háblale, mírale, síguele, acércate al Maestro.
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Este mes me ha sido de gran desafío. Cuando pienso en Jesús, se me vienen tantos pensamientos que me cuesta enfocarme en uno solo.
En diferentes momentos durante mi vida, Jesús se me ha presentado de formas distintos. Es vivo y activo, así que me cuesta ponerle una descripción limitante que sólo le permite demostrar un aspecto u otro de su persona.
Jesús, Mesías, Príncipe de Paz, Redentor, Maestro, Hijo de Dios, ejemplo, amigo… algunas descripciones ya hemos mencionado este mes a través del blog.