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puzzle M 320Los rompecabezas son una buena analogía para la vida. Nos alegramos cuando finalmente encontramos el lugar donde va cada pieza única. Nos frustramos cuando las piezas no encajan, o cuando no lo podemos terminar. Y cuando nos alejamos para ver toda la imagen, nos damos cuenta de que cada pieza en el rompecabezas tiene su lugar y que ninguno tiene más importancia que otra.

Disfruto los rompecabezas grandes. Me relajan. También son un recordatorio tangible de que cuando no puedo ver donde cada pieza de mi vida encaja, Dios ve toda la imagen y sabe que cada pieza encontrará su lugar, en Su tiempo.

A veces tengo que dejar una pieza al lado. Al alejarme de ella y volver luego, puedo ver más claramente dónde va. Son muchas las aplicaciones y comparaciones a las luchas en mi vida.

Los rompecabezas me ayudan a poner todo en perspectiva porque estoy confiando en la persona que creó el rompecabezas, quien diseñó a cada pieza como única y que encaja en un solo lugar.

Sin embargo, el otro día estaba trabajando en un rompecabezas grande que fue tan horriblemente diseñado que tuve que rendirme. Lo compré en una venta de garaje y me animó ver que las piezas eran de madera, no de cartón. La escena de un café europeo me llamó la atención y los colores vibrantes serían bellos y vivos cuando se conectaron las piezas… o quizás no.

Al comenzar a separar las piezas, buscando las piezas del borde, noté que cada pieza tenía la misma forma. Había poca variación, sólo en la altura del hueco donde la pieza al lado entrara. No podía creer que cada pieza tuviera la misma forma. Claro que los colores eran distintos, pero con la misma forma, se podían juntar piezas que no cuadraban según la imagen. ¿Qué? ¿Cómo iba a saber dónde iban las piezas?

Determinada a no dejar que me conquistara el rompecabezas, comencé con las piezas del borde. Pero aún con ellas, proseguí con dudas sobre las piezas en sus posiciones correctas. Si me equivocaba en una, crearía más problemas al tratar de completar las partes interiores. Este rompecabezas no me estaba relajando para nada.

Entonces, decidí concentrarme en las piezas que tenía letras y palabras porque me sentiría más asegurada de que las piezas estuvieran en su lugar correcto, confirmado por las palabras legibles. Pero, como se puede ver en la foto, eso también presentó sus propios problemas.

Frustrada y confundida, junté unas piezas equivocadas a propósito para sacar la foto que se ve en el blog y mandé la foto a unos amigos, invitándoles a reírse conmigo y compartir mi frustración. La miseria busca compañía y la risa es la mejor terapia, ¿verdad?

Animada por la risa y la comprensión, intenté una vez más, buscando un sistema para resolver este rompecabezas. Pero nada que ver. No había manera. Por fin admití que iba a ser casi imposible juntar el rompecabezas. Ya me tenía que rendir porque me di cuenta que…
1. No tenía suficiente visión para ver dónde iba cada pieza ni reconocer las pequeñas diferencias entre los colores de las piezas.
2. No conocía lo suficiente a la escena para saber en qué parte iba cada pieza.
3. Aunque pudiera haber forzado las cosas para juntar las cosas físicamente, estaría en su totalidad incorrecto y no reflejaría el diseño original del rompecabezas.

Reconociendo la derrota, recogí las piezas y las devolví a su caja. Al hacerlo, recordé algunas verdades sobre Dios conectadas al tema “Encontrando nuestra función.”
1. Dios ve toda la imagen y sabe mejor que nadie dónde cada persona encaja en el reino y también, cuáles piezas en nuestras vidas necesitan encontrar su lugar y en cuál momento, para que podamos cumplir nuestra función en el reino.
2. Dios, nuestro Creador, no diseño el rompecabezas para frustrarnos, ni tampoco ha escondido las instrucciones que nos indican dónde podemos encajar y servir.
3. Dios nos ha dado el propósito de reflejarle, a ser transformados en la imagen de Su Hijo, de acuerdo con la manera maravillosa que nos formó en el vientre de la madre. Cuando le reflejamos, podemos proseguir con confianza, reconociendo nuestra función y dónde encajamos.

Le pido a Dios que podamos confiar en nuestro Creador para cumplir Su diseño para nuestras vidas como individuos y como piezas únicas en el rompecabezas de Su reino.

2020 08 10 Kara Benson aprovechemos bien el tiempoEscrito por Kara Benson, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Little Rock, AR.

“Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.” – Efesios 5:15-16

Siempre hay mucho que podemos hacer. Para aprovechar bien el tiempo, ¿en qué podemos trabajar?

Nuestro desarrollo espiritual.
Más tiempo para estudiar y memorizar la Palabra de Dios es una bendición. Debemos anhelar leer y escuchar la escritura. La palabra de Dios es “una lámpara a mis pies y una luz en mi sendero” (Sal. 119:105). La palabra de Dios “permanece para siempre;” es la única cosa que permanece (Is. 40:8). En Mateo 4:4, Jesús dice, “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” Como cristianos, debemos vivir de la Palabra. Salmo 1:2 enseña que dichoso es el hombre que “en la ley del Señor se deleita, y medita en ella día y noche.” ¿Creemos que seremos bendecidos por meditar en la Palabra? ¿Podemos decir que nos deleitamos en la Biblia? Pasemos más tiempo en la Palabra hasta que la deseemos de corazón.

Nuestra familia.
Salmo 133:1 dice, “¡Cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos convivan en armonía!” ¿Podemos decir esto de nuestra familia o hay disputas con frecuencia? Tiempo en casa es una oportunidad para mejorar la comunicación. Si hay problemas, no podemos escondernos fácilmente. Por ejemplo, mi esposo y yo estamos mejorando nuestra comunicación. Recientemente, escuchamos un sermón de “Cómo hablar con amor.” Después de cada punto, hicimos una pausa en el video para disculparnos y hablar de cómo podemos cambiar nuestra manera de hablar en el futuro. Debemos buscar oportunidades para animar a nuestros familiares. Debemos edificar a nuestros esposos, no sólo quejarnos de sus acciones. Debemos enseñar habilidades prácticas a nuestros hijos, corregir malos hábitos y mostrar interés no solamente en lo que hacen, pero en lo que sienten y en lo que piensan también.

Nuestra iglesia.
“Anímense unos a otros cada día, para que ninguno de ustedes se endurezca por el engaño del pecado” (Heb. 3:13). Escribir cartas, enviar mensajes de texto, y llamar por teléfono son buenas maneras de animar a nuestras hermanas en Cristo. Es bueno que escuchemos sus angustias y temores, pero después de un rato, dirijamos la conversación a las bendiciones de Dios, la gratitud y la paz. Necesitamos recordar a nuestras hermanas la paz que tenemos en Jesús. Cada persona necesita recordatorios de la verdad que sabemos; siempre son útiles, porque podemos ser olvidadizas en medio de la vida. Además, podemos hacer una comida y dejarla en la puerta de la casa o hacer las compras para una anciana, si es posible. Me gustaría compartir algo que una hermana me envió recientemente: “Pensemos en Pablo. Pasó mucho de su ministerio en cuarentena, es decir en cárcel o arresto domiciliario. Pero, en su correspondencia con los hermanos en Cristo, escribió casi la mitad del Nuevo Testamento. El evangelio nunca está completamente contenido.”

Nuestra comunidad.
“Compórtense sabiamente con los que no creen en Cristo, aprovechando al máximo cada momento oportuno. Que su conversación sea siempre amena y de buen gusto. Así sabrán cómo responder a cada uno” (Col. 4:5-6).

Jesús dijo a sus discípulos, “¡Abran los ojos y miren los campos sembrados! Ya la cosecha está madura,” y “la cosecha es abundante, pero son pocos los obreros. Pídanle, por tanto, al Señor de la cosecha que envíe obreros a su campo” (Jn. 4:35 y Mt. 9:37-38).

Sonreír a los desconocidos, charlar con la cajera en la tienda de comestibles, entablar una conversación con nuestros vecinos, ofrecer ayuda a alguien u orar por sus peticiones… esas ideas son maneras de crear una “apertura” por lo cual podríamos compartir el evangelio. Es bueno que hablemos de la paz que tenemos en Cristo. Si somos cristianas y estamos aterrorizadas, ¿por qué querría una persona convertirse al cristianismo? Es importante que recordemos que no podemos vivir en miedo. Como el primer capítulo de 2 Timoteo dice, “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio… yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día” (2 Tim. 1:7, 12). En las épocas de incertidumbre, todavía tenemos trabajo para hacer.

No nos enfoquemos tanto en las noticias ni en monitorizar los eventos actuales. Que Dios nos ayude a enfocarnos mucho más en Su Palabra y en cómo Él está trabajando. Que Dios nos dé la perspectiva para ver con claridad cómo debemos comportarnos y cómo podemos mejorar nuestro desarrollo espiritual y ayudar a nuestras familias, nuestras congregaciones de la iglesia, y nuestras comunidades. Que aprovechemos bien el tiempo y que sintamos la paz divina que sobrepasa todo.

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