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Escrito por una voluntaria anónima.
“No quiero ver a nadie.” ¿Te has sentido así? ¿Que lo único que quieres es estar lo más lejos posible de todos? Tu vida está llena de hilos que te conectan a muchas personas. “¿Cómo puedo ser independiente?” La respuesta es: “no puedes.” Dependemos los unos de los otros.
Dios te diseñó perfecta. ¡Si!, así como eres: el color de tu piel, el lugar donde vives, la manera en que has crecido; todo eso hace parte de ti, de lo que define tu persona. Eres parte de un todo maravilloso. Tu papel en el universo es una pieza clave y el desarrollo del potencial para el cual has sido diseñada ayudará a que todo funcione mejor.
Seguramente has escuchado la expresión que dice: “el universo conspira para que logres lo que realmente deseas…” Piensa por un momento, sin excusas, sobre tu función en el cuerpo de Cristo: la iglesia.
“Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función.” (Rom. 12:4)
¿Cuál es tu función? Estamos llamadas a servir. Al momento de entregar tu vida a Cristo, te comprometiste a dar a Jesús toda la autoridad de tu vida. Pero ¿le estás dando toda la autoridad? Es más fácil entender a Cristo como el Salvador, el Redentor, o como mi Rey. ¡Tú no estás en control! Es Jesús, tu Rey, quien tiene toda la autoridad en tu vida. Decide ser parte de Su plan. ¿No te parece maravilloso? Es como unir las piezas de un rompecabezas (tú eres una) y ver el paisaje completo con todas las tonalidades y detalles. Cuando tu función en el cuerpo se cumpla, entonces descansarás.
Una de las luchas del ser humano (más de la mujer) es la tendencia a comparamos. “Quisiera cantar como ella…” “Me gustaría poder enseñar como aquella…” Este sentimiento de, “no soy como ella…” es muy peligroso. ¡Qué bueno que no eres como ella! Cada una de nosotras es única, para ser usadas como piedras vivas y pulidas, en el templo o casa de Dios.
Hay diversidad de dones y funciones dentro del cuerpo, la iglesia. Dios es el mismo. Tu Dios es mi Dios y eso hace la diferencia. El Espíritu que tienes es el mismo que tengo. En 1 Corintios 12, se compara el cuerpo de Cristo con el cuerpo físico; esto me recuerda al hermano que tuvo un accidente de trabajo y perdió una parte pequeña de su dedo. Le duele. Le hace falta. Se dio cuenta, que aun esa parte era útil. Ya no está.
¿Dónde estás? ¿Estás sirviendo en el cuerpo?
Te manda, tu Rey y Señor: “Id, y haced discípulos a todas las naciones.” Seamos testigos de esa cruz, donde la gracia y la justicia se encontraron, donde tus cargas y las mías fueron liberadas, donde el amor y el perdón hacen un eco maravilloso. Seamos portadoras de la verdad, la verdad que interrumpió el tiempo.
Te invito a hacer tu parte, cumplir tu función y compartir tu fe, hoy. No hay otra que lo pueda hacer como tú.
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Muere para vivir (Jn. 12:24).
Pierde la vida para salvarla (Lc. 9:24).
Bienaventurados son los pobres en espíritu, los humildes, los compasivos, y los perseguidos (Mt. 5:3-12).
Ama a tus enemigos (Mt. 5:44).
La esclavitud es el mejor camino a la libertad (Rom. 6:16-23).
La locura de la cruz es poder para los que se salvan (1 Cor. 1:18).
Lo que ves no importa (2 Cor. 4:18).
Los niños son los más sabios (Mt. 11:25).
¿Qué otros ejemplos hay de cómo Dios cumple una función con algo que parece el opuesto?
¿Cuál es tu ejemplo favorito y por qué?