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Puedo ser mi peor crítica y mi peor enemigo. Conozco la mayoría de mis defectos íntimamente y, a menudo, los reconozco justo después de que han levantado sus horribles cabezas. Luego, me castigo por haber lastimado a otros con mis propias fallas.
“Pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios” (Rom. 3:23). Muy consciente de mis defectos, el aspecto de “estar privados” se siente como cuando una niña de dos años intenta saltar tan alto como un jugador de baloncesto de dos metros y se queda corto.
Lo hermoso es que no importa si medimos uno o dos metros, Dios compensa la diferencia. La sangre de Su Hijo lava todo y cada una de nuestras partes difíciles, defectos, fallas, espinas en nuestra carne, o errores. Y Su amor es lo que nos obliga a aprender de esos errores y esforzarnos por hacerlo mejor en el futuro (2 Cor. 5:14-15). Su sacrificio hace posible que Dios nos considere irreprensibles y puros (Heb. 10:14). ¡Incluso puede limpiar nuestra conciencia (Heb. 10:22)!
La corona de espinas de Cristo elimina la vergüenza de las espinas en mi vida.
Si la espina en tu vida es un pecado, sí, debes quitarla. Pero Dios todavía puede usarte, a través de tu confesión y arrepentimiento, para traerle gloria. Él puede usar tu testimonio acerca de esa espina para atraer a otros hacia Él.
Si la espina en tu vida es un desafío que desearías no tener que enfrentar, recuerda que Su gracia es suficiente para ti y que Su poder se perfecciona en la debilidad (2 Corintios 12:7-10). Poseer y alardear de tu espina, no de una manera orgullosa, sino de una manera que permita que el poder de Dios brille aún más en tu vida.
Cuando estemos lidiando con nuestras "partes difíciles," recuerda que Dios te ama, con las partes difíciles y todo. Él envió a Su Hijo para redimirte, limpiarte y llevarte a una vida santificada a través de Cristo. Sus misericordias, que son nuevas cada mañana, significan que no se nos trata como merecen nuestras "partes difíciles." Más bien, a través de Su gracia, no a través de nuestros propios esfuerzos o méritos, o como una competencia de quién tiene menos partes difíciles, Dios nos ofrece un regalo gratuito de redención, limpieza y libertad. Encontremos descanso en esas promesas cuando somos demasiado críticas con nuestras "partes difíciles."
Y si aún no conoces la libertad que se encuentra a través del sacrificio de Su Hijo, nos encantaría ponerte en contacto con alguien que pueda estudiar la Biblia contigo a nivel local o virtualmente.
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No sé lo que no sé. Y si no lo sé, no tengo como reconocer que no lo sé si alguien no me lo enseña.
Como adolescente, pensaba saberlo todo. Una vez mi papá me respondió, “Ah, es verdad. Se me olvidó que eras una adolescente y entonces ya lo sabes todo.” Él estaba siendo sarcástico, pero no lo reconocí como tal en el momento. Pensé que, por fin, estaba reconociendo el conocimiento que sí tenía.
Mientras más años pasan, más aprendemos que no lo sabemos todo, ni lo podemos saber. Y a veces, quisiéramos no saber lo que sí sabemos.
Sin embargo, algo que siempre podemos apreciar es saber y reconocer la perspectiva de otros. No sé lo que no sé hasta que alguien me lo revele.
Me gusta decir que hay más de una manera de quemar un pan tostado. No todo país ni toda familia funciona de la misma manera. La grandeza de Dios se afirma en la diversidad. Cada quien tiene su función. Y llegamos a conocer más a Él cuando conocemos y apreciamos las perspectivas y las funciones de otros.
Si pido a diez mujeres de diferentes edades, niveles de educación, culturas, y familias que lean el mismo versículo de la Biblia, ¿cuán distintas serían sus observaciones y reacciones sobre ese versículo?
Por ejemplo: consideremos el texto de Lucas 8:22-25
22 Un día subió Jesús con sus discípulos a una barca.
—Crucemos al otro lado del lago —les dijo.
Así que partieron, 23 y mientras navegaban, él se durmió. Entonces se desató una tormenta sobre el lago, de modo que la barca comenzó a inundarse y corrían gran peligro.
24 Los discípulos fueron a despertarlo.
—¡Maestro, Maestro, nos vamos a ahogar! —gritaron.
Él se levantó y reprendió al viento y a las olas; la tormenta se apaciguó y todo quedó tranquilo.
25 —¿Dónde está la fe de ustedes? —les dijo a sus discípulos.
Con temor y asombro ellos se decían unos a otros: «¿Quién es este, que manda aun a los vientos y al agua, y le obedecen?»
Una mujer que creció al lado del mar va a poder describir mejor las tormentas que se presentan sobre el agua.
La madre que está bien cansada por sus hijos pequeños va a apreciar el cansancio de Jesús y que tenía la oportunidad de dormir.
La joven que está luchando con su fe, reconocerá que no es la única que ha luchado con eso.
Y la mujer que está pasando por una tremenda tormenta emocional en su vida saldrá con esperanza de que Dios sí tiene el poder de calmar la tormenta en ella.
Hasta que escuchemos a las demás y apreciamos la diversidad en un grupo pequeño, no podemos reconocer la grandeza de Dios para ser el Todo en la vida de todos, y al mismo tiempo.