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Escrito por Faith Bailey
Cuando pienso en la restauración, varias ocasiones inundan la memoria. Se ha visto prisioneros cambiar los corazones de sus captores para Cristo y hacia la compasión; hombres y mujeres se han hecho enteros después de un desamor terrible; sueños se han transformado y resucitado; hermanos han dejado sus resentimientos y quejas; y matrimonios se han dado otra vez al Dios de Amor después de 50 años de daño y desconfianza. Quizás una de las maneras más maravillosas en la que Dios trae restauración en este mundo es en las relaciones. Hay que tener un poder mayor que el de este mundo para cambiar corazones y traer perdón, sanación, y compañerismo sincero.
En el verano pasado, podía ver un ejemplo de este proceso de primera mano, y comparar la restauración del mundo al poder transformador de Dios. En Ruanda en África occidental, tuve la oportunidad de trabajar con una escuela internacional y unos misioneros, y pasar bastante tiempo aprendiendo de los ciudadanos. Conocido por su historia trágica de genocidio y conflicto civil, los ruandeses han pasado los últimos años intentando mejorar su reputación y sanar sus relaciones. Suelen escuchar el mensaje que son unidos y que hay perdón completo.
Como extranjero de visita, uno estaría abrumado por la belleza absoluta del país y de la gente. Su corazón se rompería a causa de la historia y levantado a causa de la nueva historia de perdón y fraternidad. Sin embargo, se sentirá una obscuridad espiritual por todas partes. Si se quedara allí por mucho tiempo, vería el temor y desconfianza entre la gente en la calle.
De verdad creo que anhelan la restauración completa y continuarán animando este proceso de sanación y unidad con toda su fuerza. Muchos ven a Ruanda como un ejemplo increíble por el perdón hasta este nivel tan profundo. A pesar de su esfuerzo y el mejoramiento de su reputación, en muy pocas situaciones sentí la paz que viene cuando personas estén restauradas por el poder de Cristo.
Me di cuenta obviamente que las relaciones no pueden ser restauradas completamente por medio del esfuerzo humano, sino por Dios Padre y el trabajo del Espíritu Santo. Hay agentes de cambio en Ruanda quienes, por oración, buscan a personas de paz y usan sus círculos de influencia para facilitar esta sanación. En estos círculos, me sentí una ligereza y una tranquilidad. Entre cristianos que buscan a Cristo, compartimos historias de sus familias y de la guerra. No suelen hablar sobre estas cosas, pero los restaurados no tienen tanto miedo de lo que no se habla. Están dispuestos a dar a luz estas cosas, porque han experimentado el consuelo de Dios.
No sé completamente cómo se reponen los pedacitos otra vez. Pero sé que aparte de Él, no hay sanación duradera. Él restaura. Él revitaliza el alma. Él revive los huesos. ¿Quién más puede hacer lo que Él puede hacer?
“La mano del Señor vino sobre mí, y su Espíritu me llevó y me colocó en medio de un valle que estaba lleno de huesos. Me hizo pasearme entre ellos, y pude observar que había muchísimos huesos en el valle, huesos que estaban completamente secos. Y me dijo: «Hijo de hombre, ¿podrán revivir estos huesos?» Y yo le contesté: «Señor omnipotente, tú lo sabes».
Entonces me dijo: «Profetiza sobre estos huesos, y diles: “¡Huesos secos, escuchen la palabra del Señor! Así dice el Señor omnipotente a estos huesos: ‘Yo les daré aliento de vida, y ustedes volverán a vivir…
Tal y como el Señor me lo había mandado, profeticé. Y mientras profetizaba, se escuchó un ruido que sacudió la tierra, y los huesos comenzaron a unirse entre sí. Yo me fijé, y vi que en ellos aparecían tendones, y les salía carne y se recubrían de piel, ¡pero no tenían vida!
Entonces el Señor me dijo: «Profetiza, hijo de hombre; conjura al aliento de vida y dile: “Esto ordena el Señor omnipotente: ‘Ven de los cuatro vientos, y dales vida a estos huesos muertos para que revivan’ ”». Yo profeticé, tal como el Señor me lo había ordenado, y el aliento de vida entró en ellos; entonces los huesos revivieron y se pusieron de pie. ¡Era un ejército numeroso!
Luego me dijo…“Pondré en ti mi aliento de vida, y volverás a vivir. Y te estableceré en tu propia tierra. Entonces sabrás que yo, el Señor, lo he dicho, y lo cumpliré. Lo afirma el Señor” (Ezequiel 37:1-5, 7-10, 14).
Tal como sabemos que las cosas de esta vida serán destruidas y rotas, la restauración pasa en el Reino de Dios cada día. Dios no hace promesas falsas. Si nos llama a amar a nuestros enemigos, podemos confiar de que ya conquistó la situación. En Cristo, tenemos la esperanza de restauración en nuestras relaciones, las cual son tan esenciales en la vida. Los huérfanos han sido colocados en familias. A los silenciados se ha dado una voz. Los cautivos de odio han sido libertados. Y Su restauración se estira continuamente más lejos y profundamente en estos corazones.
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Escrito por Jocelynn Goff, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Searcy, AR
¿Hay personas difíciles en tu vida? Seguramente no '-). ¡Ejem! Debemos admitir que hay relaciones que pueden ser bastante complicadas. Creo que todos tenemos personas en nuestras vidas a corto o largo plazo que pueden resultar difíciles. Tal vez un jefe, un compañero de trabajo, un vecino, un hermano, un padre, un hijo, un hermano o una hermana en la iglesia. Entonces, ¿cómo navegamos en estas relaciones difíciles? ¿Cómo reflejamos Su naturaleza? ¿Cómo podemos ser sal y luz para el mundo que nos rodea? En pocas palabras, ¿cómo nos llevamos unos con otros?
Por supuesto, queremos mirar a Jesús como nuestro ejemplo y cómo El interactuó con quienes lo rodeaban. Mientras escudriñamos las Escrituras, vemos en Génesis 1:27 “Dios creó al hombre a Su propia imagen…” Esto nos llama a respetarnos unos a otros como iguales a los ojos de Dios como Su creación. Esto no significa que debamos ser mejores amigos de todos, pero es necesario un cierto respeto.
En Juan 13:35 Jesús habla de un nuevo mandamiento de amarse los unos a los otros y dice: "en esto todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros". Esto parece una tarea bastante difícil. Sin embargo, todos conocemos la Regla de Oro, “así que, en todo, haz a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti…” Mateo 7:12. Sabemos de forma inherente cómo nos gustaría que nos traten, así que esto nos guía cuando pensamos en cómo tratar a los demás.
Pablo nos da principios que nos guían en Romanos 12:9-21. Un verso en particular, “‘si es posible, en la medida en que dependa de ustedes, vivan en paz con todos". Esto me indica que puede haber ocasiones en las que esto no sea posible. Por lo tanto, necesito recordar Mateo 10:16b. Cuando Jesús envió a los 12, les instó a ser “astutos [sabios] como las serpientes e inocentes [sencillos] como las palomas". He encontrado algunos consejos prácticos que te ayudarán a navegar las relaciones con aquellos que pueden encajar en esta categoría.
1. Escuchar y buscar puntos en común, áreas de común acuerdo y mantenerlas en la conversación, ya sea en el trabajo o en las interacciones personales.
2. Amarlos en donde ellos están, sin tomar la tarea de arreglarlos.
3. Plantar una semilla de verdad en la conversación.
4. Ser "cortésmente asertiva" para completar una tarea, ya sea con un reparador, un compañero de trabajo, un niño o cualquier otra persona en la que tengas que ayudarle a hacer su trabajo sin hacerlo por ellos.
5. Establecer un límite de tiempo determinado por la necesidad de la situación para la interacción. Este podría ser tan breve como cinco minutos, por ejemplo.
6. Incluir a otra persona en la conversación para amortiguar, neutralizar la intensidad del conflicto o ser testigo si las cosas se ponen difíciles.
7. Recordar que esa persona y esa relación no te define.
8. Hacer una autoevaluación y darte cuenta de que en realidad podrías ser tú la difícil en la relación. Si esto es cierto, arrepiéntete humildemente, discúlpate y comprométete con un nuevo modo de operación. Dar el ejemplo de asumir tu propia responsabilidad cuando corresponda.
9. Cubrir todas tus relaciones con oración pidiendo que el Espíritu Santo te acompañe y te indique si necesitas callar o salir de la situación.
Que Dios nos bendiga a todos mientras buscamos ser sabios, inocentes, amorosos, respetuosos, amables y veraces en nuestras relaciones.