Como Hermanas Rosa de Hierro, celebramos la diversidad entre las rosas bellas en el jardín de Dios. Pero también reconocemos las espinas que nos impiden.
Era el atardecer una tarde del verano. El sudor escurría hasta mis ojos. Pero aguantaba la incomodidad al llenar mi envase de moras y en anticipación a un postre delicioso de moras.
Todos los años, disfruto buscar moras: los recuerdos de haberlas buscado en la granja de mis abuelos, el fruto de la labor en un día caluroso, y el éxito de haber cumplido algo difícil, conseguir una mora más justo fuera de mi alcance.
Estaba determinada de atravesar las viñas enredadas de los arbustos salvajes de moras para alcanzar el siguiente arbusto con moras aún más grandes, pero me quedé atrapada. La tentación fue demasiado grande. Pero las viñas espinadas que me rodearon se engancharon en mi ropa y cavaron en mi piel. No importaba por donde me movía, me enredé más y el dolor se aumentó.
Las espinas que caracterizan los arbustos de moras son viciosas, enredadas, frustrantes y una molestia que impide. Luchando para liberarme me hizo aún más difícil desalojar las espinas clavadas.
Las espinas no sólo se encuentran en los arbustos de moras o de rosas. ¿Cómo nos liberamos de ellas? Y ¿qué pasa cuando se nos enganchan las espinas de otros?
Dios nos invita a romper las espinas de ciclos destructivos que impiden nuestro crecimiento y nuestra libertad. Las espinas de nuestro pasado no tienen que definirnos ni entramparnos.
No hay espina demasiado clavada para Dios quitar. No hay viña espinada demasiado enredada para que Dios no te libere.
Cuando mi mamá buscó por Google el propósito de las espinas en los arbustos de moras, la primera respuesta que le salió fue la recomendación de plantarlas en una pared o con una cerca “para impedir a los jóvenes escalar.” No era la respuesta que esperábamos, pero me recordó cuánto permitimos que las espinas nos desalienten.
Satanás usará lo que sea para impedir nuestra libertad. Pero la libertad es una promesa del que rompe las espinas, el que transforma las vidas y el que redime los quebrantos y los dolores.
¿Cuál es una espina que quieres que Dios te libere? El Sanador es amoroso, paciente y amable, aún si la libertad de las espinas requiere disciplina, una podada o dolor.