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Escrito por Brenda Brizendine, asistente de comunicaciones del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Castle Rock, CO (publicado originalmente en octubre del 2018)
Salmos 37:4
Deléitate en el SEÑOR,
y él te concederá los deseos de tu corazón.
Cuando crecía y empezaba a notar un interés en los chicos, empecé a imaginar cómo sería mi vida de casada. ¡Una casa linda, un esposo amoroso y muchos niños!
¡Tenía además muchas metas por cumplir! Terminar la secundaria, graduarme de la escuela, ir a la universidad y graduarme de allí también. ¡Por supuesto! También imaginaba ser una persona exitosa en el mundo profesional. Pero nunca dejé de pensar en la persona con quien me casaría y compartiría el resto de mi vida.
El tiempo pasaba… Completaba mis metas académicas, inicié mi vida profesional. Ah, pero también inicié a involucrarme más en el servicio para el Señor en mi congregación. Tenía que cumplir en todas las áreas. Pero no dejaba de pensar, ¿quién será esa persona que Dios tiene para mí?
Sin darme cuenta, empecé a darle mucha más importancia a la idea de estar casada y sí, por qué no decirlo, se volvió un poco como una obsesión. Mis amigas iniciaban a tener novios, a casarse y tener hijos y familias bellas. Y yo seguía pensando ¿a quién me enviará Dios? (Mis familiares también iniciaron a recordarme de lo que me “faltaba”, porque ya no estaba muy joven).
En mi afán de cumplir “mi sueño” inicié un par de relaciones de noviazgo que me dejaron el corazón destrozado. ¿Fue la culpa de los “chicos”? ¿Fue mi culpa por haberme dejado enamorar? Pero, ¿y qué hay de mi sueño? Dios, ¿por qué no me concedes mi deseo?
Una tarde, durante una reunión de estudio bíblico, la persona que estaba enseñando nos llevó a leer 1 Corintios 7, y allí se menciona que las solteras debemos ocuparnos en las cosas del Señor. Fue allí en donde comprendí que era mi tiempo de poner mi atención en el Señor Jesús y no en cualquiera de las otras “cosas” que tenía en mi agenda. Era ese el momento en el que yo podía servirle completamente entregada a Él.
Así fue, al empezar a enfocar mi mirada, mi tiempo y “mi” agenda en las cosas del Señor, fue cuando aprendí a conocerle mejor, a deleitarme en Él y en ser más como la persona que Él quiere que yo sea.
Fue solamente así, estando completamente entregada a Él, deleitándome en Él cuando el hombre de mis sueños llegó a mi vida. (Tengo 7 años de matrimonio y una bella hija como resultado de esta unión.)
No sé qué anhelo tienes en tu corazón y crees que Dios se ha olvidado de concederte. Sé que Él es un Dios bueno, y Él tiene una buena, agradable y perfecta voluntad para cada una de nosotras (Romanos 12:2).
Mi mensaje aquí no es que lo busques a Él solamente con la intención de alcanzar tu anhelo u obtener algo a cambio. Mi mensaje es que como resultado de buscarlo a Él primero y deleitarte en Él (Mateo 6:33); al estar completamente entregada a Él, se abrirán bendiciones sobreabundantes y, tu sueño, o el sueño del Señor se cumplirá en ti (Salmo 138:8).
Colosenses 3:1-4: Ya que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra, pues ustedes han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, que es la vida de ustedes, se manifieste, entonces también ustedes serán manifestados con él en gloria.
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Escrito por Liliana Henríquez, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Colombia
Recientemente, me cité con una amiga y hermana de la iglesia, para hablar un rato ya que teníamos tiempo sin saber una de la otra. Ella me conversó sobre sus hijos, cómo le iba con las clases en línea, su trabajo…en fin, toda su vida. Yo sólo escuchaba, sonreía y le expresaba mi alegría por las buenas noticias que me compartía. Luego de una hora, ella me preguntó que cómo estaba yo, mi respuesta fue breve y simple: “estoy bien, trabajando desde casa y mi familia está bien, gracias a Dios.” Eso fue todo. Nos despedimos, pero antes de terminar la reunión por Zoom, me dijo: “la próxima vez tienes que contarme más de ti porque siento que yo hablé demasiado.” Sonreí y finalizamos la reunión.
Luego reflexionando, me di cuenta que de verdad mi vida es muy SIMPLE. Yo no tengo anécdotas sobre hijos que contar, no tengo responsabilidades con otros más allá de mi trabajo secular como docente y psicóloga y mi rutina diaria es casi inalterable porque depende solo de mí. De esa anécdota con mi amiga, llegué a la conclusión de que quizás Dios nos ha permitido a nosotras las solteras, la oportunidad de tener una vida relativamente “simple”, para poder ayudar a otras que tienen vidas complejas.
Esto me recuerda Gálatas 6:2 que nos dice: “Sobrellevad los unos las cargas de los otros…” Esto es mucho más fácil de lograr si alguna de las dos partes está más liviana que la otra. Si ambas están cargadas al tope, no serán de gran ayuda mutua. Así que me di cuenta de que ser soltera y con una vida simple, es de gran ayuda para la iglesia porque hay muchas hermanas con cargas emocionales muy pesadas que necesitan consuelo, ánimo o sencillamente a una hermana dispuesta a escucharlas para sentirse menos cargadas. Eso también es trabajo misionero. Porque hacer misiones no se reduce a predicar el Evangelio al inconverso, sino que también se trata de predicarle y recordarle el Evangelio al creyente.
La unión de una vida simple con una vida compleja es un ejemplo práctico de Proverbios 27:17, hierro afilando hierro, donde ambas partes se edifican y se ayudan a crecer en Cristo. Así que si hoy tú, hermana soltera que me lees, te estás preguntando qué puedes hacer en la iglesia, te animo a ser esa hermana que ayude a aliviar las cargas de aquellas que se sienten cargadas. ¡Las solteras somos más útiles de lo que pensamos! Sirvamos de la forma que Dios nos ha llamado a servir con corazón y devoción.