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Una noche, en un estudio bíblico, compartí una lección con las hermanas hispanas en una congregación de Houston, Texas. La clase fue sobre las mentiras y la verdad, e incluí porciones en este libro, ¿Quién tiene la última palabra?, por cierto.
La clase fue bien recibida y al final, les invité a juntarse en pareja con la que estuvo al lado para compartir una mentira de Satanás con la que lucha personalmente. Además, tuvieron que buscar un versículo en la Biblia, una verdad que cortó esa mentira, tal como se encuentra en el Cuadro de Mentira/Verdad. Fue bello verlas hablar y hojear sus Biblias.
Cuando ya estaban por terminar, dos mujeres me llamaron para acercarme y escucharles. Les urgía compartir conmigo que las dos luchaban con la misma mentira: que no tienen suficiente tiempo para leer sus Biblias. Pudieron animarse mutuamente en la verdad y la promesa de las Escrituras. Intercambiaron los números de teléfono para poder animarse durante la semana. Antes de que me fuera, me leyeron el versículo que les dio tanta esperanza y gozo, la verdad que cortó la mentira de Satanás y dio a Dios la última palabra en sus vidas:
Sólo te pido que tengas mucho valor y firmeza para obedecer toda la ley que mi siervo Moisés te mandó. No te apartes de ella para nada; sólo así tendrás éxito dondequiera que vayas. Recita siempre el libro de la ley y medita en él de día y de noche; cumple con cuidado todo lo que en él está escrito. Así prosperarás y tendrás éxito. (Jos. 1:7-8)
Dios dio a Josué un gran recordatorio por tercera vez en el primer capítulo de Josué, “Sé fuerte y valiente.” Que Dios nos siga bendiciendo con estos recordatorios alentadores, tal como hizo para las dos mujeres esa noche. Y que siga usando al Ministerio Hermana Rosa de Hierro para equipar e inspirar a mujeres en sus relaciones con Dios y con otras mujeres.
Mi pregunta para ti hoy es: ¿Crees que esas mujeres hubieran sido tan impactadas por ese versículo y conmovida por la verdad de ella contra esa mentira si no fuera en el contexto de un grupo pequeño?
Miramos la verdad y las mentiras por el libro ¿Quién tiene la última palabra? Pero el mayor valor de ese estudio viene al estudiarlo en el contexto de los grupos pequeños.
Este mes, como enfoque de la relación entre Hermanas Rosa de Hierro, les animamos a buscar o iniciar un grupo pequeño de ellas para realizar éste u otro estudio.
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Escrito por Nilaurys Garcia, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Chile
Algunos lugares tienen ascensores y otros escaleras fijas o eléctricas. Subir escaleras puede ser difícil para niños, ancianos o alguna persona que tenga dolencias en su cuerpo. Piensa un segundo en el esfuerzo que haces tú para subir una escalera fija.
Hace un par de semanas mientras hablaba con una amiga le comenté que la vida cristiana es como subir una escalera mecánica que va bajando (nos conocemos desde hace más de 15 años así que soltó una carcajada, ella sabe que me gustan los ejemplos y esperó a que elaborara la idea). Algunos no entenderán la imagen que estoy proponiendo, pero déjenme explicarles. Subir escaleras mecánicas que bajan es un poco complicado, hay un movimiento que nos lleva hacia abajo por más que intentemos subir y tengamos la más grande fuerza de voluntad, pero si nos esforzamos y establecemos un ritmo de pasos constante podemos mantenernos ascendiendo e incluso llegar a la cima luego de sudar un poco. Sin embargo, ¿qué sucede si nos distraemos o tropezamos? Lo más probable es que la escalera nos arrastre hasta abajo un par de escalones o si perdimos mucho el ritmo que tengamos que volver a empezar de cero.
Nuestra vida espiritual es parecida a esta idea de subir una escalera eléctrica que va bajando, si nos esforzamos (estudiamos la palabra, oramos, nos mantenemos firmes, tenemos comunión con la iglesia) podemos ascender constantemente y crecer en nuestro caminar diario con El Señor Jesucristo. Se hace fácil ser cristiano cuando me siento llena de la bondad y el amor de Dios, es mucho más fácil esperar pacientemente en el tráfico de la ciudad cuando recuerdo que el gozo del Señor mi fuerza es y levantarme con un corazón agradecido porque Dios me ha regalado un nuevo día. Pero cuando dejamos que otras cosas nos distraigan y nos hagan perder el enfoque damos pasos en falso, nos arriesgamos a caer hasta el fin de la escalera y tener que comenzar de nuevo, olvido el gozo del nuevo día y me alejo de aquel que se entregó a sí mismo por mí.
Hemos escuchado muchas veces sobre estas características que pide Pedro nos esforcemos por: “añadir a nuestra fe, virtud; a la virtud, entendimiento; al entendimiento, dominio propio; al dominio propio, constancia; a la constancia, devoción a Dios; a la devoción a Dios, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor” (2 Pedro 1:5-7 NVI). Todas estas características nos harán crecer en el conocimiento de Nuestro Señor Jesucristo y evitarán que seamos inútiles e improductivos (v. 8). Si volvemos a la imagen de la escalera estamos constantemente esforzándonos por añadir estas cosas a nuestra fe (subir la escalera).
Aunque esta escalera sea un camino individual, pensemos en que todos estamos subiendo. La comunión con la iglesia es importante, estamos todos animándonos a dar el siguiente paso. Sin importar tu estatus, casada o soltera, todas estamos en este camino, estamos animando a otros y recibiendo su apoyo pues formamos parte de este gran cuerpo que tiene como cabeza a Jesús.