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Escrito por Karla Leyton, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Nicaragua
Por medio de las Escrituras hemos conocido que Dios creó todo cuanto podemos observar en nuestro día a día y que es muy hermoso, como lo es la naturaleza, pero debemos resaltar que entre todo lo creado, lo más especial para Dios fue crear al ser humano.
En Génesis 1:26 encontramos: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.” Esta es una razón por la cual quiere que todas seamos salvas, pero también que pertenezcamos a un ministerio con los dones y talentos que Él dispuso en cada una de nosotras.
Es por eso que vemos en varios pasajes de la Escritura ejemplos de mujeres que se entregan con el corazón a Dios, y quienes obedientemente, cumplen con una misión determinada que agrada a nuestro Amado Padre. Podemos destacar a Débora, aquella jueza valiente que tenía integridad y determinación; a María, quien fue escogida para ser madre de nuestro Salvador; a María Magdalena, una discípula siempre dispuesta a aprender; a Sara, esposa de Abraham, quien fue amable y obediente; y a Ester, quien con su belleza e inteligencia mantuvo a salvo a su pueblo.
Todas ellas, y ahora nosotras, podemos sentirnos agradecidas por ser una parte del Todo. Hacemos eso, por ejemplo, cuando reconocemos la bendición de ser maestras de la escuelita dominical instruyendo al niño, o cuando enseñamos a otras mujeres a cómo utilizar su personalidad y aptitudes para servir al pueblo de Dios.
“Porque somos hechura suya creados en CRISTO JESUS para buenas obras, las cuales Dios preparo de ante mano para que anduviésemos en ella.” (Efesios 2:10)
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Escrito por Rachel Baker, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Searcy, AR
“Hay diferentes clases de dones espirituales, pero todos vienen del mismo Espíritu.” (1 Corintios 12:4)
Como maestra, es importante saber cuáles son mis áreas de especialización. Por ejemplo, me encanta enseñar a leer y escribir, pero las ciencias y la historia no son mis mejores materias. Me cuesta conectarme con los adolescentes, pero podría pasar todo el día en un aula de preescolar.
¡Esto fue una gran fortaleza cuando mis hijos eran pequeños y estaban aprendiendo a leer! El problema es que los niños no permanecen jóvenes para siempre. Con el tiempo aprenden a leer y escribir, y luego se dan cuenta de que hay otros temas que aprender y explorar.
Pero aquí está la buena noticia: ¡no soy la única maestra en la vida de mis hijos! Hay tantas otras personas que tienen fortalezas, habilidades y pasiones que están dispuestas a llenar esos vacíos. No tengo que saber cómo hacer de todo. La mejor manera en que puedo servir es apegándome a mis fortalezas.
Lo mismo es cierto para nosotras como hermanas en el cuerpo de Cristo. Si bien es posible que no sea la primera mujer a la que llamaría para preparar una comida para alguien que lo necesita, con mucho gusto ofreceré mi tiempo en la guardería o en la planificación de actividades para mujeres. No querrás que decore ningún evento, pero podría dirigir las canciones o decir una oración.
En esta temporada de acción de gracias, estoy especialmente agradecida de ser parte de un cuerpo que está lleno de tantas fortalezas, habilidades y talentos diferentes. ¿Qué parte aportas al Todo? ¿Cómo puedes animar a tus hermanas a que también hagan su parte?