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Escrito por Deanna Brooks, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas
En el otoño de 1965, mis abuelos se mudaron a Junction City, Arkansas, para trabajar con una pequeña congregación. El abuelo tenía 73 años y la abuela Dee tenía 68 años y estaba completamente ciega por complicaciones diabéticas. Se mudaron a una casa al otro lado de la calle de la escuela y, como siempre lo hacían, comenzaron a hacerse amigos de los vecinos.
Unos tres años más tarde, una familia se mudó a una casa en la propiedad de la escuela. Mis abuelos se fijaron en Alan, de cuatro años, y a menudo se le podía encontrar en su casa comiendo galletas y bebiendo leche mientras la abuela Dee le hablaba de Adán y Eva, Moisés, José, David y, sobre todo, de Jesús.
La familia no iba a la iglesia en ninguna parte. El padre era un alcohólico que se bebía gran parte de su sueldo de maestro de escuela. Alan nunca dejó de ir a la iglesia con mis abuelos, y tan pronto como sus hermanos menores pudieron ir, también los llevó. El abuelo le enseñó a Alan a leer las Escrituras en público, a dirigir cantos y oración.
Había veces que yo estaba de visita y mi abuela preparaba una olla de sopa o asado y papas para llevar al otro lado de la calle a la familia.
De vez en cuando la madre acompañaba a sus hijos a la iglesia. El padre era hostil y le dijo a mi abuelo que no llevara a su familia a la iglesia, pero Alan se escapaba con sus hermanos mientras su padre estaba fuera o durmiendo borracho y venía de todos modos.
Luego, la familia se mudó. Mis abuelos, preocupados, a menudo oraban para que los niños no siguieran los pasos de su padre, Phil. Cuando la familia se mudó, la hermana del padre, que era cristiana fiel, vivía cerca y pudo involucrarse más, y pidió ayuda al predicador local.
Llegó el día en que Dios llamó la atención de Phil, y Phil estaba dispuesto a escuchar. Unos días más tarde, mis abuelos recibieron una carta de Phil, agradeciéndoles por amarlo a él y a su familia, a pesar de que había sido un "pagano malo". Escribió acerca de ser bautizado para la remisión de sus pecados y dijo que quería contarles a otros las buenas nuevas.
Hace unos años, recibí un mensaje de Alan que decía que había contado la historia de Jim y Dee Layton por todo el mundo... cómo se acercaron a un niño pequeño y comenzaron a contarle verdades sencillas de la Biblia, lo que lo llevó a la fe en Jesús. Mis abuelos vivieron 1 Corintios 9:19b: "de todos me he hecho esclavo para ganar a tantos como sea posible" (NVI). Vieron una necesidad y silenciosamente la satisfacían.
Phil, su hijo Alan y los otros hijos de Phil han hablado en eventos durante los últimos 45 años más o menos, llegando a personas que nunca entrarían por la puerta de un edificio de la iglesia. Han llevado el mensaje del evangelio fuera de los muros y han contado el mensaje de salvación a miles de personas.
Todo esto comenzó con una pareja mayor que se dio cuenta de un niño pequeño y le abrió su hogar y sus corazones. Recuerdo a Jesús que dijo: "Dejen que los niños vengan a mí" (Mt 19:14a).
"Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica” (Ef 2:10). Mis abuelos habían estado haciendo sus buenas obras durante muchos años dondequiera que estuvieran, y el amor que mostraban a Alan y a su familia era simplemente la forma en que vivían la vida.
Pablo escribió a Timoteo: "Lo que me has oído decir en presencia de muchos testigos, encomiéndalo a creyentes dignos de confianza, que a su vez estén capacitados para enseñar a otros" (2Ti 2:2).
Una pareja de mayores... ninguno de los dos terminó la escuela secundaria... Un niño... una hermana... Otro predicador... y la Palabra de Dios se combinó para traer una familia al redil, y esa familia ha podido alcanzar a muchos otros.
Miramos a nuestro alrededor y vemos a personas que no conocen el Mensaje que alguien nos enseñó. ¿Participaremos en la admonición de Pablo a Timoteo de enseñar a hombres (y mujeres) fieles que, a su vez, también enseñarán a otros?
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Escrito por Liliana Henríquez, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Colombia
No sé qué ha pasado últimamente, pero he sentido que el mundo se ha acelerado y estamos viviendo la vida en “X2” como los audios de WhatsApp. Por un lado, ha sido maravilloso, porque hemos logrado hacer muchas cosas en menos tiempo. La tecnología nos ha ayudado mucho y ha puesto el conocimiento al alcance de todos; así que, ya no hay excusas para crecer y mejorar en cualquier área de nuestra vida. Pero, por otro lado, vivimos tan acelerados que, a veces, se nos olvida disfrutar el momento y agradecer las bendiciones que Dios nos va dando día a día.
Hoy quiero enfocarme en el lado positivo de esta aceleración, y una de las cosas que me encanta de esta era, es la globalización. Las barreras físicas ya no son un obstáculo para comunicarnos y conectarnos unos con otros. Ya nos vemos como un todo, hemos normalizado los diferentes husos horarios y culturas. Tenemos amigos y clientes en todas partes del mundo y los sentimos super cercanos gracias a las videollamadas o reuniones por Zoom.
Otro aspecto positivo de la globalización, es el acceso que ha tenido todo el mundo al Evangelio. La gente está reconociendo la necesidad de Cristo. Lo hemos visto en artistas y figuras famosas, quienes han compartido públicamente su camino de fe y han inspirado a otros a tomar la decisión de aceptar a Cristo y obedecer el Evangelio. ¡Eso me alegra mucho!
Siento que cada quien está utilizando sus plataformas o canales de influencia para impactar al mundo positivamente, haciendo conocer más a Cristo y dándole relevancia al área espiritual. Estamos ejerciendo nuestra libertad de una manera correcta.
Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar a mayor número. Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley. Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos. Y esto hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él. (1Co 9:19-23 RV1960)
Cristo no es religión, es relación y estilo de vida. Se debe notar que somos discípulos de Cristo no solo en la iglesia, sino en nuestro trabajo, amistades, relaciones, etc. No tiene sentido ser cristianos en ciertas áreas o lugares específicos. Somos un TODO; alma, mente y cuerpo, y debemos ser coherentes y congruentes con lo que profesamos. Si somos cristianas, debemos actuar como tales en nuestro diario vivir. De esta manera podremos poner en práctica una de mis frases favoritas:
"Predica el Evangelio en todo momento, y si es necesario, usa las palabras." San Francisco de Asís
Fuimos llamadas a dar a conocer a Cristo en todo instante. ¡Son las buenas nuevas que este mundo tan acelerado necesita!