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Escrito por Michelle J. Goff, fundadora y directora ejecutiva del Ministerio Hermana Rosa de Hierro
“¡Ven, Señor Jesús!” es mi llamado frecuente, anhelando liberación de las luchas de este mundo. Las cargas de esta vida, a un nivel personal, familiar, congregacional y global, son abrumadoras y desalentadoras. Cuando mi mente está enfocada en estas aflicciones, pierdo la vista de la perspectiva eterna. Me olvido de que son “sufrimientos ligeros y efímeros” (2Co 4:17 NVI).
Por tanto no desfallecemos, antes bien, aunque nuestro hombre exterior va decayendo, sin embargo nuestro hombre interior se renueva de día en día. Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación, al no poner nuestra vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas. (2Co 4:16-18 LBLA)
Estoy agradecida por la esperanza de lo eterno. Dios es eterno, el mismo ayer, hoy y para siembre (Heb 13:8). Somos invitadas a lo eterno, lo cual Él ha puesto en nuestros corazones (Ec 3:11). Cuando “vivimos por fe, no por vista” (2Co 5:7 NVI), probamos lo eterno y confiamos en Aquél que ve lo que nosotros no podemos (2R 6:17-20; Ef 6:12).
Tu palabra, Señor, es eterna
y está firme en los cielos.
Tu fidelidad permanece por todas las generaciones; (Sal 119:89-90a)
Estoy agradecida de que puedo ser liberada del pecado y de la muerte. Este mundo quebrantado está sujeto a las consecuencias del pecado: la muerte y la destrucción. Y cada una de nosotras individualmente está sujeta a lo mismo. Estamos envueltas en el pecado y la muerte. Nos consumen como una ley inescapable (Ro 8:2), pero no tiene que ser el final de nuestra historia.
¡Soy un pobre miserable! ¿Quién me librará de este cuerpo sujeto a la muerte? ¡Gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor! (Ro 7:24-25a)
Estoy agradecida por la esperanza de la resurrección. Cuando somos unidas con Cristo en Su muerte y Su sepultura a través del bautismo, somos invitadas a la resurrección (Ro 6:1-7). Puedo tener una nueva vida (2Co 5:17). Puedo ser renovada cada mañana (Lm 3:23).
En efecto, si hemos estado unidos con él en una muerte como la suya, sin duda también estaremos unidos con él en su resurrección. (Ro 6:5)
Estoy agradecida por la liberación, ahora y para siempre. Cuando muero a mí misma, estoy liberada de las trampas que el acusador pone en mi camino. Camino en novedad de vida. Satanás y la muerte ya han sido conquistados por Cristo (Ro 8:1, 37). A través de Cristo, estoy redimida de las mentiras que giran en mi mente, alimentadas por el padre de la mentira (Jn 8:44). El Espíritu me empodera a tomar cautivo cada pensamiento (2Co 10:5).
…pues aunque vivimos en el mundo, no libramos batallas como lo hace el mundo. Las armas con que luchamos no son del mundo, sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas. Destruimos argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevamos cautivo todo pensamiento para que obedezca a Cristo. (2Co 10:3-5)
Estoy agradecida de compartir las buenas nuevas con otros y compartir en su gozo (Mt 28:18-20).
Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor se llevó de repente a Felipe. El eunuco no volvió a verlo, pero siguió alegre su camino. (Hch 8:39)
Estoy agradecida por la Palabra de Vida y el Espíritu que me recuerda de la Verdad, especialmente cuando me siento sobrecargada por esta vida (Jn 1:1, 14:6).
Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les hará recordar todo lo que he dicho. La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden. (Jn 14:26-27)
A través de Cristo Jesús nuestro Señor, hay cosas innumerables por las cuales podemos dar gracias. ¿Por qué estás agradecida hoy?
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Escrito por Karla Dourado, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en João Pessoa, Brasil
Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él. (Col 3:17, NVI)
La gratitud es una actitud que transforma vidas y la forma en que nos relacionamos entre nosotros y con Dios. Las palabras son importantes. Pueden edificar, animar y convertir. Pero la verdadera gratitud va más allá de lo que decimos, se demuestra con nuestras acciones. Santiago 2:17 dice que la fe sin obras está muerta. Por lo tanto, la gratitud debe mostrarse a través de nuestra actitud.
La gratitud es acción: Servir a los demás, ayudar a alguien necesitado o incluso llevar a cabo tareas comunitarias son buenos ejemplos de cómo podemos manifestar lo que dice 1 Pedro 4:10: "Cada uno ponga al servicio de los demás el don que haya recibido, administrando bien la gracia de Dios en sus diversas formas".
Colosenses 3:17 nos invita a reflexionar sobre la forma en que vivimos nuestra vida diaria y la importancia de reconocer y agradecer a Dios en todos los aspectos de la misma, reconociendo las bendiciones que recibimos, incluso en las cosas más pequeñas. “Den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús" (1 Tes 5:18).
Mientras escribo, recuerdo los momentos en los que pasé por dificultades en un área de la vida, solo podía concentrarme en el problema. Desde hace algún tiempo, he estado tratando de practicar la gratitud. Con este cambio de mentalidad, he podido desenfocarme del problema y ver lecciones para mí misma que podría compartir con los demás.
Fue una elección simple, pero ha tenido un gran impacto en mi vida y, en consecuencia, en quienes me rodean.
La profundidad de esta guía bíblica continúa impactando mi vida. La idea de que todo lo que hago debe hacerse en el nombre del Señor me hace darme cuenta de que necesito estar constantemente vigilante para que lo que digo y lo que hago estén alineados porque esto representa la fe que profeso.
Hace dos años, algo sucedió en mi vida, un momento realmente desafiante. Antes, habría dejado que la impulsividad me dominara... pero desde hace dos años le pregunto a Dios: ¿Cómo puedo actuar en esta situación en el nombre de Jesús? Con esto, he estado eligiendo la paciencia y la empatía, en lugar de la ira y la culpa.
En lugar de entrar en discusiones, ahora elijo esperar a que Dios actúe, con gratitud por todo lo que sucedió en estos dos años. No es fácil, pero no es imposible cuando nos dejamos guiar por el Señor. Respirar y dejar que Dios actúe es gratificante, incluso en medio de las dificultades.
Hoy, puedo ver el cuidado de Dios desplegándose en cada situación y puedo agradecerle con sinceridad desde mi corazón.
Animo a todas los que lean estas breves palabras a ser agradecidas en cualquier circunstancia y a experimentar el cuidado de Dios, sin importar lo complicada que parezca la situación.