Nos encanta construir relaciones. Suscríbete a nuestro blog para recibir ánimo semanal en tu bandeja de entrada de correo electrónico.
Etiquetas
Búsqueda
Compras en línea
Nuestros libros, recursos gratis, tarjetas, botellas de agua, y más
Blog
Más entradas del blog abajo
- Detalles
Escrito por Karla Cass, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Colorado
Como terapeuta, veo a clientes plagados de ansiedad entrar y salir de mi oficina todos los días. La ansiedad entre los niños y jóvenes de nuestra nación está en su punto más alto. La generación actual es una de las más ansiosas de la historia, pero Cristo nos llama a algo diferente. Filipenses 4:6-7 (NVI) nos dice:
No se preocupen por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.
Al meditar en este versículo, me siento transportada a una época en la que sentí la mayor ansiedad en mi propia vida y en la que sentí que tenía muy poco por lo que estar agradecida. En un mundo lleno de cosas que pueden volvernos ansiosos, ¿cómo podemos ser obedientes a la Escritura y permitir que "la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento" entre en nuestra vida?
La prueba
Queridas hermanas, debo confesar que a menudo lucho con la línea de tiempo de Dios, que ha sido una fuente principal de mi ansiedad en el pasado. Tuve un momento particularmente difícil con el tiempo de Dios en la primavera de 2018. Mi esposo y yo fuimos bendecidos con una hermosa niña el día antes de Navidad en 2014. Hablamos de ampliar nuestra familia y yo tenía una visión definida de cómo debería ser nuestra familia. Después de dos años de intentar tener más hijos, recurrimos a profesionales médicos para que nos orientaran. Justo antes de Pascua recibí un diagnóstico de infertilidad y me dijeron que mis óvulos eran de "mala calidad". No se me escapó la ironía de que, mientras el mundo estaba decorado con huevos de colores brillantes, ¡me dijeron que los míos eran viejos y polvorientos! En un momento, la visión de mi familia fue demolida junto con mi fe. El enemigo usó estas noticias para separarme de Dios y aumentar mi ansiedad y depresión. Me resultaba muy difícil estar agradecida por cualquiera de los numerosos dones con los que Dios nos había bendecido anteriormente. Mi ansiedad sobre nuestro futuro y cómo sería nuestra familia aumentaba día a día y perdí la fe en lo que siempre había creído; que Dios siempre estaba trabajando para nuestro bien. Sin embargo, a pesar de mi actitud y falta de fe, Él seguía obrando a mi favor. Dios continuó resolviendo las cosas para nuestro bien y para el bien de los demás porque Él puede ver mucho más para nuestras vidas de lo que nosotros nunca podemos.
Dios nunca falla
Durante 2020, fui bendecida con la oportunidad de iniciar un grupo de apoyo junto con algunas amigas de la iglesia para mujeres que también están pasando por infertilidad. Pudimos elevarnos unas a otras, apoyarnos unas a otras y señalarnos unas a otras a Cristo. Dios usó mis circunstancias difíciles para acercarme a mí y a las demás a Él. En enero de 2021, Dios superó todas las expectativas y descubrimos que estábamos embarazados de nuestro hijo y que era la adición perfecta a nuestra familia en el momento justo. A través de esta prueba, Dios obró las cosas para nuestro mayor bien y me dio el privilegio de servir a otros que caminan por un camino similar.
Cuando nos enfrentamos a grandes pruebas, ¿cómo podemos aumentar nuestra gratitud y disminuir la ansiedad por el futuro?
Confiar en las disciplinas espirituales
Descubrí que tres disciplinas espirituales me ayudaron a acercarme más a Él y aumentar mi fe en un momento de dificultades.
1 - Llevar un diario de gratitud me ayudó a concentrarme en las cosas que Dios me había dado y a ver que Él tiene un plan perfecto para mi vida y me da mucho más de lo que podía esperar u orar.
2 - La disciplina espiritual del silencio y la soledad me ayudó a ahogar los pensamientos y opiniones de este mundo y a mantener mis ojos en Cristo y en lo que Él quería para mi vida. Me hizo sacar tiempo para la oración y la súplica. A través de esta práctica, pude meditar en las Escrituras y disminuir la comparación, los celos y la ansiedad que me estaban robando el gozo que Dios quería para mí.
3 - Por último, aumenté mi tiempo en la Palabra y me dediqué a la memorización de las Escrituras para combatir los pensamientos ansiosos utilizados por el enemigo para hacerme dudar de Dios y de Su voluntad para mi vida.
Aunque mi lucha contra la infertilidad fue difícil, Dios aprovechó este tiempo para aumentar mi fe y acercarme más a Él. ¿Qué disciplinas espirituales puedes incorporar en tu vida diaria para detener el ciclo de ansiedad y comenzar a vivir la vida plena que Dios quiere para ti?
- Detalles
Escrito por Lisanka Martínez, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Venezuela
Cuando leemos en Efesios 4:29 “Ninguna palabra mala salga de vuestra boca, sino la que sea buena para edificar a otros según sea necesario, para que dé gracia a los oyentes” (RVR1960), es necesario tener en cuenta que es un mandato para todos los cristianos en todo tiempo, lugar y circunstancia. Debido a esto, notamos el compromiso que representa poder expresarnos, como nos lo indica la Palabra, de manera que nuestro hablar sea de edificación para quien nos escucha, evitando siempre lo contrario.
Este compromiso, les confieso, se me ha hecho cuesta arriba en varias ocasiones, e increíblemente más en mi vida como cristiana. Obviamente, antes de escudriñar la Palabra, cuando leía o escuchaba este versículo, me parecía dirigido a personas de lenguaje soez, no controlado o que siempre hablaban con malicia y doble sentido, ofendiendo y burlándose de los demás. Creía que no estaba dirigido a mí, quien, aunque decía de vez en cuando una mala palabra, trataba de cuidar dónde y a quién la decía, siendo respetuosa con las personas con quienes tenía algún contacto.
Después, siendo cristiana, recuerdo una anécdota que me ocurrió durante un discipulado en el que participaba poco después de haber sido bautizada.
Llegué 15 minutos antes a una reunión establecida para las 8 am, y encontré en el local solo a la hermana encargada de la clase, quien estaba allí desde las 7:30 am. El resto del grupo fue llegando en un lapso de media hora. Bastante después, la hermana que dirigía el discipulado fue la última en llegar con otra de las hermanas. Cuando les pregunte qué les había pasado y por qué llegaban con tanto retraso, la hermana acompañante me dijo que esa era la hora que la encargada le había dicho porque debían esperar que ya todas estuvieran allí antes de ir.
Yo estaba muy molesta y se lo hice saber a la hermana que dirigía el grupo diciéndole que me parecía una falta de respeto que nos citara a una hora y llegara casi una hora después a comenzar la actividad. Mi actitud tuvo su respuesta inmediata: su rostro se transformó y se alargó media hora más dando una improvisada clase (con sus correspondientes pasajes bíblicos) donde mostraba por qué una neófita como yo no debía reclamar nada a una anciana en la fe. Yo escuché el discurso en silencio y aun molesta, y finalmente pudimos pasar a la clase de verdad. Por supuesto, nada de lo que ella dijera me iba a convencer de que ella no nos había faltado el respeto a todas. Siendo venezolana, debía estar acostumbrada a esa característica de muchos de mis compatriotas: el incumplimiento de los horarios y la falta de respeto al tiempo de los demás, sin embargo, no lo estaba ni lo estoy aún.
Reflexionando acerca de esta vivencia, ahora pienso que ella, con más experiencia en la fe, debió simplemente disculparse con todos por llegar tarde y decirme a mí, la insubordinada, que hablaríamos luego con más calma acerca del tema, en vez de mostrar que ella era quien mandaba y los demás debíamos respetarla y obedecerla. En conclusión, ambas fallamos como amigas, hermanas y miembros de un grupo.
¿A cuántas de ustedes les ha sucedido algo parecido? (Recuerdo la experiencia que cuenta la hermana Michelle ocurrida durante una por la playa, contada en el libro En la mano derecha de Dios). Afortunadamente esas vivencias ahora se ven muy lejanas y las recordamos más objetivamente, aunque para todas en el grupo de mi anécdota no debe haber sido edificante a pesar del uso de la Biblia y de que no se emplearon palabras corrompidas.
Estudiando Trabajo Social, aprendí acerca de lo que significaba estar en un grupo y más si constituíamos un equipo; del compromiso, el nivel de confidencialidad y de cohesión que esto implicaba. Debía ser pan comido el trasladar eso a mis grupos de la iglesia muchos años después. Pero la experiencia me ha mostrado que he fallado en mi compromiso con Dios y con las integrantes del grupo debido a mi forma de ser, tratando de dar siempre instrucciones acerca de la forma correcta o adecuada de hacer o decir las cosas sin mostrarme lo suficientemente amorosa, comprensiva y compasiva en la mayoría de los casos. Mi compromiso no es solo enseñar, también incluye escuchar y mostrar la mayor empatía, y que mi cara y gestos reflejen el amor de Cristo y no solo mis palabras. Ahora, trabajo cada día en corregir y cambiarlo con la ayuda de Dios.
¿Escuchas a tus hermanas en el grupo perqueño mostrando amor?