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Escrito por Marbella Parra, voluntaria para el Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Honduras
Al leer la Biblia, podemos encontrar muchas historias ejemplares de mujeres que, con lo que tenían en sus manos, hicieron cosas importantes que influyeron en la vida de otros y dejaron una huella en la eternidad. En el Nuevo Testamento, podemos encontrar un relato de una mujer que ungió a Jesús con un perfume muy costoso, y al ser criticada por los presentes por “desperdiciar el perfume”, Jesús la defendió diciendo: “Ella hizo lo que pudo” (Mr 14:8). Él está reconociendo su entrega sincera y su disposición a dar lo mejor que tenía, sin importar la crítica de los demás. No se le exigía más de lo que podía ofrecer, pero su acto de amor y devoción quedó registrado como un ejemplo para todos. Estas palabras resuenan como un recordatorio de que Dios no nos llama a hacer lo imposible, sino a ser fieles con lo que tenemos, ya sea con nuestro tiempo, talentos, recursos o esfuerzos. Se trata de vivir con una actitud de entrega y confianza en que Dios usa cada pequeño acto hecho con amor para Su gloria.
Como mujeres de Dios, hemos sido desafiadas a poner en práctica la sabiduría en nuestro diario vivir, como dice Mateo 7:24: "Por tanto, cualquiera que oye estas palabras mías y las pone en práctica, será semejante a un hombre sabio que edificó su casa sobre la roca" (paráfrasis). La sabiduría no es simplemente conocimiento acumulado, sino acción basada en la verdad divina.
La mujer que ungió a Jesús no esperó un momento perfecto ni la aprobación de los demás; simplemente actuó con amor y gratitud. De la misma manera, cada una de nosotras tiene oportunidades diarias para hacer lo que podemos con lo que Dios ha puesto en nuestras manos. Tal vez sea una palabra de aliento, una oración, un acto de servicio o un sacrificio personal que, aunque parezca pequeño, tiene un gran impacto en el Reino de Dios.
En mi caso, mi madre ha sido un gran ejemplo en este sentido. Me enseñó que, a pesar de no tener experiencia trabajando con niños, podía servir en el ministerio infantil y aprender a desarrollar mis dones para Dios. Me enseñó que, a pesar de no tener el don para hablar en público, podía enseñar a otras jóvenes y niñas con mi vida y mis enseñanzas. Me enseñó que el Señor me podía usar en Su obra, si ponía mi vida a Su disposición. Así que, puedo decir que ella fue un ejemplo para mí de que, aunque no tenía tal vez todos los dones que ella creía que necesitaba, su amor y disposición de servir a Dios fueron más grandes, ella siempre se esforzó por dar lo que podía y estaba a su alcance para Dios.
Estoy segura de que cada una de nosotras nos esforzamos a diario por darle lo mejor a Dios, y debemos valorar eso para seguir motivándonos a hacerlo mejor cada vez, según las capacidades que tengamos. Hoy quiero animarle a pensar en las cosas que le estamos dando a Dios y nunca menospreciar nuestro esfuerzo y dedicación, siempre que sea con amor desinteresado.
Practicar la sabiduría como mujeres de fe implica edificar sobre la roca, tomar decisiones con discernimiento y actuar con valentía. No se trata de tenerlo todo resuelto, sino de avanzar con lo que Dios nos ha dado en este momento. Que al final de nuestro día, podamos escuchar en nuestro corazón la dulce afirmación del Señor: “Ella hizo lo que pudo”, sabiendo que cada acto hecho con amor y obediencia tiene valor eterno.
¿Qué puedes hacer hoy, con lo que tienes en tus manos, para honrar a Dios y bendecir a otros?
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Escrito por Michelle J. Goff, fundadora y directora ejecutiva del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas
La primera vez que oí la frase: “Ella hizo lo que pudo”, pensé que era una observación apaciguadora expresada con un encogimiento de hombros y una actitud desdeñosa. Cuando aprendí que era un versículo bíblico, luego el contexto del versículo, sin mencionar la manera en la que Jesús honra a las acciones de esa mujer, “ella hizo lo que pudo” se convirtió en una frase repetida con mucha profundidad de significado.
Esta historia se cuenta en los cuatro evangelios. Juan revela el nombre de la mujer (12:3), mientras que, para los otros tres, sigue anónima. Leamos la versión en Marcos:
En Betania, mientras estaba él sentado a la mesa en casa de Simón, el que había tenido una enfermedad en la piel, llegó una mujer con un frasco de alabastro lleno de un perfume muy costoso, hecho de nardo puro. Rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús.
Algunos de los presentes comentaban indignados:
—¿Para qué este desperdicio de perfume? Podía haberse vendido por el salario de más de un año de trabajo[a] para dárselo a los pobres.
Y la reprendían con severidad.
—Déjenla en paz —dijo Jesús—. ¿Por qué la molestan? Ella ha hecho una obra hermosa conmigo. A los pobres siempre los tendrán con ustedes, y podrán ayudarlos cuando quieran; pero a mí no me van a tener siempre. Ella hizo lo que pudo. Ungió mi cuerpo de antemano, preparándolo para la sepultura. Les aseguro que en cualquier parte del mundo donde se predique el evangelio, se contará también, en memoria de esta mujer, lo que ella hizo. (Mr 14:3-9, NVI)
Ella hizo lo que pudo. Honró a Jesús al ungirlo como el cordero perfecto en sacrificio.
Jesús pudiera haber usado la misma expresión cuando regañó a los ricos señalando a la viuda pobre que echaba sus dos moneditas.
Nadie puede hacerlo todo. Requiere de todos hacer su parte. Dios nos creó para ser miembros distintos del cuerpo con Cristo la cabeza (1Co 12). Pablo dice a los efesios que el cuerpo no puede funcionar bien sin “la actividad propia de cada miembro” (Ef 4:16).
Se nos hace fácil caer en la trampa de comparación porque quisiéramos servir, dar, orar, enseñar o cantar como otra. Ella hizo lo que pudo.
Practicar como mujeres sabias es hacer lo que podemos, cuando podemos, a nuestra mayor capacidad, en Cristo que nos fortalece (Fil 4:13). Somos sólo instrumentos en las manos del Señor para llevar a cabo Su buena voluntad perfecta.
Hay gracia en la expresión “ella hizo lo que pudo”, porque Dios no me llamó a hacer lo que llamó a aquella otra mujer hacer. Depende de ella ser obediente a nuestro Padre celestial y hacer lo que ella puede.
Durante diferentes temporadas de mi vida, mis acciones de obediencia y sumisión, sacrificio y servicio han sido diferentes, como debería de ser. A los 13 años, hice lo que pude al morir a mí misma y ser bautizada, proclamando a Cristo como el Señor de mi vida. A los 26, hice lo que pude al mudarme a Venezuela para vivir y trabajar con una nueva congregación como misionera. A los 36, renuncié mi trabajo, vendí la casa y lancé el Ministerio Hermana Rosa de Hierro.
Esas son las historias gloriosas de cuando hice lo que pude—los saltos de fe y grandes pasos de obediencia. Las partes más resaltantes parecen maravillosas, pero no reflejan, por ejemplo, la dificultad de levantarme a tiempo los domingos por la mañana para llegar a congregarme. “Ella hizo lo que pudo”, a veces para mí, enfrenta la frustración de una lista de quehaceres no cumplida, una palabra mal dicha, un cumpleaños olvidado, una oportunidad perdida, un pecado cometido o un tiempo precioso perdido.
Las misericordias de Dios son nuevas cada mañana. ¡Grande es Su fidelidad! Su Hijo ya hizo lo que pudo y pagó el precio como el sacrificio perfecto (Ro 5:6-11). Ahora es nuestro privilegio y honor hacer nuestra parte en el Reino.
Hermanas, durante este mes, hagamos lo que podemos, sea en nuestras relaciones con Dios o las unas con las otras, sea para mayor involucramiento con el Ministerio Hermana Rosa de Hierro, comenzar un nuevo grupo pequeño para estudiar uno de nuestros libros, reuniendo un grupo para ver una seria de videos en nuestro sitio web… ¡las posibilidades son infinitas! Te invitamos a oír las palabras de Jesús, honrando a Su hija preciosa en Marcos 14:8, “ella hizo lo que pudo.”
¿A qué te está llamando Dios a hacer?
¿Cómo te podemos animar o equipar para “hacer lo que puedes”?
¿Hay una espina impidiéndote hacer lo que puedes?
¡Habla con una Hermana Rosa de Hierro y trabajen juntas para hacer lo que puedan!