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Corina DiazEscrito por Corina Diaz, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Buenos Aires, Argentina

Recuerdo mis domingos de infancia preparándome para ir a la iglesia. Siempre eran un día especial. Mi padre solía comprarme vestidos porque era el día del Señor y todo debía estar muy pulcro. Honestamente, me resultaban incómodos, pero sabía que me hacían lucir apropiada para la ocasión, puesto que todos también se preparaban de alguna manera para este momento. Por supuesto que no era una idea descabellada, simplemente era algo que me resultaba difícil sostener a lo largo del tiempo.

Al llegar a mi adolescencia descubrí por completo que no era mi estilo, y realicé algunos ajustes a mi apariencia física. Pasó algún tiempo para sentirme realmente cómoda con mi vestuario los domingos, sin embargo, pasó mucho más tiempo para entender realmente de qué se trataba asistir el domingo al local de la iglesia. Casi puedo decir que aún pierdo el enfoque, pero no precisamente por mi vestuario, sino por cosas tan triviales como las redes sociales, la ansiedad social, el cansancio del Zoom, las noticias diarias y otras distracciones, pero se agudiza mi visión cuando pienso en la siguiente frase: Vida en comunidad.

Esto tiene un punto de confluencia: Común – Unidad; son dos palabras similares que a mi parecer dan un mejor sentido a la expresión -comunidad-, sentido en el que puedo verme como parte de pieza única y completa a la que pertenezco: La comunidad de Dios, redimida por Jesús. Sin embargo, esto no quiere decir que tengo todo en común con mi comunidad, por el contrario, soy un individuo diferente al resto y esto es lo mágico del asunto, que en medio de tantas diferencias tengo una comunidad que me recibe, me ama y me acepta tal y como soy. Esta es la esencia del amor puro de Dios que ha llegado a nosotros a través de Cristo. Me remito a las palabras de Juan citando a Jesús:

Juan 17.22-23: “Yo les he dado a mis seguidores el mismo poder que tú me diste, con el propósito de que se mantengan unidos. Para eso deberán permanecer unidos a mí, como yo estoy unido a ti. Así la unidad entre ellos será perfecta, y los de este mundo entenderán que tú me enviaste, y que los amas tanto como me amas tú.”

El tiempo en pandemia me hizo reflexionar en que verdaderamente la vida en comunidad sobrepasa cualquier estructura física. He logrado sentir de cerca el amor de mi familia en Cristo, aún si no tengo ánimos de sonreír y estar frente a una pantalla, y a la vez viene desde mi corazón el deseo de animar a otros cuando lo necesitan, es la gracia de Dios que se derrama aun cuando hay barreras para abrazarnos y reunirnos. La clave: la oración de todos los justos para alcanzar la perfecta unidad.

Hoy ya no uso aquellos hermosos vestidos, hoy me visto del amor de Jesús que puedo ver día a día a través de cada uno de ustedes.

spanish blog 11.13.2020Escrito por Diosela Herrera Morales, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Cuba
Dios es maravilloso, y este año como todos los años anteriores nuestro Señor no varía en Su palabra. Lo que Él dijo,lo cumplió, lo cumple y lo cumplirá. Es una gran bendición tener un Padre así.

Desde que comenzó este año tenemos aquí en Cuba, igual que en el mundo entero, la pandemia del Coronavirus y el pueblo de Dios está protegido por nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

Dios está obrando, él Señor está permitiendo que esto esté sucediendo por un motivo importante.

Yo "vivo por fe" y confiada, dándole gracias todos los días de mi vida. En primer lugar, por haberme salvado, por haber dado Su valiosa vida por mí, y por todos mis hermanos a nivel mundial; por Su misericordia que es tan grande.

Vivo con mucho agradecimiento a Dios, porque todo lo que soy, se lo agradezco a Él y sin Él no soy nada.

Estoy en este mundo al servicio de Dios y de mis santos hermanos hasta queÉl lo disponga.Un día me iré, cuando el Señor me llame a Su presencia y voy a la casa del Padre. 

Gracias a Dios somos más que vencedores por Aquel que nos llamó.

Más que vencedores
28 Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han
sido llamados de acuerdo con su propósito. 29 Porque a los que Dios conoció de antemano, también los
predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos
hermanos. 30 A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que
justificó, también los glorificó.
31 ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? 32 El
que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos
generosamente, junto con él, todas las cosas? 33 ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el
que justifica. 34 ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de
Dios e intercede por nosotros. 35 ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia,
la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? 36 Así está escrito:
«Por tu causa siempre nos llevan a la muerte;
¡nos tratan como a ovejas para el matadero!»
37 Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. 38 Pues estoy
convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios,[c] ni lo presente ni lo por venir,
ni los poderes, 39 ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación podrá apartarnos del amor
que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor. (Romanos 8:28-39)

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