Escrito por Sabrina Nino de Campos, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro
Mi abuela era una gran costurera, cuando yo era niña la miraba por horas y horas mientras trabajaba en frente a la televisión. Cuando ella falleció mi mamá llevó como recuerdo algunas cosas en las cuales había trabajado. Uno de esos recuerdos, y mi preferido, era una colcha hecha con muchos y muchos pedazos de retazos unidos. Donde vivíamos no hacía frío suficiente para que me durmiera con algo así, pero me gustaba de todas maneras. Además de ser muy llena de colores con sus diferentes pedazitos, me traía sensaciones de paz y memorias de mi abuela.
Mirando a la Biblia podemos ver como a Dios le encanta traer personas tan distintas y especiales para compartir de Su plan, para ser parte de la gran historia que Él preparaba para nosotras. Hombres, mujeres, y hasta los animales y la naturaleza.
Y aún después que Él ha cumplido su plan de amor por medio del sacrificio de Jesús, Dios sigue juntando a diferentes personas para la gloria de Su reino.
En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo para que fuera ofrecido como sacrificio por el perdón de nuestros pecados. Queridos hermanos, ya que Dios nos ha amado así, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. Nadie ha visto jamás a Dios, pero, si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece entre nosotros, y entre nosotros su amor se ha manifestado plenamente. (1 Juan 4:10-12)
Si miramos a nuestro alrededor, a nuestros hermanos y hermanas, vemos qué tan diferentes somos, cada uno un retazo especial hecho por Dios. Él, en Su gran plan, en Su gran amor, no sólo nos entregó a Cristo por el perdón de nuestros pecados, pero también nos regaló a los compañeros y compañeras que tenemos en la fe. Somos una gran colcha de retazos. Cada uno unido formando parte de la gran familia que Dios nos regaló.
Cumpliendo nuestro propósito individual, cumplimos también un propósito como un todo. Juan dice que si nos amamos los unos a los otros, no solamente Dios permanece en nosotros, pero entre nosotros Su amor es manifestado en manera plena, completa. Dios tenía un propósito con la iglesia, la hermandad que nos regala es un pedazo de Su amor pleno y completo para nosotros. No solamente agradecemos a Él por amarnos, pero también por regalarnos un recordatorio constante de Su amor para nosotros. Como una colcha de retazos, donde podemos cubrirnos y estar protegidos, sentirnos amados y cuidados, porque sabemos que el amor de cada diferente retazo viene de la misma Fuente, que es nuestro Salvador y amado Señor.