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2020 09 30 Corina DiazEscrito por Corina Diaz, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Buenos Aires, Argentina.

Un par de semanas atrás me encontraba en un momento de profunda oscuridad y dolor. En una de mis largas noches, eché un vistazo a un par de cartas que mi hermano menor me había escrito y que suelo releer cuando me siento desanimada. Me topé con el siguiente versículo: 1 Juan 2:10, “El que ama a su hermano permanece en la luz, y no hay nada en su vida que lo haga tropezar.”

Aunque había leído esta carta y este versículo muchas veces, me surgieron algunas preguntas:
¿Qué es realmente andar en la luz? ¿Permito que la luz esté enfocada en mí?

La luz es una forma de energía que solemos percibir desde y a través de un foco, es penetrante y espaciosa. Cuando veo la luz, veo también el espacio, observo los tropiezos del camino y permito a su vez que otros también puedan verme en el camino.

Pensé entonces en el juego de palabras: el que ama - permanece en luz, ¿Cuál viene primero? ¿Amar o irme hacia la luz? Quizás hemos tratado de amar primero antes de acercarnos a la luz. Quizá irme hacia la luz es el primer paso para mostrarme a otros y permitirme ser amada mientras amo; o, por el contrario, cuando amo estoy lista para mostrarme tal y como soy. Pero, ¿cómo puedo amar a los demás si primero debo ser amada para amar bien? Ante mi disyuntiva avancé unas hojas en mi Biblia y en Primera de Juan 4:19 encontré la respuesta, ¡Dios nos amó primero!

El amor nos da claridad, y nos conduce a mostrar la luz sobre aquellos que se van quedando en el camino, para traerlos hacia nosotros y animarnos juntos. Entonces nuestros tropiezos se hacen ligeros, y si alguien viene a mi lado con su lámpara para alumbrarme, una cosa es necesaria: Debo dar el acceso a otros en la tarea de verme tal y como soy, es el riesgo de la luz; mostrar mis imperfecciones, mis intentos fallidos, mis lágrimas y mis dificultades.

Amar es consentir que mis compañeros de camino acerquen sus lámparas para verificar cómo me trata el camino y ayudarme a seguir avanzando.

Puedo ver la luz de Cristo en quienes me rodean y se toman la tarea de afilarme, de soportarme y de animarme aun cuando no estoy lista para continuar. Gloria a Dios por todas las espinas del camino, y por las luces que se acercan a nosotros a través de Su amor infinito.

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