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Kara Benson Spanish blog 7.29.2020Escrito por Kara Benson, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Little Rock, Arkansas

"'Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser, con todas tus fuerzas, y con toda tu mente,’ y ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo.’” – Lucas 10:27

¿Qué significa amar a Dios?
Unos elementos me vienen a la mente…

Obediencia. “¿Quién es el que me ama? El que hace suyos mis mandamientos y los obedece” (Jn 14:21). Si amamos al Señor, lo obedeceremos. 1 Juan 4:17-18 nos enseña, “en el amor no hay temor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor.” ¿Por qué? La segunda parte del versículo explica, “el que teme espera el castigo.” Si vivimos en obediencia a Dios, ¡no hay razón para tener miedo! No tenemos que temer al juicio inminente por nuestros pecados ya arrepentidos ni angustiarnos por nuestros errores inevitables del futuro porque Dios envió a su Hijo a tomar nuestro lugar. El amor perfecto de Dios proveyó una manera de echar fuera nuestro miedo. Podemos confiarnos y vivir con seguridad en la paz de una relación correcta con el Creador y el Sustentador del universo. Y si amamos a Dios de verdad, entonces querremos obedecerle – no por temor al castigo, sino de corazón.

Búsqueda. “Yo te busco con todo el corazón; no dejes que me desvíe de tus mandamientos” (Sal. 119:10). Hay una diferencia entre tenerle cariño a alguien y estar enamorado de alguien. Cuando estamos enamorados de alguien, nos trasnochamos para hablar con él, pensamos en él durante el día, y dedicamos tiempo especial para pasarlo con él. Nos encanta aprender los detalles de él, le extrañamos cuando estamos lejos, y anticipamos estar reunidos. Salmo 63:1 dice, “Yo te busco intensamente. Mi alma tiene sed de ti; todo mi ser te anhela, cual tierra seca, extenuada y sedienta.” ¿Eso describe a nuestra actitud respecto a pasar tiempo con nuestro Señor?

Desbordamiento. “Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una colina no puede esconderse” (Mt. 5:14). Cuando estás enamorado de alguien de verdad, los demás se dan cuenta. Tu amor por esa persona es tan grande, que muchas veces inunda las conversaciones cotidianas. A las abuelas les encanta compartir fotos de sus nietos. Los comprometidos frecuentemente empiezan las frases con, “Mi novio/a…” Parece que los padres jóvenes no pueden dejar de hablar de sus hijos. “De lo que abunda en el corazón, habla la boca” (Lc. 6:45). ¿Las otras personas ven y oyen evidencia de nuestro amor a Dios?

¿Qué significa amar a los otros?
El mundo afirma que amar a alguien significa aceptar o aprobar todo lo que cree o hace la persona. Sin embargo, el amor verdadero significa buscar el mejor interés de la otra persona, como vemos en Filipenses 2. Amamos a otras personas cuando les servimos, les damos consuelo, les animamos, y les motivamos a mejorarse. Si vemos que alguien está atrapado en pecado sin tratar de ayudarle, ¿cómo podemos decir que le amamos de verdad? Santiago 5:19-20 dice, “Si alguno de ustedes se extravía de la verdad, y otro lo hace volver a ella, recuerden que quien hace volver a un pecador de su extravío lo salvará de la muerte y cubrirá muchísimos pecados.” Es un acto de amor el poner el bienestar a largo plazo de otra persona antes que nuestra comodidad temporal; su alma eterna vale más que evitar una conversación embarazosa o mantener una paz superficial.

El amor es paciente, bondadoso, y no guarda rencor. Todo esto puede ser difícil. Es fácil tropezarnos aquí. Si no somos pacientes, bondadosos, y no perdonamos a otros en nuestra comunicación, entonces nuestro mensaje estará frustrado. Que el Señor nos dé la sabiduría para discernir el momento justo y las palabras correctas. Nuestro corazón tiene que estar justo. Tenemos que ser honestos y estar dispuestos a confesar nuestros propios pecados también. Mirando hacia atrás, estoy agradecida por las personas que me amaban lo suficiente para mostrarme lo que necesitaba cambiar.

Nuestro amor es importante. Gálatas 6:10 enseña, “Hagamos bien a todos, y en especial a los de la familia de la fe.” Al tiempo que somos llamados a ser esclavos a todos (1 Cor. 9:19, Mc. 10:44), tenemos un llamado especial para amar y servir a nuestra familia en Cristo. Hebreos 6:10 dice, “Dios no es injusto como para olvidarse de las obras y del amor que, para su gloria, ustedes han mostrado sirviendo a los santos, como lo siguen haciendo.” ¡A mí me encanta este versículo! Cada vez que ayudamos a alguien, cada vez que servimos… Dios lo ve. Dios lo sabe. Dios lo recuerda. Hermanas, ¡todo vale la pena! Nuestro amor importa.

Cuando amamos al Señor y a los otros, estamos cumpliendo con los dos primeros mandamientos más grandes. ¿Cómo estás mostrando un amor al Señor y a los demás, en especial a Su pueblo, en tu vida cotidiana?

Mateo 22.38 39Escrito por Hasandra Heyward

Algunas de mis hermanas en Cristo y yo decidimos ayunar y orar todo un día. Y en ese día íntimo con Dios y con las demás, me hizo pensar mucho en el amor. Creo que la razón fue porque nuestro tiempo con Dios se trata de otros. Entonces, empecé a explorar en mi mente lo poco profundo que es nuestro amor los unos para los otros y lo profundo que es el amor de Dios en nuestras vidas.

Admito que escucho las palabras “te amo,” muchas veces en mi vida. Lo escucho de mi familia, de amigos, y lo escucho de personas que no conozco pero que sienten el amor de Dios al encontrarse conmigo. Okey, lo entiendo.

Sin embargo, he llegado a entender que lo que unos llaman amor, de verdad no es el amor; sino que es manipulación. Me encanta cuando piensas tal como yo pienso, hablas como yo, haces lo que quiero que hagas… Te amo con niveles profundos de condiciones. Y el momento en que expresas tu individualidad o tus necesidades, esas mismas personas quitan todo el oxígeno de ese “amor” y te niegan lo que más necesitas porque nunca fue amor. Hmmm…

Admito que no quiero ese tipo de amor. Proverbios nos dice que el fuego prueba la pureza de la plata y el oro. ¿Ha sido probado tu amor? ¿Salió puro? Creo que es lo que hace el amor. “De tal manera amó Dios al mundo que dio…”

¿Qué das en tus relaciones de amor? ¿O estás pidiendo todo y sólo dispuesta a dar de maneras que te sirven? He llegado a entender que el amor no tiene interés propio… y al profundizar mi exploración de las maneras en las cuales amamos en nuestras imperfecciones comparado con el amor de Dios y sus requisitos. Me entristeció la realidad que nunca he experimentado TODO.

Puede que ahora piensas, ¡¿de qué está hablando?! Pues, me contenta que me preguntes. Se trata de amar a Dios de TODO corazón, con TODA tu alma, y con TODA tu mente. Esa reflexión me lleva a preguntar lo que debemos soltar para experimentar el TODO… ¿Es el orgullo? ¿La ira? Quizás una falta de perdón o celos. ¿Es un quebranto que no se ha sanado? Sólo tú sabes que debes soltar pero te prometo que no vale la pena para robarte la oportunidad de experimentarlo TODO. Y me convence que ésa es la clave para cumplir el segundo mandamiento de amarnos los unos a los otros tal como amamos a nosotros mismos.”

Hace años, escuché a Maya Angelou decir, “No confío en las personas que no se aman pero que me dicen, ‘te amo.’”

Hay un refrán africano que dice: “Ten cuidado cuando una persona desnuda te ofrece una camisa.” Lo entiendo mejor ahora que cuando primero lo escuché. Alguien no puede dar lo que no tiene.

Volviendo al punto de amar a Dios con TODO. Él nos da exactamente lo que requiere de nosotros y es eso que nos permite dar lo que se requiere a otros. Pero si verdaderamente no amas a Dios, puedo preguntar, ¿de dónde sale tu amor?

Si esperamos ser hechas perfectas en el amor y no ser atormentadas por las condiciones del amor mundano, tenemos que amar a Dios, tenemos que amar a nosotros mismos, y tenemos que amar a otros (1 Juan 4:18-20). Reflexionan en lo que necesitas soltar para experimentar TODO.

Lo que está pasando en nuestro mundo no son las tragedias mayores. En mi opinión, la mayor tragedia es no entender ni aceptar el amor profundo, bello e incondicional de Dios y viviendo ese amor todos los días en nuestros corazones y los unos con los otros.

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