¿Alguna vez has leído toda la Biblia en un año? ¡Excelente! Si no, te lo recomiendo. Cada vez que he leído la Biblia por completo de una forma secuencial, he sido muy bendecida.
Sin embargo, si les soy honesta, cuando llego a ciertas porciones de la Ley y los Profetas, mis ojos se me ponen borrosas y doy gracias a Dios por no tener que recordar todos los detalles de esas instrucciones como Dios las dio a los israelitas.
No me malinterpretes. Dios, como nuestro Creador y Padre celestial, sabía de lo que estaba hablando al instruir a Su pueblo escogido para que viviera de cierta forma, basado en esas leyes. Y luego, por los profetas, les advirtió sobre lo que les pasaría si no guardaran esas leyes.
Gracias a Dios, Su plan y diseño original nunca fue el de someternos a cada detalle de esas leyes de por siempre. Los sacrificios fueron insuficientes hasta que llegó el sacrificio perfecto a la tierra, Jesucristo, el Hijo de Dios.
Le preguntaron a Jesús un día cuál era el mandamiento más importante. Simplificó y resumió toda la ley y los profetas de esta manera (Mt. 22:35-40).
35 Uno de ellos, experto en la ley, le tendió una trampa con esta pregunta:
36 ―Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley?
37 ―“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente”—le respondió Jesús—. 38 Este es el primero y el más importante de los mandamientos. 39 El segundo se parece a este: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. 40 De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.
Cuando simplificamos todas las Escrituras, siempre vuelve al amor.
Una niña de cuatro años, que quería aprender a leer, comenzó a memorizar algunas palabras y frases cortas. La mamá, con mucha paciencia, le ayudó a escribir las letras y hacer los sonidos de ellas. Una de las primeras frases que aprendió a reconocer fue “te amo.”
Inspirada por el entusiasmo de la hija, e impulsada por amor a ella, la mamá dejó notas por toda la casa para que la hija las encontrara. Cada una decía “te amo.” Quería que su hija viera y escuchara ese mensaje de todas las formas posibles.
Unos días después, la niña entró en la cocina, cargando la Biblia de su mamá. “¡Mamá! ¡Mamá! ¿Sabes qué?”
Ignorando los dedos pegajosos a punto de rasgar la página de la Biblia, respondió, “Sí, hija. ¿Qué haces con la Biblia de mami?”
“Yo leo la Biblia de mami. ¡Y dice “te amo” en cada página!”
La mamá también necesitaba escuchar la verdad de “te amo” de Su Padre celestial. Sorprendida por la esa verdad, revelada por su hija, la mamá se sentó con su hija en el piso de la cocina y afirmó esa enseñanza sencilla de las Escrituras, el mensaje central de toda la historia de amor de Dios.