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Escrito por Michelle J. Goff, directora ejecutiva del Ministerio Hermana Rosa de Hierro (originalmente publicado en noviembre del 2015.)
Un avión tiene dos indicaciones importantes: su altitud y su actitud. La altitud indica su distancia de la tierra, pero la actitud indica hacia donde se dirige (derecho, hacia el cielo, o hacia la tierra).
Puede tener buena altitud, pero si no corrige su actitud, el avión puede chocar con la tierra más pronto de lo que quiere y no de la manera que debe para un buen aterrizaje.
He tenido días así. Amanezco bien, contando mis bendiciones, agradecida por el nuevo día, pero algo pasa y mi actitud me lleva hacia abajo. Entro en un camino de choque con todo lo que encuentro en mi camino. Y si no corrijo mi actitud pronto, voy a estrellarme y llevaré días recogiendo los pedazos del desastre que he creado.
El mejor remedio en esos momentos es el de adoptar la actitud de gratitud. Cuando alzo los ojos al cielo, se corrige mi dirección errante.
Doy gracias a Dios por Su paciencia conmigo y por siempre ayudarme a mejorar mi actitud. ¿Cómo está tu actitud hoy? Siempre hay tiempo para corregirla.
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Escrito por Karla Leyton, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Nicaragua
Cuando nosotras llegamos a la vida cristiana tenemos un largo camino que recorrer hasta alcanzar nuestra meta: ir al cielo. Nuestra vieja forma de actuar queda sepultada en las aguas del bautismo y nacemos de nuevo con unas vestiduras blancas que debemos cuidar de no ensuciarlas; es ahí donde empieza nuestra redefinición, adquiriendo nuevos valores y cualidades que sean del agrado de nuestro Dios.
Así como la hierba produce árboles con deliciosos frutos nosotras a través del conocimiento espiritual, conductas, pensamientos y actitud en constante cambio hacia buenas obras, daremos nuestros frutos. Así menciona el apóstol Mateo en su evangelio, “O haced el árbol bueno, y su fruto bueno, o haced el árbol malo, y su fruto malo; porque por el fruto se conoce el árbol” (Mateo 12:33 RV1960). No podemos ser como "higuera" que jamás dio fruto. Cuando ya tenemos en nosotras el Espíritu Santo no debemos contristarlo porque Él no puede habitar en un recipiente sucio (actitudes soberbias, irresponsabilidad, mentiras, etc.).
¿Cuáles son los frutos que debemos demostrar a nuestro prójimo?
La bondad no debe faltar, el hacer el bien al otro llena de satisfacción al alma, paz con todos, benignidad, fe, gozo para que andemos como dignas del Señor, agrandándole con toda humildad y mansedumbre, “soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor” (Efesios 4:2 RV1960).
La actitud es un proceso psicológico que tiene su origen en la percepción que nosotras tenemos ante los eventos o situaciones que se presentan a diario en nuestras vidas. Cuando hemos empezado a cambiar nuestra forma de vivir, también las actitudes positivas empiezan a influir en nuestra conducta y toma de decisiones. Por ende, si antes nos enojábamos con facilidad, ahora sabiendo que la paciencia se antepone, nuestra reacción cambia y nos volvemos más afables, humildes, capaces de reconocer nuestros errores y verdaderamente capaces de perdonar y pedir perdón. Dios quiere que seamos más como Él, y es Su Espíritu que nos ayuda en la transformación si estamos dispuestas de dejarlo trabajar en nosotras.
Cada día, por las noches, después de haber concluido nuestra actividades y relaciones con otras personas, debemos reflexionar e identificar si hubo algún detalle o situación en la cual no mostramos nuestra actitud redefinida, para que al día siguiente podamos hacerlo mejor. Así es que podemos dejar que Dios nos ayude a mantener y crecer en nuestra actitud redefinida.