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Escrito por Sabrina Nino de Campos, líder del equipo portugués del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Texas
¿Qué es lo que define tu manera de hablar?
Yo no soy una persona muy extrovertida, a veces me cuesta decir lo que siento o pienso por miedo de causar problemas. Pero, como todo ser humano, a veces también puedo decir cosas sin pensar por estar tan perdida en el momento.
La comunicación es un regalo precioso de Dios, en lo cual me he dado cuenta que necesito trabajar mucho para mejorar. Desde que era niña siempre me gustó aconsejar a gente, escucharles y decir cosas para que se sientan mejor, y creo que cuando era niña podía escaparme con muchas de las cosas que decía por el simple hecho de que los problemas de mis amigos y amigas no eran tan serios, así que era muy fácil salir como la amiga sabia, especialmente porque yo realmente no tenía problemas reales en mi propia vida.
Con el pasar de los años, me di cuenta de que ya no era tan fácil aconsejar a gente o decir las palabras correctas, y que muchas veces, por más que entienda lo que está ocurriendo, me quedo sin palabras delante de las situaciones que encuentro, especialmente trabajando en la iglesia.
Dios nos regala Su Palabra, con muchos ejemplos de cómo Él mismo se comunica con nosotros.
Te pregunto otra vez, ¿Qué es lo que define tu manera de hablar?
Porque muchas veces nuestra manera de hablar es tan diferente de la manera en la cual Él nos habla a nosotros.
Uno de los versículos que a mi mamá más le gustaba repetir vez tras vez es el que dice: “De la abundancia del corazón habla la boca” (Mt. 12:34, 15:18; Lc. 6:45). Y este es el versículo que me trae de vuelta a reflexionar sobre mi corazón muchas veces cuando siento que quiero comunicarme con alguien y ayudarle y siento que no puedo, o cuando muchas veces hablo sin pensar y llego a lastimar a alguien con mis palabras.
¿Con qué has llenado a tu corazón?
Es una pregunta muy sencilla, a la cual todas tenemos la respuesta, aunque muchas veces no queramos aceptar a la respuesta.
La mujer samaritana conocía la respuesta, una mujer rechazada por sus vecinos, todas sus relaciones estaban rotas, ella se escondía de todos. Entonces Jesús viene y le da Agua Viva y ella declara Sus hechos por toda la ciudad y sus vecinos le creen.
Cuando siento que mi corazón está lejos de Yahvé y de Su amor, siento que mi corazón está vacío y eso transforma a las palabras que salen de mi boca; transforma mis relaciones. En momentos así, es difícil ir a Él, porque la distancia que he puesto entre nosotros se intensifica mientras más tiempo paso sin buscarle. Pero Sus oídos están listos para escucharme y Sus brazos abiertos para recibirme. Y cuando finalmente le busco, mi corazón se renueva, y Él llena todo el espacio vacío. Él quiere regalarme Agua Viva, esa que me llena de Él y transforma mis relaciones con todos a mi alrededor, redefine las palabras de mi boca, redefine la manera en la que me comunico, la manera en la que hablo y guía todas mis conversaciones. No importa de lo que esté hablando, mientras mi corazón abunde de Él.
¿Cuáles son algunas acciones que podés tomar hoy para redefinir tu comunicación, palabras o conversaciones?
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Escrito por Kat Bittner, miembro de la Junta Directiva del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Colorado
“Manzana de oro con figuras de plata es la palabra dicha como conviene” (Pr. 25:11, RVR1960)
La comunicación es bastante peculiar. ¿No es así? Es una de esas cosas que a muchos les resulta desagradable y, sin embargo, otros la abrazan por completo. Puede resultar engorrosa y difícil. Puede ser impulsiva y despectiva. Pero también puede resultar agradable y motivadora. ¡Definitivamente soy una comunicadora encantadora! No importa la moda o la forma, la comunicación siempre será un tema central de la humanidad. Sin duda, es el tema central de nuestra relación con Dios.
“Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias” (Col. 4:2, RVR1960).
Entonces, como cristianos, nos corresponde ser especialmente conscientes del cuidado y la práctica que empleamos en nuestra comunicación. Emular a Jesús en nuestro discurso es tan importante como emularlo en nuestras acciones porque “El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas.… Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (Mt. 12:35,37, RVR1960).
Como portadora de la imagen de Dios, necesito ser intencional en mi comunicación. Y se necesita trabajo para hacerlo bien, de acuerdo con Dios. Para trabajar correctamente la comunicación, debemos practicarla con intención. Aquí hay algunas sugerencias de mi propia experiencia:
• Sé consciente de las personas con las que estás hablando y de su personalidad. No me acerco a mi amiga introvertida y callada sobre un conflicto de la misma manera que lo hago con mi hija muy extrovertida y asertiva. Mi propia personalidad asertiva podría chocar con la de mi amiga cautelosa. Mi hija diría, "¡Hagámoslo!".
• No asumas que tú y la otra persona (o personas) han sido escuchadas genuinamente en una conversación. Asegúrate de que todas las partes involucradas tengan algún tipo de afirmación. Cuestiona a la persona que habla o reitera la conversación. Los oídos sordos también pueden afectar lo que se escucha.
“El mayor problema de la comunicación es la ilusión de que ha tenido lugar” (George Bernard Shaw, dramaturgo)
• Considera a los demás primero cuando te estés comunicando. La comunicación siempre debe ser moderada a la manera de Cristo. “Las palabras amables son como la miel: dulces al alma y saludables para el cuerpo” (Prov. 16:24, NTV). Nuestras actitudes egoístas y de justicia propia deben dejarse al pie de la cruz (Sal. 55:22; Mt 11:28).
• Recuerda que la comunicación genuina también implica escuchar. Hay un tiempo y un lugar para todo, “para cada actividad bajo el cielo… Un tiempo para callar y un tiempo para hablar…” (Ec. 3:1,7, RVR1960). Eso significa que hay un momento para no decir nada. Y la mayoría de las veces, es justo lo que se necesita. No hay nada de malo en no decir nada si no se gana nada diciendo algo. Los que me conocen bien, saben que me gusta hablar. Si estoy callada, probablemente sea porque no tengo nada beneficioso que decir. En realidad.
Nuestra comunicación debe ser coherente con la voluntad de Dios. Debe provenir del Espíritu Santo y mantenernos con la misma mentalidad en Cristo. A decir verdad, nuestra comunicación debe ser como la de Cristo, al igual que todas las cosas que hacemos. Y como somos en todas las cosas (1 Cor. 2:10-16).
¿Qué puedes hacer para mejorar el trabajo en la comunicación en tu vida? ¿Cómo serás una comunicadora más en la imagen de Dios?