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Publicado el 17 de junio del 2020
Escrito por Michelle J. Goff, directora ejecutiva del Ministerio Hermana Rosa de Hierro
Si yo te hablo y hablo y hablo sin darte chance de hablar, ¿qué tal va a ser nuestra relación? No muy buena, profunda, ni duradera. Y si tú me hablas, hablas, y hablas, sin darme la oportunidad de hablar, tampoco va a ser muy buena la relación.
Es igual con Dios. Si yo le hablo y le presento todas mis peticiones sin dejar un tiempo para que Él me hable, ¿qué tal va a ser nuestra relación? No muy buena, profunda, ni duradera.
Tenemos una boca y dos oídos, pero siempre nos cuesta escuchar atentamente. Al escuchar al otro, ya estamos pensando en qué vamos a responder o la historia que le queremos contar.
Y eso pasa con Dios también. Somos prontos para hablarle y pedir, pero tardos para escuchar la voz de Él.
Hoy, te animo a pasar un tiempo escuchando a Dios y lo que Él te quiere revelar.
Una manera de escuchar a Dios es a través de un tiempo devocional en la Palabra de Dios.
Aprovecha estos versículos favoritos abajo u otros para escuchar la voz de Dios. Medita en los versículos que más te llaman la atención. Puedes pedir que Dios te hable en este tiempo, pero evita hacer peticiones. Si tus propios pensamientos entran, contéstalos con el mismo versículo y/o pide a Dios que te ayude a concentrarte más en escucharle.
Es una disciplina espiritual que requiere práctica. No te desanimes si te cuesta pasar un tiempo enfocado en escucharle hoy. ¡Vas a mejorar cada vez que lo haces!
Aquí les pongo unos de mis versículos favoritos para escuchar la voz de Dios.
Isaías 61:10-11
Salmo 31
Salmo 27
Éxodo 14:14
Romanos 15:13
Filipenses 4:19
Isaías 41:10 y 13
Salmo 139
Mateo 6:25-34
Sofonías 3:17
Lamentaciones 3:22-27
Efesios 3:14-21
Salmo 63
¡Nos encantaría escuchar lo que has escuchado de Dios!
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Escrito por Corina Díaz, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Argentina
Uno de los principales elementos de la comunicación es escuchar, esto es, colocar atención a algo que se está diciendo, especialmente al lenguaje articulado de forma oral. ¿Cuántas veces solemos escuchar sin prestar atención? En mi caso, muchísimas veces, y han sido el desencadenante de malos entendidos, porque cuando no escucho plenamente, suelo interpretar un mensaje equivocado en mi mente.
El proceso de la audición ocurre a partir de un estímulo, que puede ser un sonido con baja o a frecuencia vibratoria, la cual se convierte en una señal eléctrica que llega al cerebro para almacenarse en nuestra memoria, de esta forma podemos producir una respuesta; por el contrario, cuando no prestamos atención al escuchar algo, ésta información no se almacena en la memoria, porque estos sonidos son reconocidos como sonidos de baja frecuencia y no completan el estímulo necesario. Así que, necesitamos atención plena al momento de escuchar y generar una respuesta efectiva de quien lo demande. Ahora comprendo cómo es que en reiteradas ocasiones Dios me habla y, aun así no puedo escucharle, pierdo Su voz en la distancia en medio de mi agitado mundo y mi día a día.
Lucas 11.28 menciona un punto importante al momento de oír/escuchar la Palabra de Dios, esto es, guardarla.
Y él dijo: Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan.
¡Así es! Guardarla en nuestra memoria, permitir que llegue a nuestros sentidos y hacer que se transforme en un mensaje que se pueda reproducir con el paso del tiempo. Esta es la fórmula que aplica para todos aquellos que desean una vida de bendición. ¿Parece sencillo no? Sin embargo, sigue siendo un misterio la comunicación con el Padre, continuamente creemos comunicarnos en oración, pero somos incapaces de escuchar Su voz y guardarla en nuestro corazón.
Para una comunicación efectiva, es necesario evaluar cómo es nuestra escucha y nuestra respuesta. Preguntémonos, ¿Con cuánta claridad nos disponemos a escuchar la voz de Jesús? ¿Es el resultado de mi escucha una respuesta que da fruto en el tiempo?