Escrito por Corina Díaz, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Argentina
Uno de los principales elementos de la comunicación es escuchar, esto es, colocar atención a algo que se está diciendo, especialmente al lenguaje articulado de forma oral. ¿Cuántas veces solemos escuchar sin prestar atención? En mi caso, muchísimas veces, y han sido el desencadenante de malos entendidos, porque cuando no escucho plenamente, suelo interpretar un mensaje equivocado en mi mente.
El proceso de la audición ocurre a partir de un estímulo, que puede ser un sonido con baja o a frecuencia vibratoria, la cual se convierte en una señal eléctrica que llega al cerebro para almacenarse en nuestra memoria, de esta forma podemos producir una respuesta; por el contrario, cuando no prestamos atención al escuchar algo, ésta información no se almacena en la memoria, porque estos sonidos son reconocidos como sonidos de baja frecuencia y no completan el estímulo necesario. Así que, necesitamos atención plena al momento de escuchar y generar una respuesta efectiva de quien lo demande. Ahora comprendo cómo es que en reiteradas ocasiones Dios me habla y, aun así no puedo escucharle, pierdo Su voz en la distancia en medio de mi agitado mundo y mi día a día.
Lucas 11.28 menciona un punto importante al momento de oír/escuchar la Palabra de Dios, esto es, guardarla.
Y él dijo: Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan.
¡Así es! Guardarla en nuestra memoria, permitir que llegue a nuestros sentidos y hacer que se transforme en un mensaje que se pueda reproducir con el paso del tiempo. Esta es la fórmula que aplica para todos aquellos que desean una vida de bendición. ¿Parece sencillo no? Sin embargo, sigue siendo un misterio la comunicación con el Padre, continuamente creemos comunicarnos en oración, pero somos incapaces de escuchar Su voz y guardarla en nuestro corazón.
Para una comunicación efectiva, es necesario evaluar cómo es nuestra escucha y nuestra respuesta. Preguntémonos, ¿Con cuánta claridad nos disponemos a escuchar la voz de Jesús? ¿Es el resultado de mi escucha una respuesta que da fruto en el tiempo?