Nos encanta construir relaciones. Suscríbete a nuestro blog para recibir ánimo semanal en tu bandeja de entrada de correo electrónico.
Etiquetas
Búsqueda
Compras en línea
Nuestros libros, recursos gratis, tarjetas, botellas de agua, y más
- Detalles
Escrito por Michelle J. Goff, directora ejecutiva del Ministerio Hermana Rosa de Hierro
“Para esto fueron llamados, porque Cristo sufrió por ustedes, dándoles ejemplo para que sigan sus pasos” (1 Ped. 2:21).
¡Qué grandes pasos nos ha dejado!
¿Has visto a un niño en la playa, caminando con su padre, brincando para poder hacer la marca de sus huellas en las de su papá? Así me siento a veces cuando trato de seguir el ejemplo de Cristo – como si mis piernas fueran demasiado cortas, mi esfuerzo insuficiente. Me siento que nunca llegaré a la talla… Y voy de un extremo a otro: determinada de nunca tomar un paso equivocado y castigarme por cualquier error, o rendirme y decir que no vale la pena luchar. Es un péndulo que agota. Y estaba cansada de la lucha, golpeada por la vida y mis expectativas poco-realistas.
La trampa del perfeccionismo me tenía agarrada hasta que me abrumó la presión de ese engaño de Satanás. Creí que tenía que ser perfecta en todo sentido: santa e intachable – y que para ser humana y expresar las emociones abrumadores y naturales que sentía fue una debilidad y un pecado.
Malentendí Romanos 8 y la condenación de la carne. Mi entendimiento errado condenó a Cristo que vino en la carne.
Gracias a Dios por Su paciencia infinita conmigo, Su hija, al revelarme la verdad sobre Cristo y Su ejemplo como humano Y santo. Porque santo no significa perfecto. Significa puesto aparte.
Reconocí que no sólo tenía Su ejemplo, más también tenemos gracia que cubre las áreas en las cuales fallamos.
No tenemos mejor ejemplo de cómo vivir una vida santa, amar a Dios y amar a otros, que el ejemplo que Cristo nos dejó cuando anduvo aquí en la tierra.
No hay ninguna emoción o situación que enfrentamos que Cristo no ha conocido.
“Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado” (Heb. 4:15).
Y si te da curiosidad sobre cómo podemos seguir el ejemplo santo de Cristo en las situaciones humanas que nos desafían, te invito a estudiar el libro Humano Y Santo, el primer estudio bíblico interactivo que escribí.
- Detalles
Escrito por Débora Rodrigo, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en España
Cuando era adolescente, me llamaban la atención esos programas de televisión en los que profesionales de la apariencia física hacen un cambio de estilo completo a participantes comunes. Los cambios iban desde todo tipo de propuestas de peinado, cortes de pelo, remodelación de vestuario, maquillaje y otras tantas propuestas más que no pasaban de lo físico. Al final del programa, era difícil reconocer a la persona inicial. Muchas veces me pregunté si, después de concluido el programa, los participantes continuarían asumiendo esa nueva apariencia en su día a día o si quedaría sólo como una experiencia más. Siempre dudé de que así fuera.
Cuando una persona decide convertirse en seguidora de Cristo, se producen en ella otra serie de cambios. En este caso se trata de cambios no tan superficiales, sino más profundos, de dentro de su alma y su ser, aunque muchos de ellos también pueden verse por fuera. Pero no son cambios que se producen una vez y ya está. Se trata de un proceso en el que nuevos cambios se irán sumando paulatinamente y en el que, además, hay que hacer un esfuerzo, muchas veces intencional, por mantenerlos. La santidad no es algo que podamos alcanzar de repente o que otros puedan otorgarnos. La santidad es algo que se construye poco a poco, es un proceso que irá avanzando mientras estemos en este mundo y que culminará el día en que nos encontremos con nuestro Señor.
Colosenses 3 compara la conversión y el proceso de santidad con un cambio de vestuario. Cuando iniciamos nuestro caminar junto a Jesús, dejamos nuestro viejo ropaje a un lado e iniciamos la marcha con un nuevo atuendo. Poco a poco vamos completando y añadiendo complementos a nuestra vestimenta. En este caso, se trata de un atuendo mucho más acorde a nuestra personalidad y lo que somos y hemos decidido nosotros mismos, nada que ver con aquellos programas de televisión con los que entretener a las masas.
Hablando en términos espirituales, ¿puedes ver un cambio de estilo a lo largo de tu vida? ¿Cómo describes tu nueva vestimenta? ¿Qué complementos aún te faltan por añadir a tu atuendo?