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Escrito por Corina Diaz, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Argentina
Mientras pensaba en mi significado de cultura y mi propia etiqueta sobre esta palabra, recordaba mi infancia y el lugar donde nací y crecí la mayor parte de mi vida, una pequeña ciudad en el interior de mi país (Venezuela), algo similar a un pueblo. Mi familia y yo solíamos ir cada fin de semana a las faldas de la montaña y pasar el tiempo en caminatas, esto era parte de nuestra costumbre familiar, entre otras tantas cosas. Hoy día vivo en la ciudad de Buenos Aires, una inmensa ciudad llena de mucho movimiento a diario, incluso los fines de semana, así que, mis primeros años aquí fueron un tanto difíciles. No solamente había perdido mi costumbre de ir a la montaña, sino que también me vi en la tarea de aprender sobre nuevas comidas, formas de expresión, y por supuesto una cultura entera.
Cada día era un nuevo aprendizaje, y de a poco me fui sumergiendo totalmente en un nuevo estilo de vida, digamos que se redefinió mi cultura. A pesar de tantos cambios dentro y fuera de mí, había algo que parecía estar inmutable en el tiempo, y que me permitía llevar con mayor ligereza las dificultades diarias. ¿Te gustaría saber qué era esto inmutable? Era el simple hecho de saber que caminaba con Jesús y de que tenía la certeza en encontrar libertad en cualquier lugar del mundo.
Jesús, en Su paso por la tierra, se topó con personas de diferentes naciones y pueblos, incluso cuando se consideraba impuro estrechar vínculos con ciertas culturas, Él siempre estuvo dispuesto a despojarse de Su propio ser para abrirse hacia los demás. Veamos el siguiente texto en Juan 8:31-32.
Jesús se dirigió entonces a los judíos que habían creído en él, y les dijo: —Si se mantienen fieles a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.
Muchos judíos despreciaban a Jesús porque no creían en Él, pero quienes creyeron cambiaron sus vidas para seguirle, dejaron sus bienes, familias y beneficios para sumarse a la tarea de ser seguidores de Jesús. Redefinieron sus culturas para conocer la verdad y encontraron libertad en cualquier lugar al que visitaban siguiendo las enseñanzas de Jesús. Por supuesto que redefinir la cultura implica un proceso de transformación, donde vamos puliendo nuestras costumbres para ir acoplando las nuevas y refinando las antiguas, limpiamos nuestras mentes y preparamos el terreno para recibir lo que Cristo tiene para nosotros.
Te quiero compartir algunas cosas que he hecho durante este proceso:
1. Me recuerdo a diario quién soy y a dónde voy. (Hija del Rey y mi morada es celestial.)
2. Identifico los objetivos de una manera realista y alcanzable. (Cuando mi cuerpo supera mis deseos, entonces mis metas deben ir a mi altura.)
3. Reconozco lo que puedo llegar a ser y hacer. (Si soy hija del Rey, puedo comportarme como tal y mi corazón obra para bien.)
4. Observo mis emociones y pensamientos de manera consciente. (Dedicarme tiempo a mí misma me permite conectarme con Dios.)
5. Evalúo constantemente mis actitudes hacia los demás. (Tener un termómetro en cómo actúo con otros me permite tener relaciones saludables.)
Hasta el día de hoy he vivido en 5 países distintos durante mis 29 años de vida, y sigo aprendiendo cada día de nuevas culturas; por lo tanto, te puedo asegurar que ni la cultura más difícil de entender, ni la lengua más extraña de interpretar, podrán superarte si tienes dentro de tu corazón la cultura de Jesús.
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Escrito por Deanna Brooks, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas
“Cultura” ... se define como las creencias, formas sociales y rasgos materiales habituales de un grupo racial, religioso o social, incluidos los rasgos característicos y la moral de la vida cotidiana que comparten las personas en un lugar o tiempo. Las culturas variarán de un país a otro, pero en última instancia, todas las creencias y prácticas culturales reflejarán la visión que tiene un grupo de un Ser Supremo.
Es imperativo que entendamos dónde se originan nuestras creencias culturales ... y como seguidores de Jesucristo, nuestras creencias y prácticas culturales deben estar arraigadas en lo que Él haría.
Nuestro Padre Celestial obra a través de “personas llamadas”. Entre ellos, Noé, Abraham, y también la nación “llamada” de Israel.
Cuando Jehová Dios llevó a Israel a la Tierra Prometida, quiso que fueran diferentes. Una cosa que les dijo fue que no debían ofrecer a sus hijos al fuego de Moloc.
“No haréis como hacen en la tierra de Egipto, en la cual morasteis; ni haréis como hacen en la tierra de Canaán, a la cual yo os conduzco, ni andaréis en sus estatutos. Mis ordenanzas pondréis por obra, y mis estatutos guardaréis, andando en ellos. Yo Jehová vuestro Dios…. Y no des hijo tuyo para ofrecerlo por fuego a Moloc; no contamines así el nombre de tu Dios. Yo Jehová.” (Lev. 18:3,4,21 RVR1960)
No se nos dice detalles de las prácticas que pudieron haber adoptado en Egipto, pero Dios quería asegurarse de que no practicaran las abominaciones de los cananeos.
Debido a que los llamados de Dios no debían asumir la cultura de la gente de la tierra, se les dijo a los israelitas que expulsaran a los habitantes de la Tierra Prometida.
Llegamos a ser como los que nos rodean; y como pueblo elegido por medio del cual vendría el Mesías, era importante que el pueblo de Dios fuera santo como Él era santo.
Con el tiempo, los israelitas también participarían en esas prácticas cananeas, porque no obedecieron y no limpiaron la tierra cuando se les dio. El pueblo de Dios... aquellos a quienes Él había llamado... ¡estaban llamando santo a lo que Él llamó pecado!
Se necesitó el cautiverio babilónico para transmitir el mensaje de Dios y hacer de los israelitas un pueblo monoteísta.
Hoy… como discípulos de Jesucristo debemos oponernos a las tendencias culturales que violan lo que Dios ha dicho.
El apóstol Pablo escribió a los romanos: “No se amolden a este mundo” (12: 2) y les dice que deben ser transformados.
El pueblo de Dios a menudo se vuelve insensible por el mundo, aceptando la cultura del mundo como buena y santa.
Pedro nos recuerda que nosotros, como los israelitas, hemos sido elegidas y somos, “una nación santa, un pueblo para su posesión, para que proclamar las excelencias de aquel que te llamó de las tinieblas a su luz maravillosa” (1 Pe. 2:9).
Mientras caminamos por este mundo, debemos recordar que somos diferentes, hemos sido llamadas con un propósito ... y recuerda que Jesús nos dijo: “Deja que tu luz brille delante de los demás, para que vean tus buenas obras y den gloria a tu vida. Padre que estás en los cielos” (Mat. 5:16).