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2022 01 19 wk 3 miercoles Escrito por hermanas, Chrystal y Michelle J. Goff, voluntaria y directora del Ministerio Hermana Rosa de Hierro, viviendo en Searcy, Arkansas

El remanente de los israelitas estaba agotado. Se sentían golpeados, las ciudades destruidas por sus enemigos. Muchos de sus parientes tomados al exilio por los babilonios vivían todavía allá bajo el reino Media Persia. Unos grupos habían regresado a Israel bajo Zorobabel y luego con Esdras, pero el templo seguía sin restaurar y la ciudad de Jerusalén estaba en ruinas.

Nehemías sentía el peso de las condiciones quebrantadas en Judá su país nativo, reportadas por su hermano.

 Ellos me respondieron: «Los que se libraron del destierro y se quedaron en la provincia están enfrentando una gran calamidad y humillación. La muralla de Jerusalén sigue derribada, con sus puertas consumidas por el fuego». (Neh. 1:3)

Nehemías ayunó, oró y clamó a Dios por auxilio de parte de su pueblo. Fortalecido por el Señor, Nehemías, un copero del Rey Artajerjes, oraba por cada paso al pedir el tiempo, los materiales y cartas de paso seguro para ir y reconstruir el muro.

Pero, antes de que Nehemías pudiera compartir con su pueblo lo que Dios le había llamado a hacer, enfrentó oposición. Sanbalat el horonita y Tobías el amonita, “los matones” como los vamos a llamar… “Pero, al oír que alguien había llegado a ayudar a los israelitas… se disgustaron mucho.” (Neh. 2:10)

Los matones no pensaban que tendrían que esforzarse tanto para oponerse a Nehemías. Sólo era un copero. ¿Cómo sabría ser un buen líder para la reconstrucción del muro? Subestimaron a Dios y a la dedicación de Nehemías de pedir ayuda para cumplir su llamado.

Perdemos la cuenta de las veces que Nehemías encuentra fortaleza en el Señor para reconstruir el muro. Luego, él anima a los judíos quienes también han clamado a Dios. Dios les da una solución. Los judíos siguen la recomendación al seguir construyendo. Luego se enojan los matones e intentan otra artimaña… La oposición intentó un poco de todo: rumores, decepciones, burlas, mentiras, intimidaciones, ataques físicos y verbales, entre otros.

Nehemías y los judíos oran otra vez. Dios les fortalece, emplean una estrategia nueva y los matones se frustran más. ¡Se repite una y otra vez!

Por un tiempo, los israelitas tenían que ser trabajadores por día y guardia por noche. La mitad trabajaba mientras que la otra mitad guardaba con espadas. Los que llevaban los materiales sólo podían cargar la mitad porque tenían que llevar la espada en la otra mano (Neh. 4:16-18). ¡Qué frustrante! Nosotros, hoy día, ni siquiera podemos caminar y masticar sin tropezarnos. Pero Dios les daba fuerza y un buen equilibrio para la obra.

La oposición estaba repleta de mentiras obvias y secretos manipuladores. Cinco veces seguidas, los matones intentaron atrapar a Nehemías para herirle, invitándole a otro pueblo cercano. Ya la quinta vez, la respuesta de Nehemías a sus mentiras tan obvias es para reírse:

 Yo envié a decirle: «Nada de lo que dices es cierto. Todo esto es pura invención tuya». (Neh. 6:8)

A veces, lo que se nos opone, lo que sentimos que nos mata y nos ataca, se siente sin fin, agotador y maligno… nos sentimos incapaces de cumplir nuestra tarea. Clamamos, “Está intentando interponerse e impedirme. ¡Auxilio!” Clamar a Dios en oración y entregarle la oposición permite que Él nos de soluciones, estrategias y fuerza.

 En realidad, lo que pretendían era asustarnos. Pensaban desanimarnos, para que no termináramos la obra. «Y ahora, Señor, ¡fortalece mis manos!» (Neh. 6:9)

Golpeados y agotados después de cincuenta y dos días de reconstrucción del muro y toda la oposición que enfrentaron, los israelitas fueron fortalecidos por Dios. Luego, se reunieron frente a la puerta del Agua para que Esdras leyera de la Ley.

Años antes de Netflix, los israelitas perdieron la cuenta de las horas escuchando la Palabra del SEÑOR, desde el alba hasta el mediodía. Se compungieron de corazón por lo que escucharon y comenzaron a lamentar el pecado perpetuo de sus antepasados.

Pero Dios los fortaleció al recordarles de qué se trataba ese día: ¡Regocijarse en la fortaleza del Señor! Ya vendría el momento para confesar sus pecados y comprometerse al arrepentimiento de corazón y de acción como el pueblo de Dios.

Al oír las palabras de la ley, la gente comenzó a llorar. Por eso el gobernador Nehemías, el sacerdote y maestro Esdras y los levitas que enseñaban al pueblo les dijeron: «No lloren ni se pongan tristes, porque este día ha sido consagrado al Señor su Dios... pues el gozo del Señor es nuestra fortaleza». (Neh. 8:9-10, porciones)

No importa la oposición que se interponga (matones externos o luchas internas), Dios nos fortalece. El libro de Nehemías concluye con el muro como instrumento de dedicación a los caminos de Dios, Su Ley. Los días de reposo se cerraban con llave las puertas de la ciudad en protección a la santidad del día dedicado a Dios y al recordarle.

¿De qué maneras has enfrentado oposición a reconstruir o a dedicar toda faceta de tu vida a Dios? ¿Cómo has visto a Dios fortalecerte en ese llamado?

 

2022 01 Stefanía MedranoEscrito por Estefanía Medrano, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en El Salvador

Hace días salí de mi país, para visitar a mi familia en los Estados Unidos, pensé que podría aprovechar el tiempo de viaje y trabajar medio tiempo para ganar también experiencia por lo que empecé la búsqueda de trabajo. Encontré una vacante en un restaurante, prontamente llamé y pregunté si aún estaba disponible. Me contestaron que sí y me agendaron una cita para una entrevista el mismo día por la tarde, pues estaban desesperados por contratar personal nuevo. Me dispuse a ir con el favor de Dios.

La entrevista fue todo un éxito, pues estaba de acuerdo con todo lo que el trabajo esperaba que hiciera, los horarios eran perfectos, era una gran oportunidad. Me dijeron que me presentara al día siguiente, y que comprara un atuendo y calzado especifico, así de rápido fue. Iba totalmente preparada para aprender y dar lo mejor de mí.

Cuando llegué, me presenté con otra de las manager (no era la misma persona que me entrevistó el día anterior). Esta persona me empezó a pedir muchos documentos que hicieran constar que era ciudadana del país. Evidentemente no los tenía, no iba preparada para dar documentos de ese tipo, pues la persona que me entrevistó, olvidó preguntarme si los poseía. Nunca imaginé que fuesen exigentemente necesarios, y no los poseo, ya que mi estadía no es permanente.

En ese momento esa persona, muy avergonzada, me dijo que no podían contratarme pues era un requisito indispensable y que los disculpara por no habérmelo dicho durante la entrevista. Yo, sonriendo, le dije que no había problema, que entendía totalmente. Me despedí con un estrechón de mano y salí del lugar. Cuando crucé la puerta las lágrimas rodaron sobre mis mejillas sin querer, y luego medité en lo sucedido.

Nunca me había puesto a pensar en el valor de la ciudadanía de un país, y los derechos que ésta le otorga al ciudadano. Al mismo tiempo, se me vino a la memoria la ciudadanía más importante que puede existir, la ciudadanía en el cielo. Nunca olvidaré lo primero que se me vino a la mente cuando salí de aquel restaurante. Me pregunté cómo me sentiré o cómo será cuando esté ante la presencia de Dios, y Él llame a Sus escogidos hacia Su derecha para que vivan una eternidad a Su lado; pues esos escogidos tienen una ciudadanía garantizada en el cielo, con todos los beneficios que ella posee. Mas aquel que no lo tiene, no tendrá ese pase y no se le permitirá entrar; la humillación será grande y el lloro será eterno. Creo que nadie quiere pasar ese momento humillante en el que Dios nos diga que no podemos entrar a vivir con el por la eternidad.

“Pero no me corresponde a mi decir quien se sentara a mi derecha o a mi izquierda. Dios preparó esos lugares para quienes él ha escogido.” (Mc. 10:40 NTV)

“Porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir.” (Heb. 13:14 RVR)

La diferencia a mi experiencia con el trabajo, es que nosotras sí sabemos que estamos luchando por lograr obtener esa ciudadanía y obtener todos los beneficios o derechos que ella trae consigo misma.

“En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, donde vive el señor Jesucristo; y esperamos con mucho anhelo que el regrese como nuestro salvador.” (Fil 3:20 NTV)

Esa esperanza debe de ir acompañada del esfuerzo para alcanzarla porque es un lugar sinigual.

“Y tenemos una herencia que no tiene precio, una herencia que esta reservada en el cielo para ustedes, pura y sin mancha, que no puede cambiar ni deteriorarse.” (1 Pe. 1:4 NTV)

Te imaginas ese gran día, querida hermana, el día que todo cristiano espera, ser llamada por tu nombre por nuestro Padre celestial. Y que, al leer tu nombre que está escrito en el libro de la vida, te permita la entrada a la ciudad celeste, porque tú perteneces a ese lugar, eres una ciudadana legitima y podrás gozar de todo lo que allí hay por toda una eternidad.

El día que me presenté al trabajo y me dijeron que no podían contratarme me sentí mal y en cierto modo humillada, pero luego con la mente más relajada, comprendí y acepté que estaba bien pues el restaurante tenía políticas y reglas y no podría llegar a cambiarlas, y recordé las palabras en Apocalipsis…

“No se permitirá la entrada a ninguna cosa mala ni tampoco a nadie que practique la idolatría y el engaño. Solo podrán entrar los que tengan su nombre escrito en el libro de la vida del cordero.” (Apoc. 21:27 NTV).

Dios también tiene Sus reglas o requisitos, y no podemos ir en contra de ellas. Ese gran día del juicio tendremos que ir conscientes de nuestras acciones, de nuestro perfil como cristianas; y si nuestra vida fue conforme a lo que Dios pide en Su manual de vida, que es Su santa Palabra, seremos merecedoras de ese gran galardón.

Es por eso hermana que te invito juntamente conmigo a cada día recordar que debemos redefinir nuestro enfoque en la eternidad al pensar siempre en la verdadera ciudadanía y el privilegio de la entrada a aquella ciudad gloriosa, donde seremos ciudadanas legitimas y gozaremos una eternidad con el Rey.

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