Escrito por hermanas, Chrystal y Michelle J. Goff, voluntaria y directora del Ministerio Hermana Rosa de Hierro, viviendo en Searcy, Arkansas
El remanente de los israelitas estaba agotado. Se sentían golpeados, las ciudades destruidas por sus enemigos. Muchos de sus parientes tomados al exilio por los babilonios vivían todavía allá bajo el reino Media Persia. Unos grupos habían regresado a Israel bajo Zorobabel y luego con Esdras, pero el templo seguía sin restaurar y la ciudad de Jerusalén estaba en ruinas.
Nehemías sentía el peso de las condiciones quebrantadas en Judá su país nativo, reportadas por su hermano.
Ellos me respondieron: «Los que se libraron del destierro y se quedaron en la provincia están enfrentando una gran calamidad y humillación. La muralla de Jerusalén sigue derribada, con sus puertas consumidas por el fuego». (Neh. 1:3)
Nehemías ayunó, oró y clamó a Dios por auxilio de parte de su pueblo. Fortalecido por el Señor, Nehemías, un copero del Rey Artajerjes, oraba por cada paso al pedir el tiempo, los materiales y cartas de paso seguro para ir y reconstruir el muro.
Pero, antes de que Nehemías pudiera compartir con su pueblo lo que Dios le había llamado a hacer, enfrentó oposición. Sanbalat el horonita y Tobías el amonita, “los matones” como los vamos a llamar… “Pero, al oír que alguien había llegado a ayudar a los israelitas… se disgustaron mucho.” (Neh. 2:10)
Los matones no pensaban que tendrían que esforzarse tanto para oponerse a Nehemías. Sólo era un copero. ¿Cómo sabría ser un buen líder para la reconstrucción del muro? Subestimaron a Dios y a la dedicación de Nehemías de pedir ayuda para cumplir su llamado.
Perdemos la cuenta de las veces que Nehemías encuentra fortaleza en el Señor para reconstruir el muro. Luego, él anima a los judíos quienes también han clamado a Dios. Dios les da una solución. Los judíos siguen la recomendación al seguir construyendo. Luego se enojan los matones e intentan otra artimaña… La oposición intentó un poco de todo: rumores, decepciones, burlas, mentiras, intimidaciones, ataques físicos y verbales, entre otros.
Nehemías y los judíos oran otra vez. Dios les fortalece, emplean una estrategia nueva y los matones se frustran más. ¡Se repite una y otra vez!
Por un tiempo, los israelitas tenían que ser trabajadores por día y guardia por noche. La mitad trabajaba mientras que la otra mitad guardaba con espadas. Los que llevaban los materiales sólo podían cargar la mitad porque tenían que llevar la espada en la otra mano (Neh. 4:16-18). ¡Qué frustrante! Nosotros, hoy día, ni siquiera podemos caminar y masticar sin tropezarnos. Pero Dios les daba fuerza y un buen equilibrio para la obra.
La oposición estaba repleta de mentiras obvias y secretos manipuladores. Cinco veces seguidas, los matones intentaron atrapar a Nehemías para herirle, invitándole a otro pueblo cercano. Ya la quinta vez, la respuesta de Nehemías a sus mentiras tan obvias es para reírse:
Yo envié a decirle: «Nada de lo que dices es cierto. Todo esto es pura invención tuya». (Neh. 6:8)
A veces, lo que se nos opone, lo que sentimos que nos mata y nos ataca, se siente sin fin, agotador y maligno… nos sentimos incapaces de cumplir nuestra tarea. Clamamos, “Está intentando interponerse e impedirme. ¡Auxilio!” Clamar a Dios en oración y entregarle la oposición permite que Él nos de soluciones, estrategias y fuerza.
En realidad, lo que pretendían era asustarnos. Pensaban desanimarnos, para que no termináramos la obra. «Y ahora, Señor, ¡fortalece mis manos!» (Neh. 6:9)
Golpeados y agotados después de cincuenta y dos días de reconstrucción del muro y toda la oposición que enfrentaron, los israelitas fueron fortalecidos por Dios. Luego, se reunieron frente a la puerta del Agua para que Esdras leyera de la Ley.
Años antes de Netflix, los israelitas perdieron la cuenta de las horas escuchando la Palabra del SEÑOR, desde el alba hasta el mediodía. Se compungieron de corazón por lo que escucharon y comenzaron a lamentar el pecado perpetuo de sus antepasados.
Pero Dios los fortaleció al recordarles de qué se trataba ese día: ¡Regocijarse en la fortaleza del Señor! Ya vendría el momento para confesar sus pecados y comprometerse al arrepentimiento de corazón y de acción como el pueblo de Dios.
Al oír las palabras de la ley, la gente comenzó a llorar. Por eso el gobernador Nehemías, el sacerdote y maestro Esdras y los levitas que enseñaban al pueblo les dijeron: «No lloren ni se pongan tristes, porque este día ha sido consagrado al Señor su Dios... pues el gozo del Señor es nuestra fortaleza». (Neh. 8:9-10, porciones)
No importa la oposición que se interponga (matones externos o luchas internas), Dios nos fortalece. El libro de Nehemías concluye con el muro como instrumento de dedicación a los caminos de Dios, Su Ley. Los días de reposo se cerraban con llave las puertas de la ciudad en protección a la santidad del día dedicado a Dios y al recordarle.
¿De qué maneras has enfrentado oposición a reconstruir o a dedicar toda faceta de tu vida a Dios? ¿Cómo has visto a Dios fortalecerte en ese llamado?