Nos encanta construir relaciones. Suscríbete a nuestro blog para recibir ánimo semanal en tu bandeja de entrada de correo electrónico.
Etiquetas
Búsqueda
Compras en línea
Nuestros libros, recursos gratis, tarjetas, botellas de agua, y más
- Detalles
Escrito por Deanna Brooks, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas
“Creo que Jesús es el Cristo, el Mesías prometido, el Hijo del Dios vivo”.
Hacemos esa confesión o algo similar antes de ser sumergidas para la remisión de los pecados, y salimos del agua para vivir una vida nueva, llenas del Espíritu Santo según Hechos 2:38 y Romanos 6:4.
Al confesar a Jesús como el Cristo, estamos rindiendo nuestras vidas a Su control, donde Él es el Poder y la Autoridad supremos en nuestras vidas. Hemos entregado nuestras vidas a Jesús, sabiendo que Él está caminando con nosotros mientras enfrentamos los altibajos de la vida.
En 1 Corintios 6:19-20 (NVI) Paul escribió, “…su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en ustedes y al que han recibido de parte de Dios? Ustedes no son sus propios dueños; fueron comprados por un precio. Por tanto, honren con su cuerpo a Dios.”
Cuando elegimos confesar a Jesús, significa que reevaluamos lo que significa el éxito. Significa que tenemos una forma diferente de pensar acerca de la vida. Ya no tomamos decisiones basadas en nuestros deseos. Nuestras decisiones reflejan a nuestro Salvador. Hablamos y actuamos de manera diferente al mundo.
Pablo nos dice en Colosenses 3:1-4: “Ya que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra, pues ustedes han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, que es la vida de ustedes, se manifieste, entonces también ustedes serán manifestados con él en gloria.”
Piensa en esto… ¡Cristo es nuestra vida, y nosotras vamos a aparecer con Él en gloria!
Debido a esta confesión, la gente deja la vida de pecado dominada por Satanás. Los ladrones ya no roban; los inmorales cambian la forma en que ven a los demás y persiguen una vida de pureza; el mentiroso busca decir la verdad, y todos los que confiesan verán al Todopoderoso como SANTO, SANTO, SANTO… todo porque han entregado su vida a Jesús el Cristo. Recordamos las palabras de Juan: “porque el que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo.” (1 Juan 4:4 NVI) cuando enfrentamos los altibajos de la vida.
La vida sucede, y aunque NOSOTRAS somos cambiadas, las circunstancias que nos rodean pueden no cambiar, y eso a veces crea problemas cuando tratamos de caminar con Jesús. Satanás continúa vagando por la tierra, buscando nuestras debilidades, buscando a quién devorar (1 Pe. 5:8).
Esta confesión es algo que renovamos diariamente... continuamos confesando que Jesús es el Cristo por la vida que vivimos... en las cosas pequeñas que son parte de la vida cotidiana... así como en las cosas más grandes que tienen consecuencias a largo plazo.
Cuando estoy luchando, me ayuda recordar cuando hice esa confesión. ¿Recuerdas lo que pasaba por tu mente? Para mí, tenía unos meses después de cumplir 12 años y recuerdo una mezcla de miedo y alegría. Me di cuenta de que estaba tomando una decisión de por vida, pero no sabía qué me depararía el futuro por esa decisión o qué tipo de luchas podría enfrentar. El gozo provino de darme cuenta de que era una hija de Dios, adoptada por Él, y que Jesús era mi Hermano (Heb. 2:11).
Esta confesión no evita que el pecado entre en nuestras vidas, pero el apóstol Juan escribió: “Pero, si alguno peca, tenemos ante el Padre a un intercesor, a Jesucristo, el Justo” (1 Juan 2:1).
Jesús nos dice en Juan 14:6 que Él es el Camino, la Verdad, la Vida… y nadie viene al Padre sino por Él, y más adelante en 1 Juan 4:15 leemos: “Si alguien reconoce que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios.”
La cultura que nos rodea puede cambiar y ver el mal (pecado) como bueno. Hace mucho tiempo, Isaías escribió: “¡Ay de los que llaman a lo malo bueno y a lo bueno malo…” (5:20). Esto es parte de nuestra lucha.
Esta confesión conduce al bautismo para la remisión de los pecados que nos coloca en la familia de Dios... somos hijas del Creador... tenemos un Hermano, nuestro Abogado, para estar a nuestro lado.
Llega el día en que “para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Fil. 2:10-11).
¡En ese momento, nos regocijaremos, porque hemos vivido nuestras vidas confesando a Jesús como el Cristo!
#HermanaRosadeHierro #DIOStorias #confesion #salvacion #JesusesSenor #rendir #blog
- Detalles
Escrito por Eliuth Araque de Valencia, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Colombia
“También por la fe Sara misma recibió fuerza para concebir, aun pasada ya la edad propicia, pues consideró fiel al que lo había prometido.” (Heb. 11:11)
Puedo asegurar que tanto ustedes como yo hemos pasado por una variedad de temporadas en nuestro caminar de fe. En particular, he vivido temporadas fructíferas y también he experimentado temporadas de sufrimiento en las que no entendía cómo Dios podría redimirlo. Y, sin embargo, Él lo hizo.
En mi vida devocional familiar, cada noche oramos por nuestras necesidades más profundas; es uno de los momentos más esperados, abrir nuestros corazones, reconocer que tenemos nuestras luchas. Cada uno va participando dando sus peticiones… esa es la dinámica. Llega mi turno. Hice una vez más una petición recurrente y vergonzosa para una mujer que anhela recibir el elogio de su esposo e hijos, y al final de un día con agenda apretada y agitada dije: “Pido para que Dios obre en mi vida como la mujer que quiere que sea, con un espíritu suave y apacible agradable delante de Sus ojos”. Mi hijo replicó y dijo: “Llevas tiempo pidiendo lo mismo”. Y este fue mi punto de partida de aflicción, de dolor y angustia. “Sí hijo, es tiempo“.
No se trata de que Dios no siempre responda a mis oraciones exactamente de la manera que quiero que lo haga, ni cuantas repetidas ocasiones lo manifieste, era tiempo para no quedarme allí esperando a que algo mágico sucediera, sino para accionar al cambio y verdaderamente aprovechar cada oportunidad como madre, esposa, hija y hermana de mostrar a Cristo, aun cuando Su propia naturaleza sea la de redimir.
Y esto es lo que veo hoy en este pasaje. Aquí Sara, esposa del gran patriarca Abraham, se tiende a verla en un marco de dignidad y honor. Pero leyendo la descripción bíblica de su vida, es imposible dejar de notar que a veces actuó muy mal. Podrían darle ataques y berrinches, ser impaciente, temperamental, maquinadora, arisca, cruel, inconstante, malhumorada, celosa, errática, irracional, ganadora, quejumbrosa y regañona. No obstante, siempre ha sido referente o el modelo perfecto de gracia piadosa y de mansedumbre.
Entonces, es fácil partir desde el elogio, pensando que somos buenas cristianas, que leemos nuestras biblias, que oramos con regularidad, que nos congregamos fielmente y obedecemos todas las reglas. Esta es una versión inexacta de nosotras mismas. Fallamos a diario, somos infieles cada vez que elegimos el pecado, somos débiles y nos distraemos con facilidad. Podemos tenerlo todo por apariencia, pero nuestro corazón dice la verdad. Cuando nuestra vida no está de acuerdo a los planes y propósitos de Dios, todo lo que experimentamos es dolor, miseria y mucho arrepentimiento. En algún momento puede parecer obrando a favor y al mismo tiempo estar lejos de Dios, en esclavitud, estancadas, sin cambios significativos.
Sara era una criatura impulsada por problemas carnales como nosotras. Había una cosa que deseaba sobre todo lo demás, y eso era tener hijos. Pero era estéril desde el principio hasta el fin de sus años fecundos. De hecho, esto es prácticamente lo primero que la escritura menciona sobre ella en Génesis 11:30, obviamente, acongojada por la esterilidad. Cada episodio de mal humor o conflicto en su familia estuvo precedido con su fracaso por su aridez. Esto la consumía. Gastó muchos años en manejar la frustración y la depresión que su realidad producía. Su deseo desesperado de la maternidad finalizó aceptando el hecho de su esterilidad (Gén. 16:2). Tanto quería que su marido tuviera un heredero, que inventó un plan entre él y su criada.
De manera imaginable, las secuelas de tal coartada carnal casi desgarraron la vida y parecieron dejarle una cicatriz permanente en su personalidad. Su amargura la enfureció durante trece años, hasta que insistió definitivamente para que Abraham expulsara a la otra mujer, y al niño que habían procreado.
Sus defectos son notorios y suficientes, no hay duda, había caído. Su fe se debilitó, su corazón la condujo por una senda equivocada, fallas visibles e incuestionables. Y nos preguntamos, ¿puede haber algo más? Por fortuna, sí, había mucho más que eso en Sara. Tenía tanto puntos fuertes como defectos notorios. Las Escrituras en realidad la elogia por su fe y firmeza. El apóstol Pedro la señala como modelo de cómo cada esposa debe someterse a la autoridad de su marido. Su vida se caracteriza por la humildad, la mansedumbre, la hospitalidad, la fidelidad, el profundo afecto para con su marido, el amor sincero hacia Dios y la esperanza a toda prueba.
Después de realizar este contraste y contradicción, puedo concluir que Sara es una mujer que recibió redención, porque aprendió lo valioso, creyó, dando a luz a un hijo pasados los años de su fertilidad, siendo anciana, precedente en la historia hebrea. Los aspectos más relevantes son su fidelidad a toda prueba a su marido, su perseverancia contra obstáculos increíbles y la firmeza de su fe; llegaron a ser la característica principal de su legado. En efecto, el Nuevo Testamento la admira en el salón de la fe: “Porque creyó que era fiel quien lo había prometido.” (Heb. 11:11)
El espectáculo completo de la fe de Sara no se aprecia en totalidad sino hasta considerar los muchos obstáculos aparentemente insuperables de esa fe. La felicidad de la promesa de Dios cumplida, no por la perfección de Sara en obediencia o en fe, sino porque Dios es fiel a Su palabra. Algunas promesas de Dios son condicionales que dependen de que hagamos algo. Pero otras son incondicionales y se cumplen no por lo que hagamos, sino por quién es Dios.
“Mirad a Abraham, vuestro padre, y a Sara, que os dio a luz; cuando él era uno solo lo llamé, y lo bendije y lo multipliqué.” (Is. 51:2)
Ahora, amada lectora, una vida de fe es lo que Dios aprecia. Tú y yo no somos mujeres perfectas, no podemos serlo. Dios no es indiferente, Él nos sostiene. Hoy, cree a pesar de tus luchas recordando a Sara. Ella, contra esperanza, confió que lo imposible para ella, eso que le causó risa, se haría realidad. Y debido a que Él es fiel, los que creemos en Cristo somos justificados y redimidos.
Es por eso que Dios demuestra Su amor en que, aun siendo pecadoras, Cristo murió por nosotras, para gozar la rectitud, creyendo en Él; siendo rico en misericordia, no sólo tuvo un plan redentor con Sara y su familia sino también fue un plan para nosotras. Con el nombre Jesús, disfruta, ríe abrazando lo valioso de cada momento en fe y redención en la esperanza del evangelio glorioso que nos sostiene.
#HermanaRosadeHierro #DIOStorias #fe #esperanza #Sara #contraesperanza #confiar #redencion #imperfectasredimidas #blog