Escrito por Geissa da Paz, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Buenos Aires, Argentina.
¿Quién nunca habrá oído o hasta vivido a la frase “hacer una locura por amor”?
Un cierto hombre amaba su carrera de tal manera que, literalmente llegaba a matar a personas para probar su conocimiento y talentos. Él había dedicado años de su vida hasta llegar a donde llegó, su nivel de importancia en la sociedad era muy alto. Todo lo que él hacía era pensando en atraer y ganar a la atención de aquél a quién él más admiraba.
Después de algún tiempo, él finalmente recibió esa atención, pero no de la manera que pensaba. Aunque haya dedicado su vida a aprender y practicar las cosas que leía y escribía, recibió un llamado de Él y luego la historia de su vida cambió completamente.
Sí, estoy hablando sobre Saulo. Sabemos que él era un hombre bien informado y que tenía amor por las cosas de Dios. Pero sus decisiones y acciones eran incorrectas. Él logró impresionar, pero no de la manera esperada.
El que ama, actúa con sabiduría, no hace locuras.
Hechos 9 nos cuenta de manera rápida sobre su conversión. Quiero que volteemos nuestra atención a Saulo, ahora con su nuevo nombre Pablo. Después de recibir un llamado a la redención, él nos muestra frutos de arrepentimiento. Se dio cuenta de sus hechos de tal manera que ya ni tenía hambre.
¿Qué habré hecho?, debe haber sido una de las preguntas que cruzaron su mente. ¿Pero si él hizo tantas cosas malas, por qué razón fue elegido como uno de los apóstoles más visibles en la Biblia?
La diferencia entre nosotras (en algunas situaciones) y Pablo es que él sentía amor por lo que hacía, y tenía consciencia de sus hechos. Él se dedicaba a todo lo que hacía para agradar a Dios. De manera equivocada, sí seguramente. Pero lo que él sentía era verdadero. Y cuando Jesús abrió sus ojos para la Verdad, él fue liberado. Comenzó a dar frutos dignos de comer.
La motivación era la misma: hacer la voluntad de Dios, sin depender de lo que eso signifique para él en la tierra.
Tal vez, esta sea una pregunta sin sentido si ya eres parte de una familia espiritual, pero ¿estarías dispuesta a vivir una vida enteramente entregada a Dios? Porque no es lo mismo ser parte del cuerpo que vivir en colaboración con el cuerpo.
¿No sería más fácil elegir vivir como le agrada a Dios, antes que elegir placeres egoístas y luego tener que renunciarlos para vivir como Dios quiere? Parece medio borroso, pero es el camino que el Padre eligió para nosotras. Jesús nos prometió que sería difícil. Él lo hizo claro, y aun así elegimos a esa vida. ¿Entonces por qué hacemos que sea aún más borroso?
Elijamos vivir una vida con Cristo, antes de renunciar a las cosas a las cuales probablemente ya nos hemos dedicado por años y años. Cuando te dedicas a hacer lo que le agrada a Él, no tendrás tiempo para hacer nada de lo cual algún día te vas a arrepentir.
Obedecer es mejor que sacrificar (1 Sam. 15:22-23).
Por Su gracia somos salvas, porque mientras haya vida hay oportunidad de enderezar el camino. Puedes elegir qué tipo de vida llevar, pero no puedes huir de las consecuencias de tus acciones.
“Sin embargo, gracias a Dios que en cristo siempre nos lleva triunfantes y, por medio de nosotros, esparce por todas partes la fragancia de su conocimiento.” (2 Co. 2:14)
Qué maravilloso sería si nuestras consecuencias fueran amor, paz y bondad dondequiera que andemos. Pero gracias a Dios por Su Espíritu que nos guía.
Pablo vivió en una época en la que los milagros eran visibles. Hoy, vivimos por la fe, o por lo menos deberíamos vivir por ella. ¿Y tú? ¿Haces locuras por amor, o actúas con sabiduría por la misma motivación?
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