Nos encanta construir relaciones. Suscríbete a nuestro blog para recibir ánimo semanal en tu bandeja de entrada de correo electrónico.
Etiquetas
Búsqueda
Compras en línea
Nuestros libros, recursos gratis, tarjetas, botellas de agua, y más
- Detalles
Escrito por Nilaurys Garcia, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Canadá
¿Te ha pasado que después de unas vacaciones necesitas descansar? O sea, necesitas otras vacaciones para descansar de las vacaciones, puede ser que quieras pasar todo el día acostada en la cama leyendo un libro, hacer un maratón de tus series favoritas, tomar el sol en la playa, caminar por el parque o la actividad que más te guste.
Puedo imaginar a varias personas riéndose y comentando que los días libres son para hacer las cosas que no puedes hacer mientras trabajas o estás en tu rutina y ¿por qué lo sé?, pues porque mi mente también funciona así. Pero un día después de un pequeño colapso mental que me llevó a desmayarme en el metro camino al trabajo, tanto mi familia como mi jefe decidieron hacer una intervención y muy amablemente me obligaron a tomar unos días libres. Ojalá esta historia terminara aquí, y me encantaría decir que después de las vacaciones aprendí a relajarme, conectar con Dios y a vivir en estado de paz, pero no. Seis meses después volvió a suceder. Luego de estudios médicos y resultados que sólo indicaban una cosa, estrés. La intervención ya no fue tan amable, pero en esta oportunidad si aprendí.
Hubo una lucha interna dentro de mí al vivir estas dos experiencias, porque después de haberme sobresaturado con cosas buenas, como múltiples estudios bíblicos, actividades de damas, jóvenes, clases de niños, salir de paseo y más, simplemente me drené. No quedaba nada más para dar. Algunos pensarán, pero así es la vida del siervo y es parte de la tarea hacer todo eso. Además de que ¿cómo te vas a cansar si todas esas actividades te nutren y forman, conectan más con Dios y hacen crecer? Todo eso es verdad, pero si sobrepasamos nuestros límites, hay consecuencias.
Lo que me llevó a entender que el descanso o dar un paso a un lado era un necesario, fue ver el ejemplo de Jesús, en Lucas 6:12, cuando después de varios milagros, días de enseñar y tener que lidiar con los escribas y fariseos se retiró toda la noche a orar “En aquellos días Él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios.” No es la primera y única vez que lo vemos haciendo esto, también lo hizo después de haber caminado sobre el agua, haber alimentado a una multitud y antes de ser entregado. En Lucas 5:16 afirma que “Él se apartaba a lugares desiertos y oraba.”
Desde que entendí que era necesario dedicar momentos, días o temporadas a esta acción de recargar, entendí que tenía mucho más para dar. Pero sólo era posible si realizaba estas pausas conscientes para volver a la Fuente que me permitiría respirar profundo y conversar con la Fuente, más allá de una interacción diaria. He aprendido de Jesús a retirarme y respirar por unos momentos, aprendí a identificar los síntomas que indican que necesito hacer una pausa y recuperar fuerzas, y dedico tiempo consciente a hacerlo.
Según tus gustos y personalidad, retirarte puede verse como sentarte en el parque mientras estudias tu devocional, tomar un par de horas para hacer journaling, tomar el camino largo al trabajo mientras oras en voz alta si vas manejando, o decir que no a un estudio o actividad de la iglesia, pero debe ser una decisión consciente. También puedes invitar a una amiga si lo deseas. En mi caso funciona mejor cuando estoy sola y oro en voz alta, por lo que, si alguna vez me ven en la calle hablando sola, ya saben qué estoy haciendo. No necesitas irte al medio del bosque por una semana para estar sola con Dios y tus pensamientos, pero si esa es tu manera, ¡bienvenida sea! Sólo te recomiendo que no esperes a colapsar para retirarte, respirar y recargar. Recuerda que Jesús dedicaba tiempo a descansar y recargarse directamente de la Fuente.
#HermanaRosadeHierro #DIOStorias #retirar #recargar #respirar #descansar #escritorainvitada #blog
- Detalles
Escrito por Pamella Sevillano, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Joao Pessoa, Brasil.
¿Has pensado en el amor que una mamá tiene por sus hijos?
Si eres mamá, sabes de lo que estoy hablando. Y si no lo eres, lo puedes imaginar.
Cuando estamos esperando a nuestros hijos, pensamos en cada detalle para su llegada. ¿Dónde será su cuarto?, ¿dónde van a dormir?, ¿qué ropa van a usar? y muchas cosas más.
Cuando comienzo a pensar en mi experiencia como mamá y en la preparación para la llegada de mis hijos, me imagino cómo Dios preparó todas las cosas para la llegada de Jesús acá en la tierra. Cómo eligió la manera en que Su hijo vendría al mundo, cómo eligió a José y María como Sus papás, en qué contexto cultural y político vendría Jesús y cómo preparó todo para Su nacimiento. Dios es un Padre cuidadoso y lo podemos ver de manera muy clara en la vida terrenal de Jesús.
Como muchas de nosotras mamás, siempre nos aseguramos de que nuestros hijos tengan las mejores oportunidades para crecer, siempre nos preguntamos si están bien, si están en buena compañía, si están comiendo suficientemente bien para estar saludables. De la misma manera podemos ver que mientras Jesús crecía, Dios proveía caminos y relaciones que le ayudaban a crecer en cada aspecto de Su vida.
Nada se compara al amor de Dios, pero algo que se asemeja es el amor de una mamá por sus hijos.
Isaías 49:15 dice:
“¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho,
y dejar de amar al hijo que ha dado a luz?
Aun cuando ella lo olvidara,
¡yo no te olvidaré!”
Y el intenso amor que Dios tiene por Jesús es el mismo amor que tiene por nosotros, Sus hijos.
“¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos! El mundo no nos conoce, precisamente porque no lo conoció a él.” (1 Jn. 3:1)
Y así como Dios nos ama intensamente y nosotros amamos a nuestros hijos intensamente, también queremos que nuestros hijos nos amen y amen al Señor. Queremos que ellos nos busquen en momentos de felicidad y tristeza, de alivio y angustia, de paz y dolor…de la misma manera en que Jesús buscaba al Padre.
Hay muchos ejemplos de esto en la Palabra:
- Después de despedir a la gente, subió a la montaña para orar a solas. (Mt. 14:23a)
- Muy de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó, salió de la casa y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar. (Mc. 1:35)
Y aún en una de las ocasiones más famosas, cuando Jesús fue al Monte de los Olivos y oró:
- “Padre, si quieres, no me hagas beber este trago amargo; pero no se cumpla mi voluntad, sino la tuya” (Lc. 22:42)
Nosotras deseamos que nuestros hijos se entreguen a nuestros brazos, que los podamos cuidar y amar. Jesús conocía el poder del abrazo de Dios muy bien, y siempre se aseguraba de buscarlo. El abrazo del Padre es transformativo. En la mayoría de las veces nuestras vidas todavía serán difíciles (aún Jesús tuvo que pasar por la cruz), pero el amor y protección que recibimos cuando nos entregamos a los brazos de Dios es sanador, como un abrazo de mamá.
Que nosotros como hijos e hijas de Dios, nunca nos olvidemos de Su amor, cuidado y protección. Y que sepamos que Él nos ama incondicionalmente, así como amó a Su hijo Jesús.
#HermanaRosadeHierro #DIOStorias #amordelPadre #elabrazodeDios #amordeDios #escritorainvitada #blog