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“…y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante.” Hebreos 12:1b
Vi este versículo con nueva luz al ver cientos de corredores el año pasado salir a correr o 40 o 80 kilómetros en las montañas de Colorado. Mi cuñado y otro amigo nuestro fueron entre los que empezaron la carrera a las 5:30 de la mañana.
En preparación por la carrera, mi cuñado entrenó mucho. Hizo carreras cortas y largas, corrió en las montañas y por las colinas cercanas. Todo fue diseñado para prepararse físicamente y mentalmente.
Me hizo reflexionar sobre lo que nos falta en preparación para la carrera espiritual que tenemos por delante. ¿Cómo puedo correr con perseverancia si no me he entrenado? ¿Qué significa entrenar espiritualmente para la carrera que tenemos por delante?
¿Qué tipo de entrenamiento se requiere en preparación para ser victoriosa?
“Lee la Biblia y ora todos los días y tú crecerás.” Es una canción de niños con letra y música sencillas. Me acuerdo haberla cantado como niña. Expresa unas verdades básicas y la importancia de leer la Biblia y orar.
Una oración antes de comer y un versículo en una reflexión devocional son buenos, pero ¿reflejan esos hechos de rutina una relación con Dios que me va a sobrellevar en los momentos difíciles?
Les recuerdo hoy que hay gran valor al profundizarte en la Palabra, permitir que Dios hable a través de ella, y revelar verdades transformadores en las Escrituras. Además, se encuentra mucho gozo y promesa al abrir nuestros corazones a Dios en oración.
Hay muchas maneras de leer la Biblia, muchos métodos para orar y varias disciplinas espirituales que sirven como entrenamiento espiritual. Pero mi punto es el siguiente: La comunicación y la relación con nuestro Padre es fundamental para poder correr con perseverancia la carrera que tenemos por delante (Hebreos 12:1b).
Les animo hoy a que transformen la manera en que vean la oración y la Biblia. Véanlos como entrenamiento espiritual para poder correr la carrera que tenemos por delante y ser victoriosa. Regocíjense por la oportunidad de entrenar y así poder perseverar y ganar la victoria.
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Escrito por Wendy Neill
No seas como Salomón. Es una frase rara cuando se habla de la sabiduría, ¿verdad? Salomón era el hombre más sabio del mundo, entonces, ¿por qué te diría que no seas como él?
En mi plan diario de lectura bíblica, estoy leyendo los libros de Eclesiastés y Proverbios, junto con 1 Reyes y 2 Crónicas. Cada vez que llego a estas historias de Salomón, me da un peso en el pecho. Me cuesta leer su historia. ¿Por qué? Porque tenía todo… y lo soltó todo.
El padre de Salomón, David, le había enseñado del Señor. “»Y tú, Salomón, hijo mío, reconoce al Dios de tu padre, y sírvele de todo corazón y con buena disposición, pues el Señor escudriña todo corazón y discierne todo pensamiento. Si lo buscas, te permitirá que lo encuentres; si lo abandonas, te rechazará para siempre” (1 Crón. 28:9).
Dios mismo bendijo a Salomón más que a cualquier otro en la tierra y le habló personalmente: “Voy a concederte lo que has pedido. Te daré un corazón sabio y prudente, como nadie antes de ti lo ha tenido ni lo tendrá después. Además, aunque no me lo has pedido, te daré tantas riquezas y esplendor que en toda tu vida ningún rey podrá compararse contigo. Si andas por mis sendas y obedeces mis decretos y mandamientos, como lo hizo tu padre David, te daré una larga vida” (1 Reyes 3:12-14).
Salomón hasta predicó el mismo mensaje al pueblo cuando dedicó el templo: “Que el Señor nuestro Dios esté con nosotros, como estuvo con nuestros antepasados; que nunca nos deje ni nos abandone. Que incline nuestro corazón hacia él, para que sigamos todos sus caminos y cumplamos los mandamientos, decretos y leyes que les dio a nuestros antepasados” (1 Reyes 8:57-58).
Hasta ese momento, todo anda bien. Es un hombre que quiero imitar. Pero luego viene la frase que me rompe el corazón. Nueve palabras: “Todas estas mujeres hicieron que se pervirtiera su corazón” (1 Reyes 11:3b). Lee el resto del capítulo para ver lo que Dios dice al respecto. No lo puedo escribir aquí. Me duele demasiado.
Puedo tener toda la sabiduría del mundo, pero si me rodeo con personas que no siguen a Dios, me pueden “pervertir el corazón.” ¿Has oído la frase, “El que con sabios anda, sabio se vuelve; el que con necios se junta, saldrá mal parado”? Adivina quién lo dijo. (Prov. 13:20)
Tengo que escoger sabiamente a mis amistades. ¿Puedo ser amiga con incrédulos? ¡Claro! Dios quiere que seamos sal y luz en el mundo. Pero mis amigos más cercanos, los con quienes paso la mayoría de mi tiempo, los que tienen mayor influencia en mi vida, tienen que ser los que me llevan más cerca de Dios, no más lejos de Él. Y si no ves a alguien cerca que esté viviendo su vida así, pídele a Dios que te mande tales amigos.
Y si estás buscando esposo o novio, escoge sabiamente. “El amor” no es el único requisito para el matrimonio. Debe estar en la misma misión de vida que tú. “No formen yunta con los incrédulos. ¿Qué tienen en común la justicia y la maldad? ¿O qué comunión puede tener la luz con la oscuridad?” (2 Cor. 6:14)
Podemos aprender del mal ejemplo de Salomón. Sigamos y obedezcamos las enseñanzas de Dios que son para nuestro bien.