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Publicado: 08 junio 2020, escrito por Michelle J. Goff, directora y fundadora del Ministerio Hermana Rosa de Hierro
“Así como el Padre me ha amado a mí, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor.” (Juan 15:9)
Hay personas que son más fáciles de amar, por ejemplo, mis sobrinos.
Tener un mono de casi 20 kilos en mi espalda durante la excursión con la familia en las montañas no fue ningún problema por el amor que compartimos. Sus besitos, su cariño y el tiempo que podemos pasar leyendo historias en español son momentos especiales que atesoro.
Mi sobrina está creciendo y aprendiendo a reírse. Sus sonrisas son contagiosas y cada cosita nueva que hace es un deleite para nosotros.
Para Dios, no es de ningún problema cuando dejamos nuestras cargas en Sus hombros. Nos ama tanto y anhela recordarnos que somos parte de Su historia eterna de amor.
Y de la misma manera que nos regocijamos en las cosas que descubre mi sobrina, nunca cansándonos de sus sonrisas y su cariño, Dios nunca flaquee en Su amor infinito para con nosotros.
“Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros.” (Juan 13:34-35)
El amor nos define como discípulos de Dios.
Y mientras más moramos en Su amor, más fácil se nos hace extender ese amor a otros.
No eres la única hija amada de Dios. Sus otros discípulos lo son también.
¿Cómo puedes demostrar el amor de Dios a una hermana en Cristo hoy? Toma un momento para compartir el amor de Dios en sus historias y deleitarse en lo que Dios está haciendo en sus vidas.
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Escrito por Wendy Neill, Coordinadora de Avance para el Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Searcy, Arkansas - publicado el 23 de mayo del 2019
Ella era una de mis amigas más queridas. Fuimos a la misma universidad. Vivimos en CUATRO de los mimos lugares, usualmente en tiempos distintos: Dallas, Abilene, la ciudad de Kansas, y Searcy. A las dos nos gustaban las caminatas largas, especialmente cuando el clima era cálido y las flores estaban floreciendo. Llevábamos seis años que, una vez a la semana, salíamos a caminar juntas, conversar, y luego orar juntas. ¿Cómo somos distintas? Llevaba menos de la mitad de los años que llevaba ella. Ella tiene 92 y yo 46.
Ella ya no está con nosotros, pero sigo valorando su amistad y su papel como mentora mía.
Effie era una mujer bajita, pero de grande fe. El Espíritu de Dios salía de todos sus poros. Su sonrisa y sus brazos abiertos me recuerdaban de cuánto Dios me ama. Cuando pienso en la sabiduría y la perseverancia, pienso en Effie.
Cuando estábamos juntas, yo hablaba mucho. Me parecía cómico que muchas veces terminamos hablando de MIS problemas de salud. Y aunque ella no hablaba tanto como yo ni ofrecía muchos consejos, aprendía muchísimo de ella. He aprendido cómo ser paciente y amorosa con mi mamá que tiene el mal de Alzheimer, así como Effie lo fue con su esposo con la misma enfermedad hasta que murió en el año 2008. He observado como ella seguía brillando como una viuda que también era una hija bellísima de Dios. Servía a los demás en la comunidad al compartir una cena con ellos que ofrecía la iglesia donde ella asistía semanalmente. Participaba en estudios bíblicos con las mujeres, clubs de libros, y viajes a obras y conciertos con los amigos. Le hacía falta el esposo, pero seguía viviendo una vida abundante, hasta donde podía.
Cuando me preocupaban los hijos, o cuando mi esposo y yo no estábamos en la misma página, podía recordar una palabra sabia de Effie. No era de mucha palabrería, pero siempre era acertada a lo que necesitaba.
Y ¿cuál era su secreto? La oración. De eso no hay duda. Effie dependía de la oración. Hasta hay un cuarto en la Iglesia de Cristo Red Bridge en la ciudad de Kansas que lleva su nombre. Ella oraba diariamente por los miembros de su familia, por la iglesia… y por mí.
¿Tienes a una mujer en tu vida que modela el camino de Dios? Abre un espacio en tu agenda para pasar tiempo con ella. Salgan a caminar. Tomen un café. Y oren. Como hierro afilando a hierro, ella te puede animar a ser tan bella como rosa a pesar de unas espinas: una Hermana Rosa de Hierro.