Escrito por Sabrina Nino de Campos, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Texas
No soy buena con la comunicación, y mientras escribo esto tengo muchos problemas relacionados al tema de las relaciones en los cuales necesito mejorar. Descubrí que no soy buena con la comunicación cuando, en los primeros meses de matrimonio, mi esposo intentaba hablarme sobre problemas y yo me quedaba en silencio por horas y horas. Algo en lo cual, gracias a Dios y al amor y paciencia de mi marido, mejoré muchísimo.
Pero tengo problemas en formar relaciones y por mucho tiempo en mi vida mi mamá había sido la única con quien yo tenía toda la libertad para hablar, y aun así también me resultaba muy difícil ir a ella con mis problemas.
¿También te es difícil formar relaciones?
Todas tenemos ganas de tener una relación en la cual podemos ser completamente honestas y sin miedo a ser juzgadas, como una Hermana Rosa de Hierro. Pero no todas estamos abiertas lo suficiente para hacerlo sin miedo al rechazo. Es la verdad.
No le va a gustar mi manera de ser.
Va a pensar que soy aburrida.
Va a pensar que estoy intentando demasiado.
Creo que ya no quiere hablar conmigo.
Tiene a otras amigas, ya no hay espacio para mí.
Créeme, ya he tenido a todos estos pensamientos, y estoy segura que tú también en algún momento.
Y si eres así como yo, te invito a aprender de Jesús mismo, cuyo rechazo que recibió fue tan grande que terminó en muerte delante de personas a quién Él entregaba vida, pero ellos gritaban “crucifícalo.”
En Lucas 23:34 Jesús hace un pedido y dice: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” (NVI)
¿Qué pasaría en el mundo si solamente pudiéramos ofrecer amor y amistad así cómo Jesús?
Aun sabiendo y sufriendo el rechazo del mundo, Él ofreció Su vida por nosotros.
Nuestras relaciones solamente podrán ser redefinidas si redefinimos los patrones por los cuales ofrecemos nuestra amistad. Te animo y me animo a mí misma, a mirar a la cruz cada vez que empecemos una nueva relación, que entreguemos la vida con un amor que no viene de nosotras sino del Padre. Sin miedo al rechazo, sin limitarnos.