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Escrito por Michelle J. Goff, fundadora y directora ejecutiva del Ministerio Hermana Rosa de Hierro
Segunda de Timoteo 2:2 está ilustrado en los dígitos del número del año que viene, 2022.
“Lo que me has oído decir en presencia de muchos testigos, encomiéndalo a creyentes dignos de confianza, que a su vez estén capacitados para enseñar a otros.”
2, Lo que has oído…
0, no se trata de ti.
2, Enséñalo a otros...
2, que lo enseñarán a otros.
2022 nos recuerda del 2x2x2.
Cuando Jesús mandó a los 12 (Mt. 10)…
Cuando Jesús envió a los 72 (Lc. 10)…
Cuando Jesús mandó a todos Sus discípulos por la gran comisión (Mt. 28:18-20)…
Jesús modelaba y enseñaba lo que pedía que ellos modelaran y enseñaran, hasta hoy y en el 2022.
Como ministerio, el patrón de Cristo de la multiplicación orgánica para el enseñar y el ejemplo de Pablo del mentoreo, específicamente en 2 Timoteo 2:2, han sido nuestro modelo. Lo que plantamos, otros riegan y Dios da el crecimiento (1 Cor. 3:4-9). Entonces somos colaboradores en el servicio a Dios. ¡Gracias!
Celebramos el crecimiento que Dios nos ha dado en los años 2020 y 2021. ¡De ninguna manera dejó de trabajar Dios durante la pandemia! Y el crecimiento que tenía planificado para el Ministerio Hermana Rosa de Hierro durante ese tiempo ha dado fruto de muchas maneras y a Él sea toda la honra. Las historias que dan gloria a Dios traen alegría a nuestros ojos y gozo a nuestros corazones. Ustedes lo han hecho posible por sus oraciones y su apoyo económico. ¡Muchísimas gracias!
Al proseguir en el 2022, esperamos que el número del año te recuerde nuestra visión y misión. Te invitamos a ser socios con el ministerio, sea una donación de una sola vez de $22 o un compromiso mensual de $22. Valoramos igual a quienes donan $2,022 o $202, $2.02 al mes o $202 al mes. Estamos contentas y sabemos que Dios proveerá como siempre ha hecho en el pasado. Sin embargo, nos encantaría que tu asociación con nosotras sirva para “aumentar el crédito a su cuenta” (Fil. 4:17).
En preparación para el año 2022, como Jesús envió a los 12, tenemos una meta de $12,000 para “Un día para dar,” el martes, 30 de noviembre.
Bendiciones y nuestras gracias,
M.
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Escrito por Michelle J. Goff y publicado en el libro ¿Quién tiene la última palabra?
(Escrito más o menos en el tercer aniversario de un tiempo muy infeliz de mi vida.)
Siempre social y extrovertida, mi aspecto introvertido ha dominado en los últimos años. Puede que no haya sido muy obvio o evidente para quienes no me conocen bien.
Antes del trauma emocional de la rotura de mi relación de noviazgo, por mi prometido, nunca había experimentado la ansiedad social ni un ataque de pánico. Sin embargo, en los meses y años después de ese suceso, me sentí como una extensión de mí misma o alguien que era una sombra de quien verdaderamente soy.
No era una máscara. Se podría decir que estaba fingiendo para poder seguir adelante… porque sabía que la versión verdadera de mí misma seguía allí, esperando despertarse y volver a la tierra de los vivos.
La depresión severa te puede llevar a ese extremo. Y es un proceso por el cual uno tiene que pasar. No es que uno sale de allí, porque es una lucha continua para quienes sufren de depresión. (Vamos a explorar ese tema más en el capítulo 9: “Las mentiras que creemos cuando estamos desanimadas.”)
Los últimos tres años han sido muy estresantes e intensamente emocionales por razones y en maneras que no valen la pena explicar. No voy a detallarlas porque mi enfoque actual es de agradecimiento.
Conversación abierta, honesta, y auténtica ha caracterizado mi interacción con muchos sobre los desafíos que he enfrentado. Y por lo tanto, me emociona poder decirte que en los días recientes, me complace poder ver mi cabeza salir de la neblina que me ha rodeado.
Esta noche fue la primera vez en mucho tiempo que he querido participar en la reunión de la iglesia fuera del domingo por la mañana. Canté con convicción, oré con pasión, y saludé a otros con interés genuino.
¿Eso significa que lo que he hecho en los últimos tres años ha sido insincero? ¿Lo hacía para gloriarme o cumpliendo con las acciones por hacerlas? De ninguna manera.
Todo fue hecho por fe. Fe en Dios para redimirme y restaurar mi primer amor. Fe en Dios para seguir guiando mis pasos y aclarar mi llamado. Fe en otros de que fueran pacientes conmigo durante el proceso. Fe a pesar de las lágrimas, pesadillas, ansiedad, depresión, dolor, frustración, y estrés…
Y ahora, si esta emoción me dura sólo un día más o una semana, doy gracias a Dios de que, por fe, he llegado a un momento en que quería ir a la iglesia esta noche – no para cumplir con mis responsabilidades, sino sabiendo que al llegar, encontraría gozo. Esta noche, por fin, quería ir a la iglesia para ser la iglesia y estar con la iglesia, adorar con otros cristianos y celebrar nuestra fe, para hacer y ser lo que define la iglesia.
Porque la fe no se basa en una emoción. Se basa en la obediencia y la confianza en quien nos puede devolver a la versión verdadera de nosotros mismos y transformarnos más y más en la imagen de Su Hijo.
Entonces, te invito a regocijarte conmigo en el poder de la fe. Te animo a perseverar en fe y esperanza. Y le pido a Dios que te fortalezca para seguir obedeciendo por fe, aun si pasas un día, una semana, un mes, o unos años sin “sentirlo.”