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Escrito por Jeana Poole, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Colorado
“Puedo ver muy bien gracias a mis ojos de distancia”, me dijo mi hija de cuatro años.
"¿Tus qué?" Le pregunté.
“Mis ojos de distancia. Significa que puedo ver a través de las cosas para detectar algo que necesito ver ".
"Ojos de distancia" se han convertido en una especie de broma corriente en nuestra familia, pero algo en esa frase siempre me ha parecido profundamente teológico. Para ver a través de las cosas para detectar algo que necesitamos ver. ¿No es eso lo que estamos llamadas a hacer como cristianas?
En 2 Corintios 4:18 se nos dice que “no miramos a las cosas que se ven, sino a las que no se ven. Porque las cosas que se ven son pasajeras, pero las que no se ven son eternas”. Es muy fácil concentrarse en las cosas que podemos ver. ¡¡Están justo enfrente de nosotras!! Pero se nos dice que hagamos lo más difícil, mirar las cosas invisibles.
Tomé la historia de Eliseo y su sirviente en 2 Reyes 6:8-17 como ejemplo. Siria (Aram) se está preparando para ir a la guerra con Israel, pero Eliseo sigue advirtiendo al rey israelita sobre qué camino tomar para que los sirios (arameos) no puedan atacar. El rey sirio está preocupado por esto y decide que necesita capturar a Eliseo, por lo que envía caballos, carros y un gran ejército para rodear la ciudad donde se aloja Eliseo. El criado de Eliseo se despierta, ve esta gran multitud y, para decirlo suavemente, se asusta. Eliseo le dice:
“No temas, porque los que están con nosotros son más que los que están con ellos”. Entonces Eliseo oró y dijo: “Oh SEÑOR, por favor abre sus ojos para que vea”. Entonces el SEÑOR abrió los ojos del joven, y él vio, y he aquí, el monte estaba lleno de caballos y carros de fuego alrededor de Eliseo”. (2 Reyes 6: 16-17)
El sirviente no estaba usando sus ojos de distancia. Estaba tan concentrado en lo que tenía frente a él, que no podía ver lo que Dios estaba haciendo a su alrededor. Me pregunto cuántas de nosotras somos como el sirviente, demasiado concentradas en lo que sea que el enemigo está haciendo frente a nosotras y nos olvidamos de abrir los ojos a lo que Dios está haciendo a nuestro alrededor.
A medida que cerramos el 2021, nos desafío a usar nuestros "ojos de distancia" de cara al 2022. Enfoquemos nuestra visión en las cosas invisibles. Pidamos a nuestro Padre que nos abra los ojos a lo que nos rodea, para ver a través de cualquier obstáculo que se interponga en nuestro camino.
¿A dónde te llevarán tus ojos de distancia en el 2022?
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Publicado originalmente el 19 de agosto de 2020
Escrito por Ana Mendoza, representante del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Cuba
Comencemos con esta pregunta: ¿Qué me ha pedido Dios que haga?
Nuestro Padre no te pide que hagas alguna cosa sin darte las herramientas, sin equiparte para hacer lo que te ha pedido.
Esta encomienda del Padre la podemos enfocar de dos formas:
1- Siendo negligentes
Postergando el llamado; delegando la responsabilidad en otros; sintiendo que somos inferiores al resto del grupo; no es mi prioridad; mi tarea no es tan importante; quiero, pero no tengo tiempo; lo haré, pero no ahora.
2- Siendo diligentes
Creo que debo hacer lo necesario para crecer ser edificada y poder ayudar a otros. Entiendo lo bueno que es para mí esta palabra.
Salmos 37:4
Deléitate asimismo en Jehová, Y él te concederá las peticiones de tu corazón.
Efesios 6:18
Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos.
Fuimos creadas con un propósito, el Creador espera que seamos diligentes.
Alguien te regala un hermoso ramo de rosas y lo pones sobre la mesa. Te dices, “No tengo un lindo jarrón donde pueda lucir este hermoso ramo.” Así que piensas, “Bueno, lo más importante no es el jarrón, sino es que las rosas luzcan su esplendor y perfume.”
Te encaminas con el propósito de buscar una vasija con agua fresca para prolongar la belleza y perfume de las rosas. Al llegar a la cocina te ocupas elaborando los alimentos, haciendo algunas llamadas y otras tareas de gran importancia. Al llegar la noche cuando vas a servir la cena, ves las rosas mustias, sin aroma, ya sin vida.
Postergar el deseo de tu corazón cambió la realidad del propósito de las rosas, que era alegrar y perfumar el hogar.
No permitas que un descuido marchite el propósito para el que Dios te creó. No importa si no eres un hermoso jarrón. Lo importante es el agua que dará vida a las rosas, al ministerio, al llamado que Dios te dio. Disfruta el llenar tu cántaro de agua fresca cada día, de la que puedas saciar la sed del cansado y sediento.
Ahora quizás con más claridad puedas responder la pregunta que presenté al principio, “¿Qué me ha pedido Dios que haga?” Quizás cómo Isaías la contestó:
Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí. (Is. 6:8)