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Lisanka1Escrito por Lisanka Martínez, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Venezuela

“Todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su tiempo, todo tiene su tiempo, todo tiene su hora” (Ec 3:1 NRV2000)

El saber esperar en Dios, confiando en que Él siempre nos dará lo que sabe que necesitamos, en su tiempo y que nos indica lo que debemos o no hacer, tiene su preparación y conlleva nuestro compromiso firme.

En mis inicios en la vida cristiana, no tenía sino una leve idea de cómo hablar a otros acerca de Jesús, también me costaba ofrecerme a orar públicamente por temor a equivocarme y dar un mal testimonio (más que por miedo escénico). Aun cuando siempre estaba dispuesta para servir y ayudar en lo que me pidieran o donde se necesitara, sabía que no estaba dando todo de mí ya que en mi hogar dedicaba muy poco tiempo a la oración o estudio de la Palabra. No obstante, seguía leyendo ocasionalmente la Biblia, asistiendo a las charlas, clase de damas, servicio dominical y daba clases a los niños.

Como todas sabemos, Dios nos va moldeando paso a paso, a través de buenos y malos momentos, acumulando experiencia de ellos. En mi caso, hubo momentos donde fallé y dudé de mi fe, del afecto e interés de los hermanos y hasta del sentido de la vida del ser humano, lo cual me avergüenza confesar. Sin embargo, seguí asistiendo, seguí sirviendo, seguí intentando comprender, seguí llevando a mi familia a las actividades de la iglesia hasta que entendí que es el compromiso con Cristo.

Ahora el contraste es más fácil para ver. Antes si alguien solicitaba oración yo pensaba “oremos ahora”, actualmente también oro, aunque no lo pidan y sigo haciéndolo hasta que veo respuesta a esa petición. Cuando alguien necesitaba consuelo, yo estaba allí, aunque solo repetía las frases de costumbre y me costaba expresarme. Ahora, si veo que alguien necesita consuelo mediante un abrazo o una palabra amable, voy a dárselo y si estoy lejos, me comunico con frases sentidas mostrando empatía y amor. Si se necesitaba trabajar en algo que requería esfuerzo físico, lo hacía mecánicamente. En mi condición actual de salud, si hay que apoyar con alguna actividad que requiera esfuerzo físico, más allá de mi capacidad, procuro conseguir ayuda de otros y estoy allí colaborando en todo lo que pueda. Cuando se trataba de tocar puertas para invitar a una campaña o actividad de la iglesia, yo iba animada. Ahora voy con entusiasmo y amor a buscar a los perdidos. Mi compromiso se fue haciendo más fuerte.

Saber con exactitud cuándo aumentó mi compromiso con Cristo es algo difícil, pudo haber sido cuando fui incapacitada de mi empleo como profesora de preescolar. Sin embargo, en esa época incrementé mi trabajo en la escuela dominical. También pudo haber sido cuando mis chicas dejaron el nido, lamentablemente, porque pude haber sido un mejor ejemplo para ellas. Pero ese tiempo mi salud me mantuvo muy ocupada y mayormente enfocada en la oración. Luego vino el tiempo de la pandemia donde, gracias a Dios, pudimos dedicarnos mi esposo y yo a leer y estudiar diariamente la Palabra, contactar con hermanos de otras latitudes gracias a los recursos tecnológicos inspirados por Dios, aprender y tener el anhelo de estudiar cada día más, practicar lo aprendido y compartirlo con otros.

Ahora entiendo que el comprometerse con Cristo es un placer, que debemos sentir amor, tener responsabilidad, entusiasmo, dedicación, deseos de aprender y sentirnos muy bien con cada paso que damos en ese sentido. También sé que dicho compromiso en ocasiones nos llevará a esforzarnos, a superar obstáculos y vencer el cansancio o el desánimo que pueden presentarse. Es una tarea que nos prueba muchas veces y que no siempre da los resultados que esperamos.

Si dedicamos nuestro tiempo a trabajar por y para el Señor, El hará. En mi mente tengo el pensamiento de que no debo desistir por ninguna situación adversa que se presente. Mi salud está pasando rudos momentos, oro mientras lloro por el dolor, también alabo muy fuertemente. Cuando deseo asistir a alguna actividad, pero mi situación económica me lo impide, entonces solicito a quienes asisten que me envíen fotos, audios o videos de dicha actividad y la comparto sintiéndome agradecida por la tecnología. Cada día comparto con alguien acerca de Dios y del evangelio de salvación.

¿Crees que debemos comprometernos solo cuando estamos bien física y emocionalmente? O, por el contrario, ¿debemos hacerlo cuando estamos en los momentos malos? ¿Influye tu situación económica en tu trabajo para el Señor?

Michelle updated 2024Escrito por Michelle J. Goff, Fundadora y Directora ejecutiva del Ministerio Hermana Rosa de Hierro

Ya que invocan como Padre al que juzga con imparcialidad las obras de cada uno, vivan con temor reverente mientras sean peregrinos en este mundo. Como bien saben, ustedes fueron rescatados de la vida absurda que heredaron de sus antepasados. El precio de su rescate no se pagó con cosas perecederas, como el oro o la plata, sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin defecto. (1Pe 1:17-19)

En el capítulo siguiente, el apóstol Pedro anima a sus amigos, el pueblo de Dios, a vivir sus vidas como extranjeros y peregrinos (1Pe 2:11). Deseos pecaminosos nos rodean, bombardean, imploran, distraen, confunden y nos agotan. Sin embargo, también atacan de maneras más sutiles y engañosas.

Mientras vivía como extrajera en otro país, especialmente al principio, fue obvio inmediatamente lo que pertenecía a la cultura local y lo que correspondía a mi país natal. Confrontada con mis predisposiciones culturales, fui forzada a salir de mi comodidad. Fue desafiante determinar cuándo estaba aferrada a mi propia perspectiva, en cuáles áreas estaba incómoda sólo porque eran distintas y cuáles cosas sí estaban basadas en una meta de vivir una vida del Reino.

La oración fue mi cuerda de salvavidas de apoyo y guía. No navegué las cosas perfectamente, para nada. Con el tiempo, asimilaba a la cultural local y prestaba menos atención para identificar cualquier distinción importante. Necesitaba ser intencional para anhelar vivir no como una norteamericana en un país de Sudamérica, sino como una extranjera cristiana redimida, viviendo en este mundo perecedero y quebrantado.

Nuestro tiempo aquí en la tierra es corto, un vapor o una niebla (Stg 4:14). Somos un solo punto en una línea de tiempo. El tiempo del Reino y la vida del Reino mantienen en perspectiva la trayectoria de nuestras vidas y cómo las vivimos.

El tiempo del Reino “aprovecha al máximo cada momento oportuno” (Col 4:5).

La vida del Reino tiene una “mente gobernada por el Espíritu” (Ro 8:6).

El tiempo del Reino late al ritmo de la eternidad que Él ha puesto en la mente humana (Ec 3:11)

La vida del Reino muere a sí mismo y vive por Cristo (Lc 9:23-24; Gá 2:20).

El tiempo del Reino va y hace “discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que [Jesús] les ha mandado a ustedes. Y les aseguro que [Jesús] estará con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mt 28:19-20).

La vida del Reinopor fe anda, no por vista” (2Co 5:7 RV60).

Hermanas, recordemos y proclamemos: “Soy una extranjera viviendo en el tiempo del Reino.”

¿Cómo vas a usar tu tiempo del Reino para andar totalmente en la vida del Reino?

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