Nos encanta construir relaciones. Suscríbete a nuestro blog para recibir ánimo semanal en tu bandeja de entrada de correo electrónico.

Recibir el blog

Etiquetas

Búsqueda

Compras en línea

Nuestros libros, recursos gratis, tarjetas, botellas de agua, y más

Compra Ahora

Kat IRSM BlogEscrito por Kat Bittner, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Colorado

“El amor es un gran maestro. Nos enseña a ser lo que nunca fuimos.”


(Jean-Baptiste Poquelin alias Molière)

Realmente aprecio esas palabras. Las aprecio porque ejemplifican la relación con Jesús. Verás, el amor invoca un sentido de acción. Nos llama a hacer cosas que, aunque buenas y maravillosas, a menudo están fuera de nuestra naturaleza. El amor nos llama a hacer cosas que tal vez nunca hemos hecho y a ser lo que nunca hemos sido. Personalmente, no tengo mucha paciencia con personas egoístas o con mal genio. Si alguien ha herido a mi familia o amigos, puede ser muy difícil para mí ser amable. Me resulta casi imposible perdonar a los malvados e impíos que violan a los niños. Y, por lo general, no estoy dispuesta a abandonar mis comportamientos adictivos y glotones con la comida. Me encantan los carbohidratos y el azúcar. ¡Mucho!

Si voy a hacer algo para ser lo que nunca he sido, para dejar que el amor sea un gran maestro en mi vida, tengo que ser como Jesús. Jesús es amor, caracterizado por todas las cosas que el amor hace (1Co 13:4-8). En lugar mis inclinaciones egoístas, Él debería ser quien me domine. Y aunque no puede haber perfección en mí para lo que sea que elija, ciertamente puedo aspirar a hacer lo mejor que pueda y permitir que Jesús guíe mi camino.

El corazón del hombre traza su rumbo, pero sus pasos los dirige el Señor. (Pr 16:9, NVI)

He pasado la mayor parte de mi vida luchando contra la obesidad mórbida, una relación adictiva y poco saludable con la comida y un odio latente hacia mí misma. Era especialmente buena para negar la animadversión que tenía con mi cuerpo. Sólo en los últimos años me he dado cuenta de que las declaraciones anteriores de "soy feliz" o "no soy insegura" eran en realidad mentiras que permitieron que mis luchas con la comida dominaran mi vida. No era feliz en mi obesidad. No era feliz cuando me daba un atracón. Y no estaba feliz ni confiada en mi cuerpo a pesar de afirmar lo contrario. Más bien, estaba siendo dominada por mi tendencia manipuladora en lugar de dejar que Jesús me dominara a mí.

Las Escrituras nos dicen que "porque esta [la carne] desea lo que es contrario al Espíritu y a su vez el Espíritu desea lo que es contrario a ella. Los dos se oponen entre sí, de modo que ustedes no pueden hacer lo que quieren" (Gá 5:17). Hacer lo que yo quería, consumir alimentos hasta los extremos para mi placer emocional, era contrario al Espíritu. Era también el pecado de la gula, y durante un tiempo extraordinariamente largo, yo también lo negué. Jesús no me estaba dominando. En verdad, estaba siendo dominado por el pecado. Yo estaba entre esos "…cuya conducta demuestra que son verdaderos enemigos de la cruz de Cristo… camino a la destrucción. Su dios es su propio apetito" (Fil 3:18b-19a, NTV). ¡Guau! Me convencí después de que Dios reiterara amorosa pero firmemente en Su Palabra que necesitaba un cambio profundo. Ese cambio solo podía venir a través de dejar que Jesús dominara mi vida en lugar de mi dios la comida.

"La verdad de Dios se mantiene firme como una piedra de cimiento con la siguiente inscripción: «El Señor conoce a los que son suyos»[a], y «Todos los que pertenecen al Señor deben apartarse de la maldad»." (2Ti 2:19b, NTV)

Si iba a imitar a Jesús, necesitaba renunciar al pecado (el mal) en mi vida para ser lo que nunca antes había sido. Y una vez que dejé de negar que estaba siendo dominada por la comida, pude comenzar a ser dominada por Jesús. Lo único que necesitaba era dárselo por completo.

"Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad." (1Jn 1:9, NVI)

Ser dueña de mi comportamiento adictivo y de mi automanipulación fue un primer paso. Junto con el apoyo de amigos y familiares, consejos sabios y una buena cantidad de pérdida de peso que resultó en la resolución de todas mis comorbilidades, soy una persona diferente. Estoy mejor gracias a un cambio en mi forma de pensar. Estoy mejor gracias a un enfoque renovado. Pero más que eso, ¡lo que me ha hecho mejor es Jesús!

¡Jesús es el gran Maestro! Él nos enseña a ser quienes nunca fuimos antes. ¿Quién serás tú que nunca antes has sido con Jesús como tu Maestro?

Vivian ArcilaEscrito por Vivian Arcila, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Canadá

¡Escucha mi oración! Mírame y verás que oro día y noche por tu pueblo Israel. Confieso que hemos pecado contra ti. ¡Es cierto, incluso mi propia familia y yo hemos pecado! (Neh 1:6 NTV)

El libro de Nehemías no sólo nos detalla secuencialmente la manera bíblica de resolver los conflictos y las crisis, sino que también resalta la importancia de la confesión del pecado como parte esencial de la restauración de nuestra relación con Dios.

Es interesante que cuando Nehemías se entera de la situación de Jerusalén y sus cautivos, lo primero que menciona en su oración es la confesión, no sólo de su pecado personal sino el de su familia y el de su nación. Él sabía que la desobediencia del pueblo de Israel había traído como consecuencia su destrucción y se sentía responsable también. Desde la antigüedad notamos que el pecado que no se corrige y se practica deliberadamente no solo puede afectar a la persona que lo comete sino también a su familia y hasta una nación completa.

Salmo 14:3 dice: “Todos se desviaron, a una se han corrompido; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”. Nehemías, como hombre temeroso de Dios, era consciente de que, aunque sus obras fueran agradables a Dios, el ser humano es pecador por naturaleza. Tal vez Nehemías sentía que pudo haber hecho más por su pueblo antes de que las cosas empeoraran, pero lo cierto es que la confesión es parte esencial de nuestra vida cristiana.

Nuestro caminar en Cristo comienza con reconocer que hemos pecado ante Él, arrepentirnos de nuestros pecados y confesar a Jesús como Señor y Salvador de nuestras vidas y se consolida con el bautismo y la perseverancia. Como dice Romanos 10:9: “si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo”. Las puertas de bendiciones espirituales comienzan a abrirse con una confesión.

Pero la confesión no queda estancada en ese momento que entregamos nuestras vidas a Jesús. Debe ser un acto diario, tanto para reconocer el señorío de Cristo como para descubrir nuestras faltas. Frente a cada situación difícil debemos examinarnos y confesar nuestras ofensas frente a nuestro Creador. En ese momento de reflexión, pensar cuánto nuestro pecado personal ha afectado a la familia y de alguna manera a la comunidad o la sociedad y confesar ante Dios nuestra participación en él, ya sea de una forma directa o indirecta. No sólo es pecado hacer maldad a nuestros semejantes, sino también no hacer el bien como dice Santiago 4:17: “Y el que sabe hacer lo bueno y no lo hace, le es pecado”.

¿Estoy estudiando la Biblia, orando, examinándome y confesando mis pecados frecuentemente? Eso me ayuda a estar más conectada con Dios y a cultivar un carácter manso que mi familia, los hermanos de la iglesia, los vecinos, los conductores de otros vehículos, las personas en el supermercado y mis compañeros de trabajo van a notar. No tener una buena comunión con Dios nos afecta personalmente porque perdemos la paz y eso se refleja en el trato con nuestros familiares y el prójimo, lo cual causa un efecto dominó individuo, familia, iglesia, sociedad y el mundo entero.

Tratemos de esforzarnos día a día en nuestra relación con Dios porque eso impacta de una manera u otra la vida de nuestra familia y la de las personas a nuestro alrededor. Antes de conocer a Jesús éramos como una ciudad con las murallas destruidas por el pecado. Ahora estamos siendo edificadas sobre la roca que es Cristo.

Donar

Necesitamos tu ayuda para poder seguir equipando a más mujeres a lo largo de las Américas.

Donar

 

Noticias por email

Suscríbete al Blog - Ministerio Hermana Rosa de Hierro por correo electrónico

Si te gustaría suscribirte a nuestras noticias mensuales por Email, llena el formulario en la página de noticias.

Contáctanos

+1 501-593-4849 (Teléfono de oficina y mensajes de WhatsApp.)

O envíanos un email

La base de operaciones: Searcy, Arkansas, USA

Fotos

Veas más fotos en nuestra página de Galería de fotos.