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Escrito por Naijuvelin Diaz, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Venezuela
Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti. (Job 42:2, RVR 1960)
Muchos pensamientos hay en el corazón del hombre; Mas el consejo de Jehová permanecerá. (Pr 19:21)
El consejo de Jehová permanecerá para siempre; Los pensamientos de su corazón por todas las generaciones. (Salmo 33:11)
Reconocer el poder y dominio absoluto de Dios sobre la humanidad nos afirma Su magnificencia y soberanía, ningún pensamiento se esconde de Él.
La Palabra dice que lo que Dios quiere, hace; y todas las cosas ayudan a bien.
Reconocer que Dios tiene el control sobre todas las cosas, nos afirma que nada está fuera de Su alcance. Cuando reconocemos Su dominio, el cual lo llena todo, activamos humildemente la obediencia que nos moldea y ordenamos nuestros pasos clarificando Su propósito en nosotros. Podemos discernir Su propósito y definir el nuestro, pues es Él quien pone el querer y el hacer en nuestra línea de tiempo. Consideremos la actitud de María, la madre de Jesús, como se muestra en Lucas 1:38 cuando ella dijo: ‘—Aquí tienes a la sierva del Señor —. Que él haga conmigo como me has dicho.”, aceptando Su dominio y consejo. A través de su ejemplo, aprendo que para que Dios defina Su propósito es necesario aceptar Su voluntad.
Para que pudiéramos gozar de una salvación tan grande, María tuvo que tomar una decisión firme y positiva en respuesta al plan divino. Ella dijo sí, abriendo la posibilidad de que se cumpliera en ella ese propósito eterno. Cuán importante es abrir el camino para que Dios actúe a nuestro favor. (Sal 138:8). Es una forma de involucrarnos al compromiso que hemos adquirido.
‘’Dios no es Dios de despropósitos”, me recalcaba una hermana amiga con la que compartí gratos momentos meditando y orando, “porque lo que Dios quiere, Él hace” es la frase que más me impacta. Cuando experimenté la partida de mi madre de esta tierra, me aferré mucho a la cita de Romanos 8:28, cuando en mi mente surgían los porqués, y la Palabra me reconfortaba con esto: “todas las cosas nos ayudan a bien”. En ese tiempo, aún no comprendía cuál era ese bien. Personalmente. entendía que para ella el haber partido con la fe puesta en el Señor era de gran ganancia y que, para mí y el resto de la familia, era de fortaleza y consuelo porque nos arraigamos en la fe y esperanza de los que parten con Dios. Dios se glorificaba; pude verlo cuando algún miembro familiar se convertía a Él; comprendí entonces cómo Dios trabajó Su propósito en medio de la tristeza y del consuelo.
Otro ejemplo a considerar es que Dios estableció un propósito cuando nos creó a Su imagen y semejanza. Sin embargo, queda en cada persona reconocerlo y actuar en ello. Puedo definir el propósito de Dios cuando soy reflejo de disposición y sujeción a Él, me abandono en Sus manos, confío y le obedezco.
Su consejo por la eternidad es inmutable. Confiar en Su plan divino puede ayudarte a fortalecer tus áreas en toda situación. Esperar en Su promesa puede transformar la oscuridad en luz. El salmista nos sugiere encomendar el camino a Jehová, los anhelos, los pensamientos y esperar en Él confiando que la mejor respuesta es la que Él ha definido.
Tenemos la libertad de trazar planes y metas, incluso sin considerar lo que Dios haya establecido o simplemente no buscar Su orientación, ¿me conviene o no? ¿Estará Dios de acuerdo? ¿Cómo ve esto Dios dentro de Sus planes? ¿Le agradará?
Encomendar a Jehová todos tus planes traerá resultados positivos a tu vida. Es Él quien afirmará tu pensamiento, es decir, confirmará lo que bien debes hacer. Cuando tenemos una estrecha relación con Dios nos acercamos a Sus propósitos y podemos descubrir cuáles son. No obstante, tienes que considerar buscarlo continuamente, y Él te hará entender el camino en que debes andar (Sal 32:8).
Es a través de esa búsqueda profunda en la oración y meditación de Su Palabra que podemos descubrir y definir Su propósito. ¿A través de qué formas puedes definir el Propósito de Dios en ti?
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Escrito por Deanna Brooks, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas
A menudo cantamos:
Fija tus ojos en Cristo,
Tan lleno de gracia y amor,
Y lo terrenal, sin valor será
A la luz del glorioso Señor.
Estas palabras escritas por Helen Lemmel hablan de las Escrituras, escritas hace mucho tiempo, sobre nuestro enfoque en la vida.
El autor de Hebreos escribe: "...Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe…” (Heb 12:2a NVI).
Otras versiones se refieren a Jesús como "autor y consumador" (LBLA, RV1960), o "origen y plenitud" (BLP).
Mi papá, que creció en una granja, usó el ejemplo de un granjero arando con un arado manual anticuado. Sus filas eran rectas porque se enfocaba en un poste o árbol en la distancia mientras araba en lugar de mirar hacia el suelo o alrededor del paisaje.
Pablo escribió: "Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra" (Col 3:2).
Nuestra vida cotidiana tiene cosas que nos distraen. Pueden ser necesidades como el trabajo o la familia, o estar enfocados en los placeres de la vida.
Cuando Mateo habla de Pedro caminando sobre el agua, escribe: "... Pedro bajó de la barca y caminó sobre el agua en dirección a Jesús. Pero al sentir el viento fuerte, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó: ¡Señor, sálvame!” (Mt 14:29-30).
Mira lo que dice Mateo:
1. Pedro había pedido ir a Jesús (Mt 14:28).
2. Pedro bajó de la barca (Mt 14:29).
3. Pedro caminó sobre el agua (Mt 14:29).
4. Entonces, Pedro comenzó a mirar a su alrededor a la tormenta... los vientos y las olas... se asustó... y comenzó a hundirse (Mt 14:30).
Pedro quitó los ojos de Jesús y comenzó a observar la tormenta. Fue entonces cuando tuvo problemas.
Hacemos lo mismo cuando nos encontramos con las dificultades de la vida, ya sean las relaciones, las finanzas, la salud u otra cosa. Eso es lo que deleita al maligno: que olvidemos que Jesús es nuestra Roca.
David escribió: “Solo en Dios halla descanso mi alma; de él viene mi salvación. Solo él es mi roca y mi salvación; él es mi refugio, ¡jamás caeré!” (Sal 62:1-2).
Volviendo a Pedro, los versículos que siguen a su grito de auxilio nos dicen que Jesús extendió su mano y tomó a Pedro y juntos regresaron a la barca. Esto significa que Pedro caminó sobre el agua por segunda vez... con Jesús a su lado. La redención hace esto por nosotros cuando miramos a Jesús como lo hizo Pedro.
Jesús hace lo mismo por nosotros cuando le miramos a Él: Él nos guiará a un lugar seguro.
Hay una cita que me da paz sobre las tormentas de la vida:
"A veces Dios calma la tormenta, pero a veces Dios deja que la tormenta se desasiente y calma a su hijo".
Cuando nos enfocamos en Jesús, confiando en que Él cumplirá Sus promesas y siempre estará con nosotros, las tormentas de la vida tienen menos poder sobre nosotros.
Hace mucho tiempo, Moisés escribió: “Sean fuertes y valientes. No teman ni se asusten ante esas naciones, pues el Señor su Dios siempre los acompañará; nunca los dejará ni los abandonará” (Dt 31:6).
Isaías reafirmó esa promesa con diferentes palabras:
No temas, que yo te he redimido; te he llamado por tu nombre; tú eres mío. Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te cubrirán sus aguas; cuando camines por el fuego, no te quemarás ni te abrasarán las llamas. Yo soy el Señor tu Dios, el Santo de Israel, tu Salvador. (Isaías 43:1b-3a)
Fijar nuestros ojos en Jesús significa que lo buscamos en los eventos cotidianos de la vida, tratando de hacer Su voluntad. Significa confiar en que Él intercede por mí cuando no sé cómo orar, cuando la vida se derrumba y las palabras no llegan.
La pregunta que me hago es: ¿Qué hay en mi vida que me impide enfocarme en Jesús, mi Redentor?