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Escrito por Marbella Parra, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Honduras
El agradecimiento es una virtud poderosa que muchas veces pasa desapercibida en medio de nuestras ocupadas vidas. Sin embargo, la gratitud no solo transforma nuestra perspectiva, sino que también nos invita a experimentar un gozo profundo, tal como lo enseña el apóstol Pablo.
Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! (Fil 4:4, RV-1960)
Pablo no nos llama a regocijarnos cuando todo marcha bien o solo en los días felices. Nos invita a regocijarnos siempre, un término que incluye tanto las épocas de gozo como las de tristeza. Esta actitud de gratitud es una decisión intencional que eleva el alma y nos abre la puerta al regocijo auténtico. Es aquí donde el agradecimiento se convierte en una herramienta poderosa para conectar con la paz y el gozo que solo Dios puede dar.
Debo admitir que, en mi vida actual, el agradecimiento no es algo que fluya de manera natural. Estoy en un punto donde las responsabilidades diarias y los desafíos me han llevado a sentirme abrumada. Hay días en los que, aunque sé que Dios está presente, parece difícil ver las razones para regocijarme. Me encuentro constantemente luchando con la frustración y el agotamiento, y Filipenses 4:4 se siente como un reto que aún no logro alcanzar plenamente.
Sin embargo, estoy en el proceso de trabajar en ello. Hace poco, decidí comenzar a practicar el agradecimiento intencionalmente. Empecé un diario de gratitud, aunque tengo que admitir que ha sido más difícil de lo que pensaba. Hay días en los que me siento demasiado cansada o preocupada como para ver algo positivo. Sin embargo, estoy comprometida a intentarlo cada día. A veces, la lista se ve limitada a cosas muy sencillas: un momento de silencio, un rayo de sol en la mañana o un mensaje de un ser querido. No siempre logro escribir tres cosas, pero incluso con una sola cosa pequeña, intento recordar que esto es parte de mi esfuerzo por vivir el llamado de regocijarme siempre.
Este ejercicio me ha mostrado que la gratitud no es algo que necesariamente siento de inmediato; es más bien una práctica que estoy tratando de cultivar. Aunque no he alcanzado ese gozo pleno y constante que Pablo describe, he notado pequeños destellos de cambio en mi actitud. Me doy cuenta de que cuando me esfuerzo por agradecer, por muy pequeño que sea el motivo, mi día toma un tono ligeramente diferente. No es que mis problemas desaparezcan, pero siento una pequeña chispa de paz que me da la fuerza para seguir adelante.
Esta etapa de mi vida me ha enseñado que la gratitud no siempre surge de manera espontánea; en ocasiones, es una decisión consciente. Elegir agradecer en tiempos difíciles no significa ignorar los problemas, sino reconocer que, incluso en medio de la adversidad, puedo encontrar motivos para regocijarme. Cuando me enfoco en lo que Dios ha hecho y continúa haciendo, aunque aún sea un desafío, descubro que el agradecimiento puede ser el canal que me llevará a una vida más plena y gozosa.
Pablo entendía esto muy bien. A pesar de escribir desde la prisión, estaba lleno de gratitud y gozo. Él conocía el poder transformador del agradecimiento y cómo este podía acercar a las personas a una paz profunda en el Señor. Al aplicar esta enseñanza en nuestra vida cotidiana, el acto de agradecer no solo cambia nuestra perspectiva, sino que también fortalece nuestra fe.
¿Cómo podemos practicar el agradecimiento diario?
1. Haz una lista de agradecimiento diaria: Dedica cinco minutos al día para anotar tres cosas por las que estás agradecida. Estas pueden ser tan simples como una comida deliciosa, una conversación edificante o la calidez del sol en tu piel.
2. Expresa tu gratitud a las personas que te rodean: Un “gracias” sincero puede fortalecer relaciones y generar un ambiente de amor y respeto.
3. Ora con gratitud: En tus oraciones, dedica tiempo a agradecer a Dios por Su bondad y fidelidad. Haz de la gratitud una parte central de tu vida espiritual.
El agradecimiento es un hábito que se va construyendo. Al hacerlo, descubro que mi vida puede estar llena de gozo y regocijo, no porque todo sea perfecto, sino porque estoy aprendiendo a ver la mano de Dios en cada detalle, por más insignificante que parezca.
¿Cuáles son las pequeñas cosas por las que podrías dar gracias hoy? ¿Cómo puedes hacer del agradecimiento una práctica diaria que te acerque más a Dios y te ayude a experimentar el verdadero regocijo?
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Escrito por Kathy Reagan, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas
Alégrense siempre en el Señor. Insisto: ¡Alégrense!
(Fil 4:4, NVI)
La Palabra de Dios, en este pasaje y en otros lugares, nos dice que, como hijas del Rey, Su voluntad es que vivamos vidas alegres, plenas y abundantes aquí en la tierra.
Pero a veces, puede ser difícil alegrarse, ¿no es así? Entonces, ¿cómo podemos alegrarnos en esos momentos?
Creo que una respuesta a esa pregunta se puede encontrar en 1 Tesalonicenses 5:16-18: "Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús."
Cuando estamos en oración y agradecidas, estamos felices y alegres.
Dar gracias a Dios es un estado mental.
- Revisa tu enfoque. Sabemos que cualquier cosa en la que nos enfocamos tiende a crecer más y más en nuestras vidas. Colosenses 3:2 nos dice: "Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra". Cuando pensamos en el Cielo y en servir al Rey durante nuestro tiempo aquí en la tierra, estamos agradecidas y alegres.
- Mantente atenta a los planes de nuestro enemigo. Él quiere que nos quejemos, que sintamos lástima de nosotras mismas, que culpemos a los demás y que culpemos a Dios. "Su enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quién devorar" (1P 5:8). Pero la voluntad de nuestro Padre para nosotros es: "Háganlo todo sin quejas ni contiendas, para que sean intachables y puros, hijos de Dios sin culpa” (Fil 2:14-15a). Cuando seguimos Sus instrucciones, estamos agradecidas y alegres.
- Entrénate. Los seres humanos tendemos naturalmente a ver los aspectos negativos, escuchar la negatividad de los demás y, a veces, incluso imaginar cosas negativas que ni siquiera están necesariamente ahí. Sin embargo, con el entrenamiento y la práctica podemos desarrollar el hábito de convertir lo negativo en positivo. Dios nos llama a crecer y esforzarnos por la madurez en la fe (2P 3:18) para que podamos comer alimento espiritual sólido y no solo leche. "En cambio, el alimento sólido es para los adultos, pues han ejercitado la capacidad de distinguir entre el bien y el mal” (Heb 5:14). Nos entrenamos a nosotras mismas cada vez que elegimos deliberadamente tomar algo negativo y buscar lo positivo para poder dar gracias a Dios por ello.
¡Reconoce que estamos nadando en bendiciones!
- Es una cuestión de perspectiva. Proverbios 27:7 dice: "Al que no tiene hambre, hasta la miel lo empalaga; al hambriento, hasta lo amargo le es dulce". Cuando el enemigo nos invita a contar todas nuestras aflicciones, podemos sentirnos tentados a rendirnos y tener nuestra propia pequeña fiesta de la lástima. ¡Pero no tenemos que darle la victoria! Incluso en medio del luto o de la terrible tribulación, es posible regocijarse en acción de gracias porque sabemos que el Cielo es nuestro hogar al final del camino aquí en esta tierra. Sabemos que tenemos al Espíritu dentro de nosotros, guiándonos, fortaleciéndonos y consolándonos. Sabemos quiénes somos y de quién somos.
Cantemos nuestra acción de gracias a Dios.
- Santiago 5:13b dice: "¿Está alguno de buen ánimo? ¡Que cante alabanzas!". Francamente, no estoy segura de que si cantamos porque estamos alegres o si nos ponemos alegres cantando, tal vez un poco de ambos. Me encanta cantar alabanzas y, a menudo, me despierto con una canción en mi corazón. Pero en el pasado, he cantado alabanzas a propósito cuando estaba muy abatida y Dios siempre ha bendecido mi esfuerzo por alabarlo. Siempre podemos encontrar algo por lo que agradecerle, y es un deleite pensar en nuestra alabanza elevándose a Dios como un aroma agradable en Sus fosas nasales.
Han pasado poco más de tres años desde que mi piadoso esposo de 47 años falleció repentinamente de Covid. Dios es el que me llevó a través de ese tiempo impensable. Me rodeó de seres queridos que me ayudaron a levantarme y a llevar mis cargas. ¡Y ahora Él me ha bendecido más allá de toda medida al regalarme a un hombre piadoso para que camine conmigo sobre la línea de meta de la vida! Hemos estado casados por unos meses y disfrutamos orando y cantando alabanzas (¡Él es un tenor maravilloso!) Así que puedo decir con sinceridad en este momento de mi vida que estoy cantando esta oración con David:
Convertiste mi lamento en danza; me quitaste la ropa de luto y me vestiste de alegría, para que te cante y te glorifique y no me quede callado. ¡Señor mi Dios, siempre te daré gracias! (Sal 30:11-12)
Es mucho más fácil rebosar de gratitud en los buenos tiempos. Pero como hijas del Rey, es posible (no importa lo que diga el enemigo) regocijarse incluso en la terrible tribulación y lamento.
Hermanas, permítanme invitarlas a que se concentren en la gratitud en los buenos y en los malos momentos y observen cómo nuestro Padre se deleita en bendecirnos con alegría.
Canción de alabanza: Dios es tan bueno