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Escrito por Elesa Goad Mason, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Texas
Meditar. Reflexionar y pensar con intención. Junto con la oración, la meditación puede traer comprensión de los caminos de Dios.
No fue hasta que me convertí en madre que realmente entendí lo que la Biblia quería decir cuando decía: "María meditaba..." Hay momentos en la vida de mis hijos que nunca olvidaré. Sonidos de sus voces que tenían significado, que no requerían palabras. Ciertas expresiones faciales. La mirada inocente mientras dormían con un ligero zumbido al exhalar. Todo grabado en mi memoria porque cuando presencié la belleza de mi hijo, contemplé y reflexioné profundamente ese momento, sin querer olvidar nunca el milagro de todo ello.
Hace cuarenta años, experimenté lo más cercano que he tenido a Dios escribiendo en una pared para darme una respuesta a una pregunta profunda y preocupante: ¿debería o no debería casarme? Tomar una decisión tan enorme de combinar mi vida con la de otra persona para siempre me trajo noches inquietas y de insomnio. Después de una oración especial, me sentí agotada y confundida a la mañana siguiente. Estaba dando vueltas a hacer una lista de tareas que estaban reservadas para los sábados. Una de ellas era hacer una llamada a un número que no conocía. En esos días (1985) no había teléfonos celulares ni internet, así que agarré un libro de cinco pulgadas de grosor llamado Las Páginas Amarillas. Estaba lleno de anuncios de todos los negocios de la ciudad de Denver. Metí el pulgar por la mitad, lo abrí en una página al azar y lo puse sobre la mesa. Contuve la respiración mientras mi corazón comenzaba a latir rápidamente en mi pecho.
Me explico: para facilitar la navegación por un conglomerado tan grande de anuncios, en la parte superior de cada página estaba el nombre del primer listado en esa página, luego un guión con el nombre del último listado. Después de la noche de oración que acababa de experimentar, mi apertura aleatoria había caído en "matrimonio Mason". ¡Deja que asimile esto por un minuto (y fíjate en mi apellido por un momento)! El lado humorístico de mí dijo: "Ok Dios, ¿qué tal dos de tres?", pero recorté esas dos palabras y las llevé en mi billetera durante más de 20 años. Cuatro hijos y cuatro nietos después, el próximo mes de julio será nuestro 40 aniversario.
Esa fue la última vez que Dios escribió en la pared por mí. Pero ha habido muchas otras ocasiones en las que he tenido que buscar maneras de escuchar lo que Él estaba diciendo. Aparte de todos los medios típicos de escuchar a Dios: estudiando la Palabra, enfocando la oración con Él y teniendo comunión con los cristianos, he encontrado varias otras formas que me ayudan a sentir que Dios me está hablando directamente.
Música. He escrito en blogs anteriores que la música me eleva el alma y me reconforta, me inspira y me anima. Es posible que te preguntes cómo Dios está hablando a través de las palabras del hombre, pero con frecuencia la canción correcta llegará a la radio en el momento justo para satisfacer mi necesidad. Si eso no es Dios en control, entonces no sé qué es.
Quietud. Después de orar, especialmente si necesito consuelo o dirección de Dios, descubro que quedarme quieta puede traer respuestas. Después de pedirle que me ayude, le debo unos minutos de escucha reflexiva y silenciosa. El salmista dijo en 46:10: "Estad quietos y conoced que yo soy Dios". Dios quiere que yo sepa que Él es mi fuerza. Si Él puede proteger a Su pueblo (israelitas) de fuerzas hostiles, entonces sé que Él me sostiene a mí con mis problemas.
Y, por último, la escucha intencionada. Esto no es lo mismo para mí que mi quietud silenciosa. Estoy hablando de escuchar a los demás y buscar formas de tratar a mi prójimo como a mí mismo. Después de todo, ese es el segundo mandamiento más grande según Jesús (Mt 22:39).
La mayoría de mis conexiones profundas han sido con extraños, a través de quienes escucho a Dios cuando trato activamente de escuchar. Lo importante de pedirle a Dios entendimiento espiritual y formas de ser de mayor servicio en Su Reino es que Él siempre responderá y me presentará oportunidades para mostrar Su amor al facilitar el camino de otra persona.
Te prometo que, si buscas fervientemente maneras de encontrarlo, Él te las mostrará. Siempre lo hace.
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Escrito por Michelle J. Goff, fundadora y directora ejecutiva del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas
La ondulación natural de mi cabello lo ayuda a quedarse bien cuando se estiliza. Pero, dejado a su propia voluntad, mi cabello tiene su propio estilo, comenzando con los pelitos finos de bebé que rodean mi rosto, apuntando en toda dirección. Cada uno de esos cabellos escoge su propio camino caótico durante la noche, creando el efecto de un león con melena descontrolada cuando me miro en el espejo por la mañana.
Después de reírme de la diferencia adicional entre mis cabellos castaños y las canas (mis reflejos de Dios), determino cómo arreglar mi cabellera. Nunca la dejo tal y como parece después de despertarme. Sería tonto. En cambio, lo mínimo que hago es peinarme.
Santiago 1:22-25 dije:
No se contenten solo con oír la palabra, pues así se engañan ustedes mismos. Llévenla a la práctica. El que escucha la palabra, pero no la pone en práctica, es como el que se mira el rostro en un espejo y después de mirarse, se va y se olvida enseguida de cómo es. Pero quien se fija atentamente en la ley perfecta que da libertad y persevera en ella, no olvidando lo que ha oído, sino haciéndolo, recibirá bendición al practicarla. (NVI)
Escuchar y hacer. Oír, ver, entender y obedecer. Es un proceso continuo que requiere compromiso.
Como ilustra Santiago, cuando escuchamos a la Palabra, estamos viendo en un espejo espiritual. Somos llamadas a hacer algo al respecto. El compromiso dedicado nos permite escuchar nuevamente y actuar al respecto, como cuando paso por un espejo más tarde en el día y busco el peine o ajusto el ganchito.
“Escucha primero y dos veces”. Ese ejercicio para escuchar de Llamada a escuchar: Cuarenta días de devoción nos recuerda de la importancia de escuchar primero a Dios (y a otros). Buscamos primeramente el Reino de Dios y Su justicia por Su Palabra y Su enseñanza (Mt 6:33; 2Ti 3:16-17; 2Pe 1:20-21). Escuchamos primero a otros al callarnos y pensar antes de responder (Stg 1:19).
Igual de importante es escuchar dos veces. Pensamos que sabemos lo que escuchamos. Nuestra confianza sobre nuestro entendimiento de ese mensaje original puede llevarnos a proseguir sin confirmación. O quizás nos falte confianza sobre lo que oímos y nos lleva a dudar. En ambos casos, siempre es sabio escuchar dos veces. “David volvió a consultar al Señor…” (1S 23:4). A lo largo de ese capítulo y en otras ocasiones, David escuchó al menos dos veces.
Jesús demostró escuchar primeramente, dos veces y siempre, a través de la consistente comunicación intencional con Su Padre. Constantemente volvía a dedicarse a escuchar y decir sólo lo que decía Su Padre (Jn 12:49).
La práctica de escuchar requiere compromiso. El escuchar es una práctica porque siempre estamos aprendiendo. Ningún estudiante puede tocar piano perfectamente la primera vez que se siente en el teclado del piano. Pero mientras más practica y toca, más aprende y mejor toca. Es una decisión perseverar, especialmente después de cometer un error.
Un compromiso al escuchar requiere dedicación continua y una determinación a practicar. Cuando lo hacemos imperfectamente, Dios nos invita amorosamente a arrepentirnos y hacerlo mejor la siguiente vez. Escuchamos Su misericordia y gracia. Y mientras más practicamos escucharlo, más queremos oír Su voz y seguir Su liderazgo.
Mientras más escuchamos, más profundizamos nuestra relación con Él. Mientras más escuchamos, más nos enamoramos con Él que nos llama a obedecer a lo que oímos. Y nuestro compromiso a escuchar se fortalece.
¡Nos encantaría ayudarte a renovar o fortalecer tu compromiso a escuchar! Ve nuestro más reciente estudio bíblico: Comprometida a escuchar: Cuarenta días de dedicación.
¡Gracias por tu compromiso a escuchar a través de nuestro blog, también! Que Dios nos use como Sus instrumentos para animarnos e inspirarnos a escuchar y hacer algo al respecto (Stg 1:22-25). Apreciamos sus respuestas y reacciones a él. “Escuchamos” a cada una.