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WhatsApp Image 2024 02 05 at 13.20.35 2Escrito por Amanda Vilela, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Sergipe, Brasil

“Ahora bien, la fe es tener confianza en lo que esperamos, es tener certeza de lo que no vemos" (Heb 11:1 NVI). El capítulo 11 del libro de Hebreos comienza con dos atributos de la fe: confianza y certeza.

Es la fe misma, no nuestros sentimientos acerca de la fe, lo que produce confianza. Algunos comentaristas ofrecen varias definiciones complejas de la fe. Pero creo que la mejor definición de fe se basa en la certeza de la confianza en la Palabra de Dios, y no en nuestros sentimientos circunstanciales.

El libro de Hebreos menciona los rasgos de algunas personas que caminaron por fe. Abraham es la primera persona descrita en el Antiguo Testamento como un ejemplo específico de fe y obediencia, y es llamado el "padre de la fe". Sumiso a la voluntad de Dios, viajó a una tierra en la que nunca había estado, movido únicamente por la convicción de que las promesas de Dios se cumplirían. Al observar el contexto cultural del libro de Génesis donde se narran los eventos de la historia de Abraham y su esposa Sara, vemos que el mundo en el que vivió Abraham no era nada atractivo. Los primeros signos de decadencia humana, como la idolatría, estaban presentes.

Pero al leer Hebreos 11, observamos las características de confianza y obediencia que se encuentran en aquellos que son conocidos como los "héroes de la fe".

  • Su fe provenía de algo racional y no meramente circunstancial o sentimental.
  • Su fe estaba firmemente fundada en las promesas de un Dios cuyo conocimiento es insondable (Heb 11:9-10).
  • Caminaron con Dios. Su fe creció a medida que conocían más a Dios.
  • Creían en el consuelo y la providencia de Dios en sus vidas (Heb 11:7).
  • Dejaron atrás los placeres del mundo y miraron hacia la meta celestial (Heb 11:24-27).
  • Su fe fue un acto de valentía (Heb 11:30).
  • Su fe los llevó a actuar con justicia y a no temer a los hombres (Heb 11:32-34).

Sobre todo, creo que la obediencia solo está presente en la fe genuina que debe verse en la transformación de cada creyente en Cristo. Desde mi conversión, traté de descubrir el llamado de Dios para mi vida sin entender que debo leer las Escrituras para encontrar las respuestas, ni entender que la voluntad de Dios para nuestras vidas es que creamos en Cristo y sigamos Su camino. Hasta que entendí estas cosas, caminé por algunos caminos dolorosos y espinosos en grandes áreas de mi vida. Dudé de la providencia de Dios y, en muchos asuntos, traté de "hacerlo a mi manera" o apresurar los planes del Señor.

Cuando no confiamos en Cristo, tendemos a ponernos a nosotros mismos como el señor de nuestras vidas. Simbólicamente, me identifico con el curioso proceso de formación de la perla en la ostra. Las perlas son productos del dolor, resultado de la entrada de una sustancia extraña o indeseable en el interior de la ostra. Una ostra que no ha sido herida no produce perlas. A veces, las adversidades de la vida nos empujan a confiar en Cristo, como si fuera nuestro último escape. ¡Quería que todo sucediera en mi vida en mi tiempo!

Quería crecer espiritualmente de la noche a la mañana y tener el sueño de una familia cristiana. Quería que Dios sanara las cicatrices de mi alma, pero la verdad es que puse poco en práctica, olvidando Su promesa: "Nunca los dejaré; jamás los abandonaré" (Heb 13:5). Los que buscan obedecer a Dios deben pensar como Abraham, Sara y Noé, quienes consideraron breve su estadía en esta tierra, como extranjeros que esperan regresar a su tierra natal.

De la misma manera, debemos pensar y vivir por la fe, por la esperanza, por la certeza del cumplimiento de las promesas de Dios, no dejándonos moldear por el comportamiento del mundo como personas que no tienen esperanza pero están atentas a nuestro llamado divino a vivir en santidad. Escucha la llamada de Cristo y presta atención a Su voz, como lo hizo Samuel cuando dijo: "Habla, que tu siervo escucha" (1S 3:10). Calma las preocupaciones de este mundo y recuerda las palabras de Jesús: "Fíjense cómo crecen los lirios..." (Lc 12,27-32). Mira los pájaros que descansan en tu ventana y te recuerdan que confíes en Dios. Así como el Señor cuida de los animalitos y viste las flores silvestres en el campo, Él cuidará de Su pueblo y lo hará descansar en verdes pastos, incluso en medio de las adversidades de la vida.

Que el Señor Jesús aumente nuestra fe, ya sea en la alegría o en la tristeza, en la victoria o en la derrota. Incluso cuando el miedo y la ansiedad nos rodean, que nuestra confianza y obediencia crezcan a medida que caminamos como peregrinos y extranjeros en este mundo, rumbo a la ciudad celestial.

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Los evangelios narran hechos sobre la vida de Cristo, desde Su nacimiento hasta Su crucifixión, resurrección y ascensión. El libro de Lucas nos da detalles particulares sobre los primeros acontecimientos de la vida de Cristo en la tierra. Nos dice que María fue la mujer que Dios escogió como instrumento para la venida de Cristo al mundo.

María decididamente se pone a disposición para hacer la voluntad de Dios. Es importante recordar que María era una joven común, sujeta a las mismas debilidades y desafíos que la vida nos impone, pero entendió el propósito mayor de la existencia humana: dar gloria únicamente a Dios, y adorarlo y servirlo solo a Él (Lc 4:8). ¡Qué hermoso es su ejemplo de obediencia a Dios! ¡Qué dulces fueron sus palabras!

Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador, porque se ha dignado fijarse en su humilde sierva. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho grandes cosas por mí. ¡Santo es su nombre! De generación en generación se extiende su misericordia a los que le temen. (Lc 1:46-50 NVI)

La figura de María es frecuentemente interpretada incorrectamente por muchos que no entienden que la gloria y la alabanza deben ser dadas solo a Dios. Todos nosotros, los seres humanos, aunque el Señor sea misericordioso con nosotros y nos confíe grandes misiones, no somos más que instrumentos en Sus manos.

Podemos extraer valiosas lecciones y enseñanzas de la historia de María. Después de todo, ¿qué hacía especial a María? ¿Por qué la escogió el Señor para esa misión? María tenía lo mismo que Sara, Débora, Rut, Abigail, Lidia y muchas otras que fueron usadas por Dios en Su obra: un corazón rendido al Señor y dispuesto a vivir de acuerdo con Su voluntad: mujeres ordinarias que amaban los mandamientos de Dios.

Al leer la Biblia, admiro el modo en que los hombres y las mujeres antepusieron la voluntad de Dios a la suya propia, como lo demuestra el modo en que se presentaron al Señor: “Heme aquí” (Is 6:8), “Habla, que tu siervo escucha” (1S 3:10), “Yo soy la sierva del Señor” (Lc 1:38).

María entendió que obedecer a Dios causaría un cambio radical en su vida. Como resultado, terminó convirtiéndose en blanco de persecución. Lo vemos claramente cuando María y José, guiados por un ángel de Dios, huyen a Egipto temiendo la persecución de Herodes. Obedecer a Dios significa vivir una vida de abnegación y confianza. Estamos convencidos de que Dios satisfará nuestras necesidades como satisfizo las de María y José. A pesar de que ella llevó al Mesías de una manera "incómoda" durante el final de su embarazo, continuaron viajando, confiando en el cuidado de Dios. Entregaron sus vidas en obediencia al Señor, con la certeza de que Sus promesas se cumplirían, "porque para Dios no hay nada imposible" (Lc 1:37).

María confiaba en que Dios sería su defensor ante posibles acusaciones con respecto a su integridad como mujer. El buen ejemplo de María nos enseña, sobre todo, a ponernos en la posición de siervos. Su ejemplo nos enseña humildad, virtud, lealtad, obediencia y un corazón temeroso de Dios.

María fue una mujer escogida por Dios para traer al Salvador al mundo, y estuvo al pie de la cruz. Ella siguió sus pasos y caminó con Jesús en sus misiones, siendo un ejemplo de fe y obediencia, una mujer conforme al corazón de Dios. Que Cristo nos ayude a caminar con fe y a responder a nuestra llamada como lo hizo María. “Que él haga conmigo como me has dicho” (Lc 1:38).

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