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Escrito por Jennifer Percell, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Missouri
Mientras seguía dos camionetas llenas de nuestras pertenencias, mi corazón estaba lleno de todas las razones por las que no quería mudarme. De repente, la caja del tesoro de mi hijo de cuatro años rebotó en la parte trasera del camión que iba delante de mí. ¿Podría empeorar este día? Lloré mientras recorríamos la zanja en busca de su colección de centavos y las piedras favoritas que mi pequeño consideraba irremplazables.
“Dios, me inscribí en esto cuando me casé con un predicador, pero no me di cuenta de lo doloroso que sería ver a mis hijos sacrificarse. Están muy tristes por dejar nuestra casa. Quiero ayudar a la gente a encontrar todas las maravillas de conocerte, pero no sé cómo hacerlo cuando tres niños dependen de mí para todo. Dios, iré a esta pequeña iglesia en este pueblito, pero no sé dónde encontraré el tiempo para encontrarme con las personas que escucharán Tu palabra. Estoy completamente abrumada. Por favor, trae a mi puerta personas a las que pueda enseñar; ¡No tengo energía para ir a buscarles!
Dos días después me senté en la acera empapada en sudor y una paleta helada de uva. Limpiar y desempacar eran tareas brutales en un clima de 100 grados y el bebé que se retorcía en mi regazo parecía tan descuidado y exhausto como yo. La música alegórica del camión de helados nos había hecho correr en busca de alivio.
“¡Bienvenida vecina!” Todavía recuerdo haber mirado el rostro sonriente envuelto en la luz del sol, mientras mi vergüenza daba paso a la alegría. ¡Cómo necesitaba esa sonrisa! Se presentó como la presidenta local de Welcome Wagon. ¡Vivía dos puertas más abajo y sostenía a un niño pelirrojo tan desordenado como el mío!
“Esa casa ha estado vacía durante un año; debe estar sucia. ¡Cogeré algunos trapos y ya mismo vendré!
Ciertamente Dios envió a esta maravillosa mujer para aliviar mi carga. Nos hicimos amigas rápidamente y sus tres hijos fueron instantáneamente compañeros de juegos para los míos. A través de mi nueva amiga, conocí a muchos otros y tuve muchas oportunidades de mostrar el amor de Jesús. Pero Dios respondió cada detalle de mi oración porque la primera persona que bautizamos en Jesús en ese pueblo fue mi preciosa vecina de Welcome Wagon. Ella y dos de sus hijos han servido a Dios durante más de 30 años.
Durante 45 años de ministerio, Dios nos ha dado a mi esposo y a mí innumerables relaciones. Compartir Su amor siempre resulta en una nueva familia cristiana. Cuando él dio a su precioso Hijo para pagar el precio por nuestras almas, se aseguró de que nunca estuviéramos solas entre Su pueblo. La reconciliación que recibimos gracias a Su sacrificio expiatorio establece el tono para la reconciliación con corazones de ideas afines a lo largo de nuestro viaje espiritual.
Pablo expresó muy bien cómo las grandes relaciones nacen del amor expiatorio de Dios.
Por tanto, si sienten algún estímulo en su unión con Cristo, algún consuelo en su amor, algún compañerismo en el Espíritu, algún afecto entrañable, llénenme de alegría teniendo un mismo parecer, un mismo amor, unidos en alma y pensamiento. No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. Cada uno debe velar no solo por sus propios intereses, sino también por los intereses de los demás. (Fil. 2:1-4 NVI)
El amor de nuestro Dios nos llena hasta rebosar, y a partir de ese desbordamiento desarrollamos relaciones que durarán por la eternidad. Nuevamente, Pablo lo dice mejor.
Le pido que, por medio del Espíritu y con el poder que procede de sus gloriosas riquezas, los fortalezca a ustedes en lo íntimo de su ser, para que por fe Cristo habite en sus corazones. Y pido que, arraigados y cimentados en amor, puedan comprender, junto con todos los creyentes, cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo. En fin, que conozcan ese amor que sobrepasa nuestro conocimiento, para que sean llenos de la plenitud de Dios. (Ef. 3:16-19)
Mi clamor al Señor hace todos esos años al costado del camino fue por la fuerza para llevar a otros a Él. Él siempre responde con mucho más de lo que le pido. Le pedí que me enviara personas que le respondieran porque yo no tenía fuerzas para buscarlas. Él envió a una amiga que me fortaleció como Keith y yo la guiamos a la Palabra y a la salvación.
Nuestro Dios es el Dios de las relaciones; ¿No quieres acercarte a los demás y ver cómo Él satisfará cada anhelo de tu corazón?
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Escrito por Michelle J. Goff, fundadora y directora del Ministerio Hermana Rosa de Hierro
No hay nada más frustrante que tratar de cortar un tomate con un cuchillo sin filo. Por eso, lo afilamos. Cuando el hierro se afila a hierro, salen chispas. Es un resultado natural del proceso necesario de afilarse.
Mientras vivía en Venezuela había un señor, afilador de cuchillos, que silbaba de cierta forma para ofrecer su servicio. Espiritualmente hablando, no hay un silbato especial para reconocer a quienes tienen ese talento, pero gracias a Dios, Él no espera que nos afilemos solos. Ha provisto de otros para ayudarnos.
El afilarse, como el crecer, es un proceso continuo. No es una vez para siempre. Es como la santificación o transformación que Dios facilita continuamente a través de Su Hijo y que dura hasta que lo veamos en los cielos.
En los papeles de Dios como Maestro y Señor, Él anda con nosotros y nos guía, consolándonos y corrigiéndonos, entrenándonos en justicia. Él nos provee con el ejemplo de Su Hijo en cuyos pasos podemos seguir (1 Pe. 2:21) y el apoyo de Su iglesia que sirve a nuestro lado.
Al seguir andando en la luz como Él es Luz (1 Jn. 1:5), reconocemos áreas en las que necesitamos seguir siendo transformadas más y más a la imagen de Cristo (2 Cor. 3:18). Puede que esas áreas nos sean obvias o son más elusivas para identificar. Pueden aparecer como un cuchillo espiritual sin filo al entrar en una batalla espiritual. No estás en esa lucha sola. Podemos fortalecernos las unas a las otras como hierro afilando a hierro.
Desde que el Ministerio Hermana Rosa de Hierro se estableció, los Elementos Comunes han servido como la aplicación personal y práctica de las tres partes del logo. Se pueden encontrar como parte de cada capítulo de los estudios bíblicos interactivos. Están diseñados a ser compartidos en oración con un grupo pequeño, entre 3 y 8 mujeres.
Las imágenes abajo son la versión actualizada de los Elementos Comunes del nuevo logo con los tres idiomas.
Los Elementos Comunes son únicos para cada mujer, según su estado actual de vida. Sin embargo, están muchas veces entremezclados. Por ejemplo, cuando queremos crecer o florecer en un área, primero tenemos que eliminar la espina, lo que sea que nos impide o el pecado que nos estorbe (Heb. 12:1). Por supuesto, si la espina es un pecado ¡se tiene que ir! Pero, a veces, tenemos espinas como las que Pablo rogaba al Señor para que se las quitara. Dios respondió, “«Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad»” (2 Cor. 12:9 NVI).
Nuestra área de énfasis para crecimiento o la espina de impedimento pueden ser en la misma área en las que queremos profundizar (en estudio bíblico o en entendimiento) o necesitamos a alguien como afiladora, con quien rendir cuentas. Se puede notar que la imagen del hierro afilando a hierro es en la forma de dos clavos, con forma de una cruz. Una parte de nuestro servicio los unos a los otros es afilarnos con mucho amor y profundizar nuestras relaciones con Dios y con otros, mientras nos animamos en la transformación más a la imagen de Cristo.
Ya sea de un versículo bíblico de esta entrada, un sermón reciente u otra cosa que Dios te está revelando, invita a al menos a una hermana en Cristo, una Hermana Rosa de Hierro, con quien puedes compartir los Elementos Comunes. Ambas serán bendecidas ricamente en el cumplimiento del Proverbio 27:17.
“El hierro se afila con el hierro y el hombre en el trato con el hombre.”
Personalmente, te pido a que me acompañes en oración para poder florecer en aceptar la gracia de Dios en mis debilidades. Me es una trampa fácil querer hacerlo todo sola. El orgullo o fuerza personal pueden ser una espina que Dios me ha llamado a dejar para que Él sea glorificado en todo lo que Él hace. Tengo a Hermanas Rosa de Hierro que me afilan al recordarme de mis límites físicos, mientras también reconocen mi deseo de servir de más maneras que verdaderamente puedo. Estoy profundizando mi entendimiento de la abundante provisión de Dios y Su deleite en usar a cada uno de nosotros para cumplir Su voluntad y crecer Su Reino.
¿Cuáles son tus Elementos Comunes esta semana?